Antonio Sanchidrián-Vozpópuli
La repetición electoral del 10-N mantiene el país bloqueado con sólo dos opciones para la formación de Gobierno con el líder de PSOE al frente: abstención del PP o un nuevo ‘Frankenstein’
El autoplebiscito de Pedro Sánchez en busca de la aclamación ha desembocado en el desastre. Los españoles han vuelto a repartir las cartas, pero han escondido la llave para salir del laberinto. Dejaron un país prácticamente ingobernable, donde desaparece el centro y emerge con poderoso ímpetu la derecha más radical. Un país que va a necesitar aquello de lo que más carece -liderazgo y talento político- porque no hay visos de gobierno sólido a medio plazo. En España, a esta hora, no es descartable una tercera repetición electoral, ya sólo apta para adictos al caos.
Las dos opciones de Sánchez: la fórmula Frankestein o un pacto con el PP
El 10-N no ha facilitado la vida a Sánchez. Al contrario: el nuevo escenario es endemoniado. Sólo hay dos opciones viables, tanto como remotas. Resumamos. A su izquierda, un ‘Frankenstein’ con Podemos en posición de fuerza e Iglesias loco por la coalición, perfume independentista y demasiadas piezas regionalistas. A su derecha, una abstención -¿alguien dijo ‘gran coalicion’?- de Pablo Casado, difícil a esta hora al menos con el candidato Sánchez como cabeza de cartel. Lo dicho. Un caos.
El PSOE se ha mantenido a duras penas, pero no hay motivos para darse la enhorabuena, porque todo va a ser más difícil para Sánchez. Se ha dejado un millón de votos por el camino, tres escaños sobre los 123 obtenidos el pasado 28 de abril. Ni siquiera salvó los muebles, pues los resultados están muy lejos de las expectativas que se manejaban en el laboratorio demoscópico de su gurú Iván Redondo. Soñaban los socialistas con 140 diputados, algo más quizás, pero una campaña errática y un soberano mejunje ideológico laminaron las opciones socialistas de mejorar su posición en las negociaciones.
«Esta vez sí o sí vamos a conseguir un gobierno socialista», prometió Sánchez ante sus fieles en Ferraz
Así las cosas, es la suya una victoria pírrica, menor, que le obliga a buscar un gobierno en condiciones francancamente peores que las conseguidas la pasada primavera. «Nuestro plan no es seguir ganando elecciones», dijo Sánchez en su comparecencia en la sede de Ferraz, donde llamó a la «generosidad y la responsabilidad» para desbloquear la situación política en España. «Esta vez sí o sí vamos a conseguir un gobierno progresista liderado por el Partido Socialista», prometió.
De Vox a Ciudadanos
Ha sido el resto del universo lo que se ha movido alrededor de Sánchez. Estos comicios serán recordados por el ascenso categórico de Vox, que protagoniza una contundente entrada en el nuevo Congreso en su lucha contra la «dictadura progre». La formación de Santiago Abascal será tercera fuerza política con 52 escaños (28 más que en los pasados comicios), cumpliendo todos los augurios de las encuestas, y se antoja un factor clave en la próxima legislatura. Abascal avanzó que desde su nueva posición podrán recurrir las «leyes liberticidas que los otros partidos han dejado pasar» y ha añadido que no solo han logrado alterar el mapa político de España, sino protagonizar también un cambio cultural.
La potencia de la ultraderecha es un territorio desconocido para la democracia española. No fueron más que 800.000 votos más respecto al 28-A, pero extraordinariamente maximizados en los pequeños territorios -ganó las elecciones en Murcia y Ceuta-, donde Ciudadanos se dejó la existencia.
Los «malos resultados» deben ser asumidos «en primera persona por el líder», avisó Rivera
Esa fue la otra clave de la noche: el batacazo formidable de Ciudadanos. La formación de Albert Rivera sí cumplió las pésimas expectativas: perdió la confianza de dos millones y medios de españoles, cede 47 escaños y se queda con 10, al límite mismo de la irrelevancia. Queda Ciudadanos herido de muerte, con Albert Rivera en una posición insostenible, tanto dentro como fuera de su partido. Los «malos resultados» deben ser asumidos «en primera persona por el líder», avisó Rivera. Las próximas horas prometen ser decisivas: Rivera se limitó convocó a la Ejecutiva de su partido y con Congreso fundacional en un futuro aún sin determinar
El análisis pormenorizado de los resultados del partido naranja resulta descorazonador para los cuadros de Ciudadanos. Fue borrado del mapa en Castilla y León, en Castilla la Mancha, en Murcia… En Cataluña, donde ganó las últimas autonómicas, resultó menos votado que la CUP y que Vox… Una desaparición del mapa cruel, que se lleva por delante algunos de los rostros más familiares de la formación: ni Juan Carlos Girauta, ni José Manuel Villegas, ni Edmundo Bal tendrán escaño. Sin paliativos al desastre.
¿Gran coalición o ‘Frankenstein’?
En ese escenario fue una noche relativamente tranquila para PP y Podemos, dos formaciones que acaso sí puedan sacar una lectura positiva. Los populares han obtenido un resultado aparente que palidece ante la subida de Vox, que por la derecha ha sabido conectar mejor con el electorado desde posiciones duras. Pablo Casado ha logrado 88 escaños, 22 asientos más en el hemiciclo, una subida discreta y bastante más modesta de las euforias que se deslizaban en campaña, cuando se fantaseaba con el umbral de la centena.
Casado: «Ejerceremos nuestra responsabilidad. La pelota está en el tejado de Sánchez»
Presionado por la derecha por Vox, aunque consolidado en el centro-derecha moderado como única alternativa, el PP tiene la llave de la abstención para permitir un gobierno en solitario de Pedro Sánchez, algo que Casado zanjó en campaña con una solemne negativa, pero que ayer no pareció tan rotunda. «Ejerceremos nuestra responsabilidad. La pelota está en el tejado de Sánchez», aseguró desde la sede de Génova.
Mientras se aguardan acontecimientos por la derecha, en la izquierda aguantó Podemos el envite del Más País de Íñigo Errejón. Lo suficiente para ser clave en caso de que Sánchez intente reeditar su Frankenstein. Y para pedir una coalición con fe e insistencia. En este caso, con las nuevas piezas sobre el tablero, no habrá paso atrás de Pablo Iglesias como sí hubo en verano, al menos en el inicio de las negociaciones. «Le he transmitido [a Sánchez] que lo que en abril era una oportunidad histórica ahora es una necesidad», dijo Iglesias, que lamentó que el 10-N haya reforzado «a una extrema derecha de las peores de Europa». La masa de votantes de Podemos permanece fiel y prácticamente inalterable, un valor seguro que tendrá mucho peso en las próximas semanas con vistas a la hipotética negociación.
El desempeño en su estreno del partido de Errejón fue muy pobre. Más País se queda en dos escaños, más el aportado desde Valencia por Joan Baldoví. Un dato: Errejón ha obtenido en toda España casi los mismos votos que Carmena el pasado mayo solo en la Ayuntamiento de Madrid. El líder de la formación, que reconoció como «modestos» los resultados, se puso a disposición de Pedro Sánchez para evitar una tercera repetición electoral. «Es una obligación moral y una política entendernos para conformar un Gobierno», explicó.
Antisistemas en el Congreso
Por el lado del nacionalismo, el 10-N refuerza las posiciones de los independentistas en el hemiciclo. Después de unas semanas de alta tensión en Cataluña, los separatistas catalanes mantienen su fuerza en términos de escaños aunque con un reparto de fuerzas distinto. La entrada en escena de la CUP con dos parlamentarios se produce a costa de Esquerra, mientras que JxCat gana un diputado en el Congreso. También gana el nacionalismo vasco: tanto PNV como EH Bildu ganan un escaño respecto a las elecciones de abril.
Tantos catalanes como vascos, en diferentes formatos, se frotan ya las manos. Se sienten piezas importantes del Frankenstein que Sánchez debe armar si quiere formar gobierno por el ala progresista. La suma sólo con ellos no bastaría. El Congreso tiene nuevos inquilinos: vuelve el Bloque Nacionalista Galego e irrumpe Teruel Existe, la gran sorpresa electoral del 10-N.