ABC 07/04/16
· El candidato socialista está dispuesto a forzar lo que sea necesario para presidir España. Que Iglesias o Rivera se lo permitan sería tensar la voluntad popular hasta un límite inclasificable
SALVO sorpresas de última hora, la reunión a tres que hoy mantendrán PSOE, Ciudadanos y Podemos en busca de un acuerdo de investidura nace viciada y sin expectativas de éxito. La incompatibilidad entre los proyectos de Pablo Iglesias y Albert Rivera es manifiesta, y cabe preguntarse si alguno de los dos representantes de la «nueva política» se ha forjado un perfil propio y creíble entre su respectivo electorado para terminar regalando la presidencia del Gobierno a Pedro Sánchez. Pero más allá de las diferencias evidentes entre Podemos y Ciudadanos, y más allá de que ninguno de los dos quiera cargar con la culpa de una nueva cita electoral por su inflexibilidad negociadora, lo cierto es que el PSOE mantiene su obsesión por investir a Pedro Sánchez al precio que sea. Ayer se conoció que se ha reunido en secreto con Oriol Junqueras para abordar su posible investidura. Automáticamente, cualquier acuerdo socialista con ERC excluiría a Ciudadanos. Es más, Sánchez parece haber mantenido esta reunión a espaldas de Rivera, lo cual no es ilegítimo, pero sí refleja una seria deslealtad al pacto suscrito por ambos y al voto afirmativo que Ciudadanos le cedió en la fallida investidura. A ello se suman muchas voces del PSOE que, de modo reservado, están haciendo saber a Sánchez y a Miquel Iceta, primer secretario de los socialistas catalanes, que el Comité Federal vetó cualquier asomo de cesión respecto al «derecho a decidir», al de autodeterminación, o simplemente respecto a cualquier tipo de referéndum ilegal. El hecho objetivo es que Sánchez está buscando el apoyo del independentismo tras haberse asegurado el sí de Podemos como alternativa a su «pacto del buenismo» con Ciudadanos. Sánchez incurre en una utilización espuria de la figura de Rivera para aparentar una cosa mientras negocia otra. Así de simple.
Hoy PSOE, Ciudadanos y Podemos escenificarán un teatro político de meras apariencias y condenado al fracaso. Incluso en el remoto supuesto de que alcanzaran una alianza de investidura, Sánchez sería el presidente más discutido de la democracia y su margen de maniobra para legislar estaría pinzado por arriba y por abajo por dos partidos antagónicos. Y si lo hiciera, además, con una propuesta para reformar la Constitución que convenciese al independentismo catalán, burlaría el mandato de su partido sin contar, en cualquier caso, con el apoyo indispensable del PP. En la práctica, la legislatura sería humo y estaría contaminada por la incertidumbre y la inestabilidad, ya que la única razón de esos partidos para aliarse radica en su afán por expulsar a Rajoy del poder. Sánchez está dispuesto a forzar lo que sea necesario para presidir España. Que Iglesias o Rivera se lo permitan sería tensar la voluntad popular hasta un límite inclasificable, por más que sumasen los escaños.