Pedro J. Ramírez-El Español

Lo único que le faltaba a Sánchez era lo de Paco Salazar. Lo había designado como el verdadero secretario de Organización que iba a sustituir a Cerdán… después de que este sustituyera a Ábalos.

Aunque la cara la diera una mujer.

Rebeca Torró sólo era la fachada femenina, colocada sobre el acantilado de cristal para asumir el alto riesgo de despeñarse.

Sánchez volvía a “depositar su confianza” -esa es la expresión que utilizó- en el último miembro de la banda del Peugeot que le quedaba a mano. El único además con nivel cultural sobresaliente.

Y fue la tercera en la frente. Sánchez se desayunó el sábado con los testimonios de dos socialistas que tildaban a Salazar de “acosador baboso”, mientras otras mujeres empezaban a corroborar la denuncia.

Pero el presidente ni siquiera retocó su discurso. Tal vez porque necesitaba mucho espacio para reivindicar cuán “excepcional” es un gobierno como el suyo que ni siquiera olvida ampliar la cobertura pública de la “salud bucodental”.

A lo mejor se refería a los que se les ponían los dientes largos cada vez que tenían un contrato de mascarillas, la adjudicación de un túnel, una escort en lencería o una aprendiz de politóloga a mano.

Pero el presidente ni siquiera retocó su discurso. Tal vez porque necesitaba mucho espacio para reivindicar

Ni en las “Crónicas Vampíricas” habíamos visto mejor “salud bucodental”.

Pobre presidente, tan ocupado en proteger a la “operaria de la limpieza” del “aristócrata” o el “ejecutivo de banca”. Es que no le daba la vida para “descubrir qué había detrás” de esas “traiciones”.

Todos pensaban en Salazar, además de en Abalos y Koldo cuando Sánchez pidió que se utilicen los canales internos para denunciar los “potenciales casos de acoso o agresión sexual” y expulsar a los consumidores de prostitución. Como si no estuvieran en la sala Carmen Calvo o Adriana Lastra de cuyos avisos explícitos él personalmente hizo caso omiso.

Pero sólo Page volvió a salvar ayer el honor del PSOE. Los demás asentían por fuera y temblaban por dentro cual ordenanzas del estado mayor de “El hundimiento”.

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España vive la quintaesencia de la crisis, tal y como la definió Gramsci en 1930 en sus “Cuadernos de la Cárcel”.

Hemos repetido la famosa cita cien veces, pero nunca ha sido tan acorde a los acontecimientos como este fin de semana, en el que se han superpuesto un funerario Comité Federal del PSOE y un exultante congreso del PP.

Estamos exactamente en ese momento en el que “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer

Estamos exactamente en ese momento en el que “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer”.

Sólo Pablo Iglesias y cuatro más conocen la segunda parte de la frase, que vendría a responder a la inquietud dictada por el sentido común: ¿Y entonces qué? ¿Y ahora qué? ¿Qué pasa si ni se va Sánchez, ni llega Feijóo?

O, como decía Pepe Bono, si “ni cenamos, ni se muere padre”.

Según Gramsci, “en ese interregno, en ese claroscuro, se producen los fenómenos mórbidos o monstruosos más variados”. Se trata, por lo tanto, como advirtió en su diatriba del viernes Aznar, de una etapa extraordinariamente peligrosa.

En España nos adentramos en ella con el único consuelo de que queda constreñida por el límite máximo de los dos años que restan a la legislatura. Sean cuando sean, mañana faltará un día menos para las elecciones.

Para Gramsci el “monstruo” concreto del momento era el fascismo, pero al utilizar alternativamente la referencia a lo “mórbido” incluía en un mismo concepto todas las patologías sociales en las que pudiera germinar cualquier tipo de totalitarismo.

En otro contexto histórico, en otro entorno sociocultural y geoestrátégico, sin la Unión Europea como paraguas protector, alguien como Sánchez que se niega en redondo a asumir sus flagrantes responsabilidades políticas por la corrupción y el machismo “baboso” de sus más próximos, sería perfectamente capaz de llevarnos por ese camino autocrático.

Esto es más que una opinión. No podemos ignorar los síntomas. Cada día se nos van abriendo más los ojos y lo que conocemos no es malo sino peor.

Ahí están los graves indicios de que pudo hacer trampas, o al menos consentirlas, en la conquista del poder en su partido; y de que como mínimo se mostró conforme con los conflictos de interés en que incurría su esposa y la forma en que fue contratado su hermano.

Ahí están las fundadas sospechas de que conocía, al menos parcialmente, las actividades delictivas y el sórdido machismo de KoldoÁbalos y Cerdán, operando desde los centros neurálgicos del Gobierno y el partido.

Ahí está la constatación de que siguió renovando la confianza en ellos hasta que la UCO tocó el timbre de la pocilga y los jueces y fiscales empezaron a limpiarla.

Ahí están las investigaciones en pos de la lógica conexión entre el enriquecimiento ilícito del “trío tóxico” y la financiación ilegal del PSOE que él soslayó ante el Comité Federal.

Qué broma, por cierto, la de Yolanda Díaz. Antes lo que se justificaba era “robar para el partido”. Ahora su línea roja es que quienes metían la mano en la caja en sus narices, no destinaran además una parte a financiar al socio de Gobierno. Tal vez lo que le moleste no sea la corrupción, sino la desventaja competitiva.

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El “interregno” del “claroscuro” empezó, como muy tarde, cuando en el verano del 22 Sánchez se adjudicó a si mismo la misión de salvar a los españoles de los “señores de los puros” y la presunta alianza entre la “extrema derecha” y la “derecha extrema”.

Por eso, cuando se convirtió en el jefe del Gobierno de la democracia que perdió por mayor margen en votos y escaños las elecciones, en lugar de pasar a la oposición, se prestó a comprar su investidura con la proterva moneda de la amnistía a Puigdemont.

Por eso, cuando detuvieron a Koldo y se presentó la primera querella contra Begoña Gómez, escenificó la farsa de sus cinco días de reflexión. Fue la rampa de lanzamiento de su ofensiva contra periodistas, jueces y fiscales, amalgamados como “fachosfera” y “máquina del fango”.

Los rótulos eran buenos, su trastienda un mero espejo de la propia psique.

Por eso, desde entonces, bajo el eufemismo de Plan de Acción para la Democracia se han ido perpetrando leyes para controlar a los medios, convertir la publicidad institucional en caprichosa fuente de premios y castigos, restringir la independencia de las togas, atiborrar la carrera judicial de militantes de izquierdas colados por la puerta de atrás, extremar el control sobre la fiscalía y eliminar la acusación popular.

Por eso, también desde entonces, se ha apretado el acelerador en la colonización de instituciones y empresas públicas y privadas. Para que se sepa quien manda, aunque no gobierne.

Por eso, cuando detuvieron a Koldo y se presentó la primera querella contra Begoña Gómez, escenificó la farsa de sus cinco días de reflexión

Para que la fábrica social completa funcione con el servilismo del CIS y RTVE, privatizadas hasta el extremo de preguntar ahora sobre si hay que cambiar a Ayuso -¡¡- y de encargar a productoras externas la cobertura de la actualidad candente.

Y por supuesto que ni la presidenta de Red Eléctrica tenga que dimitir por el apagón, ni el de RENFE por el hundimiento del servicio, ni el de ADIF por el caos de Barajas, ni el director de la Policía porque las cajas de las comisarías se queden vacías y los agentes no puedan ni calzarse dignamente.

No vaya a ser que cunda el ejemplo y algún ministro tenga un día un ataque de conciencia que ponga aún más en evidencia al jefe. Es ya la única salida digna para alguien en quien quede una traza de ideales.

Pero tras el simulacro de bunquerización del Comité Federal, es obvio que Sánchez no se va a quedar de brazos cruzados esperando ver caer acompasadamente las hojas del calendario, la intención de voto del PSOE y sobre todo la moral de los suyos.

Necesita sacar a bailar a los monstruos que le habitan y en cada una de las tres pistas nacionales la danza puede ser muy truculenta.

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La primera pista de baile será la del control de daños interno. Sánchez finge ya que impulsa una renovación, sin atreverse a quitar de la Ejecutiva ni siquiera a Juanfran Serrano, no vaya a ser que le de por hablar.

En la práctica buscará pactos de no agresión con el “trío tóxico” que tantos problemas respiratorios debió causarle en el Peugeot, sojuzgará la disidencia y mantendrá a los tibios sujetos por el bolsillo.

Puigdemont y Esquerra aguantarán hasta que Pumpido les conceda el amparo y aplique la amnistía

La segunda pista será la de los socios parlamentarios. Políticamente los de Sumar son pordioseros trajeados que no tienen donde ir. La senda de la taberna Garibaldi parece muy empinada y pasarán por lo que sea, el tiempo que sea.

Puigdemont y Esquerra aguantarán hasta que Pumpido les conceda el amparo y aplique la amnistía. Esto puede proporcionar a Sánchez unos meses de agónica supervivencia, tal vez hasta diciembre, siempre que el Supremo no le pegue al balón hacia adelante o el TJUE de por concluido el partido.

En todo caso si Sánchez quiere comer el turrón en una Moncloa que no recuerde a la casa Usher después de su caída, si pretende poner el número 26 en el calendario, tendrá que subir notablemente la apuesta.

Y, cuidado, porque el único camino en el que puede repescar a todos los separatistas e incluso a Podemos es el que le ha marcado Otegi a la vez que enaltecía los crímenes de Amboto: marchemos todos y tú el primero hacia el Estado plurinacional.

El gran problema de Sánchez será cómo retener el apoyo de los militantes que no cobren o trinquen del PSOE y sacar a bailar al conjunto de la sociedad en esa tercera pista de la convocatoria electoral, mientras destruye la nación que conocemos.

Sánchez podrá presentarse contra Vox y contra Trump, contra Aznar y contra Ayuso. Podrá erigirse en el candidato del Estado de bienestar, el multilateralismo y la paz universal. Podrá proclamarse adalid de los receptores del salario mínimo, los inmigrantes y los palestinos.

Pero nada de eso le servirá de mucho si a la vez no aprieta el acelerador de la represión y la guerra sucia. Como si Leire Díez y Teijelo se sentaran ya en el Consejo de Ministros. Como si bastara un ascenso a general para privar a Leopoldo Puente del concurso de la UCO.

Sánchez tendrá que ejercer de operador en jefe de la genuina máquina del fango que manejan con dinero público María Jesús MonteroPilar Alegría, Oscar I y Oscar II. Tendrá que desatar la persecución de los profesionales y líderes sociales que no se dobleguen. Recurrir a las inspecciones fiscales, el espionaje o el acoso administrativo.

Y sobre todo tendrá que estar dispuesto a intentar manipular y si fuera necesario adulterar el resultado electoral. Palabras mayores.

No le bastará con ser Orban. Tendrá que plantearse llegar a ser Maduro. E intentarlo a plena luz, bajo el sol de Europa. Demasiado para Sánchez.

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Antonio Gramsci murió de una hemorragia cerebral en abril de 1937, con sólo 46 años. Había pasado once en prisión y no pudo comprobar como el “interregno de los monstruos”, protagonizado en Italia por el fascismo, tuvo su terrible apogeo en la Segunda Guerra Mundial.

Pero tampoco tuvo la oportunidad de constatar que “lo nuevo que no terminaba de nacer” vio la luz al fin mediante una gran alianza de democracias parlamentarias, cosida por el atlantismo e institucionalizada a través de la Unión Europea.

A Gramsci no le habría gustado ese régimen burgués, pero a los italianos y al conjunto de los europeos viene sirviéndoles, va ya para ochenta años, como marco estable de su prosperidad y sus libertades públicas.

A esos mismos valores moderados, liberales y reformistas es a los que se ha aferrado el PP este fin de semana

A esos mismos valores moderados, liberales y reformistas es a los que se ha aferrado el PP este fin de semana, cerrando filas con cohesión sin precedentes, al tratarse de un partido en la oposición.

El mérito de ese minucioso hilván de todas las sensibilidades es de Feijóo y cuando gobierne muchos tendrán que tragarse su displicencia de estos años hacia él.

Pero quien mejor verbalizó la hoja de ruta fue Aznar cuando dijo y reiteró el viernes que se trata de “concentrar en nuestras siglas la confianza de una mayoría nacional, ancha, a derecha e izquierda, para conseguir un objetivo que rebasa esas siglas”.

Eso es el centrismo, reivindicado ayer mismo de nuevo por Feijóo. Objetivo, diez millones de votos. Un proyecto enfrentado sin tregua ni cuartel al sanchismo, pero no sólo autónomo de Vox, no sólo diferente de Vox, sino también contrario a Vox en aspectos esenciales de su programa.

El día que eso cale, y calará en cuanto haya encuestas fiables que sitúen al PP en el entorno de los 160 escaños, la última partitura de Sánchez se quedará sin corcheas, el interregno de los monstruos tocará a su fin y hasta los músicos más fieles se irán avergonzados a casa con sus instrumentos bajo el brazo.

Entonces pasaremos página. ‘Post nubila Phoebus’.