El proceso de modelado del nuevo PSOE culmina. Ese PSOE que Pedro Sánchez anunció en su competición en las primarias y que proyectó en el 39º Congreso Federal, el pasado junio y que ahora, ya, adopta la forma definitiva. Lo hace a través de un completo reglamento —558 artículos— que hace fluir el poder en dos direcciones. Hacia arriba, pues fortalece como nunca a la ejecutiva federal, la de Sánchez, que se garantiza la última palabra en el uso de una herramienta muy potente, las consultas a la militancia. Y también hacia abajo, hacia las bases, cuya voz podrá oírse más, aunque no siempre su pronunciamiento será decisivo. En este nuevo mapa de poder dentro del PSOE, los que pierden capacidad de influencia son los órganos de dirección intermedios y de control: los barones y el comité federal.
Será ese, el comité federal, el que este sábado, reunido en Aranjuez (Madrid), dará luz verde al nuevo reglamento de desarrollo de los estatutos. El texto ha sido coordinado desde la Secretaría de Organización que dirige el cada vez más consolidado José Luis Ábalos, con la ayuda de su equipo —Santos Cerdán y Paco Salazar— y del jurista encargado de la redacción, el madrileño Félix Bolaños, y siempre bajo la supervisión del propio Sánchez. Y aunque el propio número tres enfatizaba el pasado lunes, cuando la norma fue aprobada por la ejecutiva, que se había alcanzado un equilibrio «virtuoso» entre el peso de los órganos de dirección y la mayor participación de la militancia, lo cierto es que el reglamento dibuja un PSOE bastante diferente al que existía hasta ahora.
Algunos críticos consideran que se consagra un modelo «cesarista«, más «centralizado» —calificativo que, a su juicio, se compadece poco con la vocación federal que predica el PSOE—, porque confiere al secretario general y a su ejecutiva poderes mucho más amplios. «Líder y pueblo«, resumen, con lo que se desvirtuaría el sistema de pesos y contrapesos tradicional que ha dirigido la vida del PSOE. En Ferraz niegan que se haya pintado un sistema unipersonal, ni que se promueva el blindaje de Sánchez. Arguyen que la coraza que gana el secretario general también se extiende a los barones autonómicos, pues las mismas dificultades para ser tumbados las tiene el jefe del PSOE que los capitanes regionales, y todos tendrán capacidad para convocar consultas a sus bases. Pero también es cierto que la última carta, la más importante, se la reserva la ejecutiva federal. En la dirección, a la postre, reconocen que sí se refuerza a la cúpula y se otorga una participación a las bases como nunca tuvieron, y que en cambio los órganos intermedios y de control pierden poder. Se impone un «orden jerárquico más fuerte», sostenían en el cuartel general esta semana. Pero todo, añadían, en el marco que estableció el 39º Congreso.
Algunos críticos hablan de modelo «cesarista», «centralizado», pero en la dirección niegan que se favorezca el blindaje del secretario general
«Todo ha ido como la seda«, reseñan en Ferraz. Es cierto. Sánchez y Ábalos no han encontrado oposición dentro de las federaciones. El lunes pasado, cuando el secretario de Organización se reunió con sus homólogos regionales, se plantearon dudas técnicas, pero poco más. El número dos de Susana Díaz, Juan Cornejo, ni siquiera intervino y se marchó antes de que el encuentro acabara, y tampoco ha elevado enmiendas al borrador.