Antonio Casado-El Confidencial
- El jueves vimos un Gobierno roto y un presidente a la defensiva, encogido, solo y apaleado
No hará falta un Billy Wilder para reflejar en el cine el crepúsculo del hombre que desdibujó al PSOE, utilizó las instituciones como peldaños de su poder personal, alimentó a los enemigos del sistema y alfombró la vuelta de la derecha al poder.
Basta remitirse a la acumulación de reseñas que glosan el otoño sanchista en su calamitosa primavera. Al fin y al cabo, solo es un dios menor de la mitología nacional. Y una anomalía en el devenir de un partido con casi siglo y media de historia de España a las espaldas.
Sin contar el siniestro comité federal del 1 de octubre de 2016, cuando este PSOE empezó a desangrarse, el peor día en la vida política de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno había sido el jueves 7 de abril de 2022 (consagración del aspirante Feijóo en Moncloa por la mañana y bochorno ante Mohamed VI en Rabat por la tarde). Pero lo de la jornada parlamentaria de este jueves 26 de mayo, a propósito del expediente Pegasus y una geometría variable devenida en barullo, fue mucho peor en cuanto a la ya muy dañada credibilidad del personaje.
Se acumulan las reseñas que glosan el otoño sanchista en su calamitosa primavera, tras la jornada parlamentaria del jueves
Un independentismo crecido a cuenta del «España nos espía», un Gobierno roto en la votación de una ley, Sánchez a la defensiva, encogido, solo y apaleado por todas las fuerzas políticas, excepto la suya. Eso vimos. La «alerta antifascista» (el fantasma de la derecha-ultraderecha que viene) no le sirvió para apuntalar las alianzas que aún le mantienen en la Moncloa.
Cayó en saco roto el intento de canjear cabreo de espiados por estigmatización del PP («corrupción» y «policías patrióticas»). Sus amigos no mordieron ese anzuelo. «Si piensa que nos tranquiliza, se equivoca», dijo Aitor Esteban (PNV). Y eso mismo fueron expresando, uno por uno, los portavoces de independentistas catalanes, vascos y gallegos, así como el propio socio de coalición (Podemos). Todos le tuvieron que recordar que el objeto de la sesión era la trastienda política del espionaje a dirigentes políticos y sociales de independentismo catalán.
Las explicaciones de Sánchez les dejaron con la cabeza caliente y los pies fríos respecto al espionaje (político, según ellos), llevado a cabo por un servicio del Gobierno. Ninguno de ellos se privó de señalar unos niveles de responsabilidad superiores a los de Paz Esteban, la directora del CNI destituida con la esperanza de que ese cese desactivaría las exigencias de los afectados.
El intento de canjear cabreo de espiados por estigmatización del PP no funcionó. Los amigos de Sánchez no mordieron el anzuelo
Nadie creyó al presidente del Gobierno. Que no lo hiciera el PP era previsible. Al igual que Ciudadanos, que tronó por boca de Inés Arrimadas: «Señor Sánchez, usted se ha convertido en una bola de demolición de las instituciones del Estado». Lo reseñable es que no le creyeron ni sus aliados, a pesar de un discurso muy obsequioso con los independentistas. Feijóo ya lo ha bautizado. Propone que lo llamemos «servilismo».
De nada le sirvió anunciar un refuerzo de los controles sobre el CNI y una reforma de la ley de secretos oficiales. Sus amigos le siguen señalando como responsable de lo ocurrido. Y Rufián (ERC) incluso le acusó de tratar a Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, como un peligroso terrorista.
Con precios al alza, previsiones de crecimiento a la baja, PGE desbordados y grietas muy visibles en el bloque de investidura, los nubarrones se ciernen sobre el «Gobierno de coalición progresista», aunque Sánchez presume de «equipazo» y sigue sosteniendo que los desencuentros, como las malas noticias, son contingencias puntuales.
Con precios al alza, previsiones de crecimiento a la baja y grietas en el bloque de investidura, se tambalea el «Gobierno de coalición progresista»
Pero las señales no encajan en el discurso oficial y el PSOE se desploma en los sondeos junto al bloque de izquierdas. Ya no cuela lo de endosar las contrariedades a Putin y a la falta de sentido de Estado del PP.
La última entrega del observatorio electoral de El Confidencial (IMOP-Insights) para este diario anticipa una mayoría absoluta del bloque derechista (178 escaños) con un significativo trasvase de medio millón de votos socialistas hacia el PP de Núñez Feijóo.