Isabel San Sebastián-ABC

  • El presidente sale de Andalucía herido de muerte, lo que lo convierte en un ser todavía más peligroso

Andalucía ha emitido su diagnóstico, terminal para Pedro Sánchez. La victoria incontestable de Juanma Moreno premia su excelente gestión de la Junta, además de su capacidad integradora, y avala con la misma contundencia el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo al frente del PP nacional. El descalabro sufrido por el mozo de Espadas sanchista tiene igualmente una dimensión autonómica, vinculada a su imposición como candidato desde La Moncloa, sin reunir los méritos y capacidades indispensables para encabezar esa batalla, pero refleja con mayor claridad el fracaso de su jefe de filas. Un secretario general del PSOE que ha llevado a España a la tormenta perfecta, nos ha empobrecido a todos, ha metido en su Gobierno a una extrema izquierda cuyos delirios ideológicos nos cuestan un dineral, sin aportar la menor solución a nuestros problemas, y se ha cubierto de indignidad cediendo al chantaje de golpistas y portavoces de ETA.

Sí, decididamente el naufragio del socialismo andaluz envía un mensaje diáfano al jefe del Ejecutivo. Sánchez sale de esas urnas herido de muerte, lo que lo convierte en un ser todavía más peligroso.

Andalucía ha arrojado la primera palada de tierra sobre la tumba política que cavó Madrid en mayo, aunque sería un error confiarse y pensar que todo está hecho. Antes, al contrario, a partir de ahora es preciso extremar la vigilancia y aprestarse para defender las instituciones democráticas con uñas y dientes, porque el condenado podría estar tentado de hacerlas saltar por los aires a fin de salvarse él. Para escalar hasta su poltrona deshonró su propia palabra, se abrazó al monstruo podemita causante de sus pesadillas, se avino a negociar lo innegociable en pie de igualdad con los republicanos catalanes alzados contra la Constitución, que hoy le reclaman, no sin razón, avanzar en esa ‘mesa de diálogo’ so pena de dejarlo solo en cada votación del Congreso, y culminó el proceso de blanqueamiento iniciado por Zapatero en beneficio de Otegui y demás terroristas irredentos, sacando a la calle a sus asesinos presos por la puerta de atrás y con el menor ruido posible, como se saca la basura. ¿Qué no estará dispuesto a hacer en aras de evitar la caída a los abismos que le auguran no ya los sondeos, sino los últimos escrutinios? ¿A qué ignominia no se prestará en el empeño de apurar esa copa de poder por la que tanto se ha arrastrado? A falta de principios y sin nada que perder, Sánchez es un muerto viviente desesperado. Un animal político potencialmente letal, que ha demostrado en el pasado su determinación de sobrevivir y su total falta de escrúpulos a la hora de conseguirlo. Un presidente del Gobierno dotado de amplios recursos, fondos europeos en abundancia y escaso respeto por las reglas de juego, a quien oposición, prensa y jueces debemos marcar de cerca.