ABC 07/08/16
· Dirigentes territoriales quieren forzar la abstención del PSOE para después plantear un nuevo liderazgo
Algo ha cambiado esta semana para que Mariano Rajoy y el PP alberguen ciertas dosis de optimismo ante una hipotética investidura. Ciudadanos ha protagonizado una incipiente capacidad de cesión, matiza sus vetos obsesivos, exhibe voluntad negociadora y ejerce como cómplice del PP en la estrategia de presión hacia los socialistas. Sigue siendo de Perogrullo porque los números no dan para más ni ofrecen alternativas creíbles: sin el PSOE no habrá investidura posible.
La novedad imprevista es el recrudecimiento de la pugna interna en el PSOE, con la reaparición siempre inquietante de José Luis Rodríguez Zapatero y su «meta-lenguaje» de medias palabras, sugerencias confusas, ideas entre líneas y conclusiones etéreas. O no tanto. Zapatero ha irrumpido en la discusión basada en la obsesiva negativa del PSOE a facilitar la investidura de Rajoy con la sutileza de un hipopótamo. No ha pretendido simular una desautorización expresa de la gestión de Pedro Sánchez, pero en su barullo dialéctico se le ha entendido perfectamente.
«Abrir un debate» en el PSOE es un recurso inocuo cuando ese debate permanece abierto desde la misma noche del 20-D cuando el PSOE cosechó su peor resultado histórico en las urnas. Aún no se sabía que el 26-J daría al PSOE una propina de descrédito, con menos votos y escaños aún, pero el liderazgo de Sánchez está en cuestión desde entonces.
Legislatura corta
El eufemismo de Zapatero solo puede ser interpretado de una forma. Ha alentado a los barones críticos con Sánchez a dar un paso al frente, evitar el ruido de los micrófonos como instrumento para enviar mensajes a la dirección del partido, y empujar al Comité Federal a rectificar errores pasados. Y a su vez, pronunciarse sobre la conveniencia de abstenerse para permitir a Rajoy una investidura de mínimos, avalar una legislatura en minoría probablemente muy corta, y refundar al partido desde la oposición para estar en disposición, dentro de un año o dos, de arrinconar a Podemos y combatir al PP con mínimas garantías en otras elecciones generales.
Sánchez está en una compleja tesitura después de que dos ex secretarios generales, con mayor o menor grado de predicamento, le hayan enmendado la plana. Felipe González y Rodríguez Zapatero representan el pasado del PSOE, y Sánchez está en su legítimo derecho de mantener su rumbo obsesivo hacia las terceras elecciones. En un planteamiento Sánchez tiene toda la razón: hablar ante los micrófonos, como hacen algunos barones territoriales, genera ruido, y hablar en el Comité Federal genera decisiones. Y la única adoptada unánimemente, de momento, es no permitir, ni por acción con un «sí», ni por omisión con una abstención, que Rajoy sea investido presidente. El bloqueo está avalado por todo el PSOE por más que algunos secretarios generales ejerzan de neo-populistas repitiendo que «la ciudadanía está harta», pero sin aportar una sola solución formal, tangible, creíble y taxativa.
· Un paso al frente
El eufemismo de Zapatero alienta a los barones críticos a dar un paso al frente y rectificar
En los órganos del partido callan de momento, y Sánchez es impermeable a las críticas de tertulia, de barones escocidos pendientes de pasar su factura al cobro, y de secretarios generales caducos que solo representan glorias de tiempos pasados ahora perfectamente prescindibles. Zapatero sabe lo que significa recibir una llamada amenazante de Bruselas o de Berlín. Conoce el peso de la troika, de sus advertencias, de sus multas y de sus rescates. Padeció el déficit desbocado con el que jugó regalando cheques bebé y ordenadores a los estudiantes, o diseñando rotondas con la excusa de un Plan E de rehabilitación ficticia y artificial de las tasas de desempleo. Zapatero sabe que Europa amaga una vez, y que la segunda golpea. Y González sabe lo que no está escrito del Estado y sus cloacas, de la fuerza de los mercados y de la relevancia de un bloqueo económico. Sánchez, en cambio, solo puede exhibir galones de endogamia orgánica, de peleas de aparato, de guerrillas de congreso federal. No ha gozado de experiencia de gobierno.
«La batalla de Tramontana»
La «batalla de la Tramontana» ha dejado jirones en el PSOE y heridos en las barricadas. Y aunque trate de ocultarse a la vista pública, la batalla por el liderazgo de un nuevo socialismo está en marcha desde el 26-J. Es legítimo que el PSOE dude de cuál es la mejor solución a sus males: si empujar por la fuerza a Sánchez para dar un aval de última hora a Rajoy o reafirmarse en la parálisis hasta provocar nuevos comicios. Sea cual sea su decisión final, Sánchez quedará en entredicho.