RAMÓN PÉREZ-MAURA-EL DEBATE
  • El resultado de las políticas puestas en marcha por Zapatero, no suficientemente contrastadas por Rajoy y perfeccionadas, ampliadas y multiplicadas por Sánchez nos ha llevado a un régimen de apariencia democrática, pero claramente autoritario. Es un régimen de concentración de poder
Ayer nos anunciaron que la «Ley de Amnistía» se someterá a votación el próximo jueves a las 11,00 de la mañana. ¿Qué no habrá cedido Sánchez ante Puigdemont? ¿Cómo queda el delito de terrorismo por el que el prófugo va a ser investigado por el Tribunal Supremo? El titular de apertura en la edición impresa de El País del pasado sábado era «La Comisión de Venecia considera legítima la amnistía para la reconciliación». Un perfecto titular en sintonía con el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada. El problema es que los detalles del borrador de la Comisión de Venecia filtrado por la Moncloa son un poco más amplios y complicados de lo sugiere el titular y, a día de hoy, todos sabemos que esta comisión no avala el proyecto del PSOE. Pero también sabemos que las varias objeciones que se plantean son irrelevantes para Moncloa porque todo eso se va a ir por el desagüe ante la indiferencia de Sánchez. No olvidemos que el informe sólo tiene efectos consultivos y ni la invencible armada del más glorioso Dux Venetiae podría hacerle oposición a él.
En realidad, Sánchez está cargándose una democracia real mientras toca la lira contemplando el pavoroso fuego que está generando en todas las instituciones. El presidente del Gobierno ve arder una democracia legítima gracias a la que alcanzó el poder y disfruta contemplando la escena, desde la certeza de su seguridad personal, amurallado en palacio. Y Sánchez manipula esa democracia legítima y ejemplar hasta nuestros días para crear lo que él se inventa que es el verdadero 78. Pretenden fabular que la nuestra es una democracia imperfecta que no llega ni al nivel de las llamadas «democracias vigiladas» del mundo, categoría en la que estaban Singapur, Turquía, Marruecos y, en menor medida Jordania, entre otras.
El resultado de las políticas puestas en marcha por Zapatero, no suficientemente contrastadas por Rajoy y perfeccionadas, ampliadas y multiplicadas por Sánchez nos ha llevado a un régimen de apariencia democrática, pero claramente autoritario. Es un régimen de concentración de poder. En el régimen parlamentario, si la separación de poderes no es radical, gracias a la independencia de los diputados que conforman la mayoría, no hay verdadera separación de poderes. En España las mayorías del poder judicial dependen de las mayorías parlamentarias. En el Reino Unido nadie discute la independencia del poder judicial. El régimen parlamentario, en la mayoría de las democracias, tiende a concentrar dos poderes. En un régimen parlamentario, el poder ejecutivo necesariamente emana del poder legislativo, pero lo relevante es que en este régimen que tenemos en España, el poder ejecutivo controla el judicial y en la práctica controla el legislativo. Y si los tres poderes están en las mismas manos, dispuestas a dar lo que sea con tal de retener –algo más que nominalmente– esos tres poderes, España no será una democracia.
Y mientras tanto, Nerón sigue tocando la lira desde la Moncloa. No sé si será consciente de lo que puede costar sofocar un fuego que prende un campo castellano como el que rodea «su» palacio.