Editorial-El Español
El Consejo de Ministros ha aprobado el anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2023, que inicia a partir de ahora su andadura parlamentaria. Pedro Sánchez ha movilizado más munición para los últimos Presupuestos de esta legislatura, que destinarán uno de cada seis euros a gasto social.
Una partida que se dispara un 11% respecto al ejercicio anterior. El Gobierno parece abonado a rubricar, según su habitual coletilla, los «presupuestos más sociales de la historia» cada año.
Y, por si este incremento se le acabase quedando corto, Sánchez se guarda un as en la manga. Como ha podido saber este periódico, María Jesús Montero pretende reservarse unos fondos adicionales para poder incrementar el gasto social en lo que queda de legislatura en caso de ser necesario.
Estos PGE son, sin lugar a dudas, unas cuentas públicas para un año electoral. Incluyen la subida de las pensiones contributivas y del Ingreso Mínimo Vital en un 8,5%, el aumento del gasto en Dependencia, Atención Primaria y salud mental, y el mantenimiento de la gratuidad y las bonificaciones al transporte de Cercanías durante 2023. Por no hablar de las partidas destinadas a financiar la Ley de Familia y que incorpora, entre otras medidas, 100 euros para todas las madres con hijos de 0 a 3 años y permisos retribuidos para cuidar a familiares.
En lo relativo a Defensa, el PSOE le ha ganado el pulso a Unidas Podemos. El anteproyecto recoge el aumento del gasto militar con el que Sánchez se comprometió con la OTAN durante la cumbre de Madrid, y que tantas tensiones generó en el seno de la coalición.
Con estas cuentas, Sánchez convierte el exceso de recaudación por la inflación en gasto social, en el año en el que se juega la reelección.
Que el presidente esté instrumentalizando los PGE para hacer política electoral es la confirmación de la doctrina que expuso el pasado sábado en el Foro de La Toja. Las cuentas de 2023, contra los «brujos» que piden rebajas fiscales y moderar el gasto público, consagran el principio de que, para Sánchez, donde mejor está el dinero es en el bolsillo del Gobierno.
Difícilmente puede interpretarse de otro modo el aumento en 26.000 millones de una partida que puede hacerle ganar votos tras haberse negado a deflactar los impuestos a las clases medias.
Es verdad que el Gobierno puede presumir de unos buenos datos de empleo al fin de la temporada de verano. Un optimismo que late en las palabras de la ministra de Hacienda, quien con sus Presupuestos pretende lanzar un «claro mensaje sobre la solvencia y dinamismo de nuestra economía».
Sin embargo, a pesar de que la economía española se encuentra en un entorno de débil crecimiento y la vicepresidenta Nadia Calviño ha tenido que revisar a la baja el cuadro macroeconómico, el Gobierno ha fijado un techo de gasto récord.
En esta coyuntura, es difícil justificar que el Gobierno vaya a tener que destinar 16.000 millones de euros más para pagar la subida de salarios de los funcionarios y la revalorización de las pensiones. Porque estos Presupuestos incluyen el alza acordada con los sindicatos de la Función Pública, además del nuevo ‘impuesto a los ricos’.
Tal y como ha calculado EL ESPAÑOL, el gasto en pensiones previsto para 2023 multiplica por siete la partida destinada a servicios públicos básicos. Es decir, el coste de la indexación de las pensiones al IPC será siete veces mayor que el necesario para sufragar la masa salarial de Defensa, Exteriores, Interior y Justicia juntos.
Además, resulta poco estético el aumento de las partidas destinadas a pagar las nóminas de los empleados públicos, cuando las clases medias y trabajadoras claman por un alivio económico que el Ejecutivo se resiste a darles por la inflación. Y más cuando ese ajuste está por encima de lo que se está cerrando en este momento en el sector privado.
Las cuentas para el próximo año ponen de manifiesto, en fin, que el electoralismo presupuestario de Sánchez es la otra cara de la moneda de la voraz política tributaria del Gobierno. Un empleo de dinero público para intentar garantizar la reelección del presidente el próximo año, en un clima de encuestas que pintan un paisaje cada vez más desalentador para los socialistas.