- Su comparecencia-balance fue mentirosa; demasiado casera. La intervención de Sánchez hubiese sido relajante y acaso tranquilizadora si el ciudadano no notase cada día menos peso en sus bolsillos. Parecía que hablaba de otro lugar ¿Se sabía en Babia?
Mi anterior columna –Cuando Vox salvó a Sánchez– suscitó gran interés. Lo agradezco. Siempre se aprende. Recibí comentarios críticos y favorables como es natural, pero cada vez son más normales, por desgracia, las descalificaciones ad hominem para distraer el argumento. La reacción era previsible Por veterano ya anuncié lo que ocurriría. Aclaro, pues recibí papirotazos por ello, que desde la prehistoria no soy alto cargo del PP, y tampoco busco ir en listas electorales; ya concurrí a varias elecciones hace muchos años. Me encanta que se lea. Que se lea cuanto más, mejor. Soy mayor, demasiado, y cuido mis lecturas, desde aquel quevedesco «con pocos, pero doctos libros juntos», o recordando la expurgada biblioteca borgiana de la calle bonaerense de Maipú. Conocí a Borges y era exactamente como parecía ser. Una curiosidad: hablamos sobre cierta circunstancia que unía nuestras infancias y adolescencias tan distantes en el tiempo.
La verdad es realidad no ficción. Y así llegamos a lo que iba: el viaje de Sánchez de Babia a Babia, que parece de ida y vuelta, pero no lo es. El presidente se despidió de la Moncloa ofreciéndonos un balance de su gestión que para brillantes economistas, sociólogos y observadores varios fue autocomplaciente en exceso. Vamos que, con datos, no había por donde cogerlo. Ese día The Economist pedía su dimisión o inmediatas elecciones. A Sánchez le flipa la prensa extranjera, pero según lo que escriba de él; últimamente lo tiene mal. Su comparecencia-balance fue mentirosa; demasiado casera. La intervención de Sánchez hubiese sido relajante y acaso tranquilizadora si el ciudadano no notase cada día menos peso en sus bolsillos. Parecía que hablaba de otro lugar ¿Se sabía en Babia?
Desde su realidad paralela Sánchez presume de crecimiento económico, pero en su mandato tenemos el peor dato de evolución de la renta per cápita. Vende que presentará Presupuestos, a lo que le obliga la Constitución, pero no lo cumple desde el inicio de la legislatura. Así en casi todo. Es célebre su reiterada insistencia en que sin Presupuestos no se puede gobernar. Afectaba a Rajoy, pero él sí puede. Y siguen las concesiones inconstitucionales a cambio de unos pocos votos y a las órdenes de Puigdemont. Ahora el prófugo exige recibir a Sánchez en una especie de vis a vis íntimo entre un recluso y su pareja. Casi nada de lo que vivimos es normal. Complacencia con fugados de la Justicia, indultos impresentables, leyes ideológicas de resultados funestos, apoyos parlamentarios considerados progresistas –tildar de progresistas al PNV y a Junts es una broma–, bloqueo de leyes –hay docenas aprobadas en el Senado y paralizadas en el Congreso–, una autoamnistía inconstitucional salvada por el amigo Conde-Pumpido. Y la más grave corrupción desde el inicio de la democracia, a la que en su lisonjero balance dedicó unos segundos.
La imagen de España en el exterior es penosa. Basta leer los periódicos más influyentes; los que no cita Sánchez. Bruselas nos apremia, nos multa y nos observa. No entienden que apareciendo como corruptos su Gobierno, su partido y sus familiares más próximos, el fiscal general del Estado, dos segundos de a bordo del capitán –como él se definió–, uno de ellos exministro, más cargos públicos, y otros muchos señalados por la Justicia, Sánchez no dimita o no convoque elecciones. La explicación es que su único objetivo consiste en seguir un día más en la Moncloa y no le importa el precio a pagar. ¿Se cree su mundo irreal? ¿Nos engaña como un omnipresente Gran Hermano de la novela de Orwell? Igual que el personaje, es el jefe del partido que todo lo controla, y desde un ministerio de la verdad manipula la Historia y la realidad a su conveniencia. Sánchez nos acerca a ese orwelliano autoritarismo sin límite con peligrosas leyes y decisiones para promover una Historia manipulada y una acosada libertad de expresión.
España está anclada o navega a la deriva. Su capitán perdió el timón y depende de la voluntad de Puigdemont, un tipo oscuro que nunca soñó este protagonismo porque carece de cualidades objetivas. En esto se parecen. El capitán tampoco pensó conseguir su nivel actual sin haber ganado nunca unas elecciones y habiendo llegado por rebote a sus asientos en el Ayuntamiento de Madrid y en el Congreso de los Diputados. Sus primarias en el partido tampoco parece que fuesen inmaculadas. Aquella experiencia produjo una curiosidad: Koldo, supuestamente tan experto en señoritas desnudas, compartió cama aquella noche con las cajas de votos a Sánchez; una anormalidad en él, ya para la pequeña historia.
Sánchez ha pasado de Babia a Babia, de la Moncloa a La Mareta, hermoso palacio sobre el mar en una posesión de 30.000 metros cuadrados, para disfrutar un merecido descanso. Se dice que en la Edad Media los reyes de León elegían Babia como lugar de recreo, y Sánchez no iba a ser menos. Veranea en un palacio regio, con un lago artificial, dos piscinas, amplia vegetación, canchas de tenis y baloncesto, y diez bungalows. El rey Hussein de Jordania lo mandó construir y en 1989 se lo regaló a don Juan Carlos que lo cedió a Patrimonio Nacional. Sánchez cogió gusto a la posesión lanzaroteña, aunque me temo que este año no saldrá de La Mareta pese al refuerzo de 40 policías, un perímetro de seguridad de 400 metros y hasta buceadores. En la Babia medieval los reyes leoneses no temían abucheos.
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando