José Aejandro Vara-Vozpópuli

Sánchez dice defender la Constitución mientras contempla inerme la cacería desatada por sus socios contra la Corona

«Somos leales a la Constitución», le ha escrito Sánchez a sus discípulos, vulgo militancia. Está bien que lo pregone, y por escrito, a ver si alguien le cree. Hay dudas. Como el legionario y la muerte, Sánchez ha hecho de la mentira su más leal compañera. No se separan ni para dormir. Resulta estrafalario, por lo demás, que el presidente del Gobierno de una democracia occidental tenga que proclamar a los cuatro vientos su ‘lealtad’ a la Constitución y a las Instituciones. Es como si el Papa, salvando las distancias, compareciera en la Plaza de San Pedro para pregonar urbi et orbi que cree en Dios.

La lealtad de Sánchez hacia la Constitución es cuestión tan discutible como atribuirle rasgos de inteligencia al ministro Garzón o signos de honradez al danzante Monedero. Hagamos la prueba del algodón. De existir tal lealtad, Sánchez no compartiría el colchón de la Moncloa con Podemos, un partido sin más objetivo que dinamitar el edificio del 78, base de nuestra convivencia democrática. De existir tal lealtad, Sánchez no pactaría con las fuerzas centrífugas catalanas, que pretenden pulverizar esta nación de cinco siglos. De existir tal lealtad, Sánchez no suscribiría acuerdos con los asilvestrados concubinos de ETA.

Disfruta ahora en La Mareta de su triunfo. Acaba de desalojar de la Zarzuela y de expulsar de España a todo un Rey. Emérito, honorífico, pero Rey. Miembro de la Familia Real y con honores de tal

Disfruta ahora en La Mareta a cuerpo de rey de su sonoro triunfo. Acaba de desalojar de la Zarzuela y de expulsar de España a todo un Rey. Emérito, honorífico, pero Rey. Miembro de la Familia Real y con honores de tal. El presidente del Gobierno solo necesitó de dos adjetivos para lanzar sobre el cuello del rey padre a la jauría morada: Noticias «inquietantes y perturbadoras», subrayó. Ahí empezó la cacería, el hostigamiento, la persecución… que culminó este lunes con la carta del adiós.

Felipe VI cedió en el pulso. El Rey, mal asesorado y algo acoquinado, asumió una estrategia equivocada y consintió en precipitar el destierro light de su padre. «Volveré y pronto», promete a sus amistades el Emérito desde su escondrijo. Sánchez sonríe malicioso con esa mueca granítica y amoral que le persigue hasta el belfo. El Rey ‘fugado’. El Rey ‘huído’. Esta es la victoria. Esfumarse, como ha hecho don Juan Carlos, es la primera muestra de inculpación. Es el germen de nocivos efectos en la Corona. Un rey que huye es un rey culpable de cobardía, convicto de latrocinio e indigno de compasión. Qué error. Qué jugada tan errada, qué mayúscula torpeza. «Tenemos el deber de salvarnos», decía el rey del informe Brodie. «Pero no a cualquier precio».

La causa monárquica queda malherida. Felipe VI ha trastabillado en el principal envite. ¿Era necesario sacrificar la pieza del Rey padre, que ni está procesado, ni imputado, ni acusado? Se rindió a la presión de Moncloa, del intrigante Iván y la retadora Calvo. Sánchez, con habilidad supina, evitó sumar a Iglesias al convite para aliviarle del compromiso y poder así agitar su furia. Las hordas moradas, encogidas en las urnas y en los tribunales, andan de nuevo sueltas. Veneran a un dios cuyo nombre es Estiércol. Por eso braman, exultantes. Es su función en el Gobierno, ejecutar el trabajo sucio que Sánchez les encomienda. Los descamisados martillean sobre la cabeza de la corona con tal estrépito que apenas se escucha el clamor del ejército de los muertos de la pandemia y el llanto de los desempleados de la crisis.

Ahora el gurú experimenta con la Monarquía, un entretenimiento de mayor riesgo porque es el edificio del Estado lo que está en juego

Redondo imaginó y maquinó la atropellada exhumación de Franco y funcionó. Carnaza para las teles durante unas semanas. Paletadas de odio contra la derecha y mensajes hipnóticos a esta España zombi. Ahora el gurú experimenta con la Monarquía, un entretenimiento de más riesgo porque es el edificio del Estado lo que está en juego. La vandalización de los símbolos se ha puesto en marcha. Ayuntamientos socialistas, comunistas, separatistas, derribarán placas y estatuas de la Familia Real. En paralelo, aquelarres en los Parlamentos y en plenos municipales. Tezanos se suma a la romería e introducirá el referéndum sobre la forma del Estado en el próximo CIS.

Con un solo gesto, con una sola palabra, con el mero movimiento del dedo índice, ‘Su Persona’ podría detener esta enloquecida apoteosis. No lo hará. Sánchez jibariza la figura del monarca para reducirlo a una figura decorativa, un mero comparsa, sin predicamento ni voz. La otra cara del Rey que pronunció el histórico mensaje del 3 de octubre contra el golpe en Cataluña. Un jefe de Estado ornamental, un holograma con corona. Seguirá proclamando Sánchez, eso sí, que «somos leales a la Constitución» mientras embadurna con brea las antorchas de sus socios con las que prenden fuego a cuarenta años de la mejor Historia de España.