Con el PP en busca de un líder, Ciudadanos en busca de una identidad y Podemos disfrutando de la conquista de la televisión, en La Moncloa hay cierta calma durante la cuenta atrás de la reunión del próximo lunes. Se trata de una cita seguramente frustrante pero trascendental porque el golpe institucional del 1-O en Cataluña, más allá del desapego de la ciudadanía registrado en el CIS, es la mayor crisis constitucional de España desde la Transición y se está necrosando. No hacer nada no es una opción. Rajoy fracasó con la estrategia de dejar pudrirse el desafío, y hay algo que no le van a permitir a Sánchez: hacer de Rajoy.
No se podrá decir que Sánchez no ha preparado la reunión. Los indepes llevaban varias semanas incendiando los titulares —desaires al Rey, retórica de presos políticos, vodevil de Washington, desmentido a Iglesias anunciando “un nuevo 1-O”— y La Moncloa, no sin riesgos, ha logrado contrarrestar esto. La carta de los presos ha forzado a los indepes a aflojar para disgusto de los puristas que ejercen de vestales del procesismo. La estrategia de moderación de Sánchez se ha impuesto, al menos por ahora, a la de radicalización de Torra. A cambio, Torra ha ganado la carta de la bilateralidad: será recibido con tratamiento de mandatario ofendido y reclama que Sánchez devuelva, simbólicamente, la visita.
Ya es notorio que ni uno ni otro van a lograr sus objetivos. La demanda de Torra es inaceptable para Sánchez; la oferta de Sánchez es inaceptable para Torra. Por eso, más vale que acepten resetear. De momento hay que rentabilizar el margen para el diálogo. Claro que el precio para Sánchez es verse arrastrado por los secesionistas. En definitiva, él va a pisar charcos con los zapatos limpios de quien se estrena en el poder, mientras que el terreno embarrado es, para el independentismo, su medio natural. A ellos la tensión les da puntos. Y a Sánchez no se le va a perdonar que no lo intente, pero tampoco se le va a perdonar que vaya demasiado lejos. “Hasta ahora ha demostrado buen instinto, más que solvencia; y, a pesar del oprotuno recurso de ayer que frena la imagen de entreguismo, se le va a vigilar cada palabra tras prepararse la reunión acercando a los presos, anunciando la revisión de decenas de recursos de inconstitucionalidad, asumiendo la deuda de 6.000 millones, admitiendo la especificidad asimétrica… y sin garantías de nada”. Seguramente los dos están allí por no poder sustraerse a estar allí. La presión de la sociedad se impone, pero no es lineal. Sánchez quizá tenga cierta tregua con la derecha enredada en sus demonios; no tanto Torra, con ERC y la ANC marcando territorio. Pero hay una oportunidad. Al barro se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale.