Editorial El Mundo
HOY sabremos si la investidura de Pedro Sánchez sale adelante. Y por tanto si España tendrá un Gobierno de coalición que carece de precedentes desde la II República. Anoche las relaciones entre el PSOE y Podemos parecían rotas después de que, en un comportamiento oprobioso, las dos formaciones se traicionasen mutuamente revelando las intimidades de su negociación –centrada de manera impúdica en el reparto de posiciones de poder– para culparse la una a la otra de la imposibilidad de llegar a un acuerdo. Sólo de dos personalidades oportunistas y ególatras como las de Sánchez y Pablo Iglesias podría esperarse que se llegue a las horas previas a la votación decisiva en estas circunstancias y que al mismo tiempo no sea aún absolutamente descartable que alcancen un pacto. Si eso ocurriera, el asombroso precedente de lo acontecido en la jornada de ayer sería un pésimo augurio para la gobernabilidad del país.
La entrada de un partido como Podemos en el Ejecutivo marcaría el rebasamiento de un límite que el PSOE, en la actual etapa democrática, siempre había respetado: negarse a la cohabitación con formaciones de izquierda radical, ideológicamente deudoras del comunismo. Fue mediante la renuncia al marxismo como Felipe González logró convertir al socialismo en alternativa de Gobierno, en la estela de la socialdemocracia europea. Aquel PSOE partió de la aceptación del libre mercado y la nítida defensa de la Monarquía parlamentaria y la integridad territorial del Estado para desbancar a la UCD y liderar un proceso de modernización premiado por los españoles con sucesivas mayorías.
Aquel PSOE fue señalado como origen de todas las traiciones por los jóvenes turcos de Podemos a partir del 15-M, reacción popular a una durísima recesión. Nuevos políticos de caduca ideología, formados en las juventudes del PCE y hoy al frente de Podemos, parasitaron aquella indignación para su proyecto ideológico de impugnación general del «régimen del 78». La propiedad, la libertad de prensa, la separación de poderes, la vigencia de la Corona, la unidad de la nación, la economía de mercado: todo debía ser reconsiderado y sometido a una nueva voluntad popular interpretada por Podemos, los portavoces de la gente frente a la casta.
Más allá de camuflajes y evoluciones impuestas por el pragmatismo, hoy Podemos puede ver franqueado su acceso al Consejo de Ministros. Sánchez pasaría a la historia por convertir las líneas rojas que motivaron su defenestración en 2016 en las líneas programáticas de 2019. Que se sirviera de partidos golpistas para ganar una censura le define. Que hoy pueda estrenar un Gobierno frentepopulista, también. Es un presidente que se muestra acomodaticio con los testaferros de ETA e implacable con los constitucionalistas. Si al volante va un superviviente sin escrúpulos con Podemos de copiloto, nada puede salir bien.