José Alejandro Vara-Vozpópuli
«Si usted fuera alemán», fue la muletilla de la sesión de control. Sánchez planteó un Gobierno disparatado y febril, con Vox de protagonista
Caídos por la gripe o por la agenda propia, ni madame Francina ni Sandiego Obascal (Trump dixit) concurrieron a la performance de control semanal al Gobierno. Sánchez no pareció echar de menos a la primera (el comisario político Gómez de Celis asumió el mando) pero sí al segundo, a quien nombró ya en su primera intervención. “Un ejercicio de abstracción (sic)”, le planteó a Feijóo. Una fábula distópica, cabría decir. “Vamos a imaginar que el 23 de julio de 2023 el PP hubiera sumado con Vox, tendríamos de vicepresidente del Gobierno al señor Abascal defendiendo los aranceles de Trump contra Europa y al señor Pons (González) de ministro de Exteriores diciendo que el presidente de los EEUU es un ogro naranja, lo dijo él, je, je, je…”
Es todo lo que dan de sí los nuevos libretistas de la Moncloa, chistes de vomitorio de estadio de fútbol de tercera regional. La semana pasada fue la cripto de Milei. El nivel decae.
También se acorta la presencia de Sánchez en el Hemiciclo, esta vez desapareció en el minuto 19,43. No llegó a los 20, un récord. Si Manet pensaba que sólo hay siete minutos en el día para captar la verdadera luz, “ese efecto fugitivo”, Sánchez estima que con 80 minutos al mes en el Hemiciclo le basta y sobra. Tampoco presidió esta semana el Consejo de Ministros, pese a que su agenda aparecía vacía. Quizás el viaje de vuelta desde Kiev se le complicó. O es que ya pasa decididamente de asistir a las tediosas reuniones tanto del Legislativo como del Ejecutivo, esos incómodos artefactos tan sólo útiles para repartir cargos y nóminas entre los propios.
Yolanda Díaz, espitosa y madrugadora, fue el primer miembro del Gobierno en aposentarse en la bancada azul. Guapa a rabiar. Llegó luego el presidente, que para no tener que cruzar palabra con ella, optó por entablar diálogo con Patxi López, a quien generalmente ignora. Más bien, desprecia. Apareció al fin MJ Montero, sin progresos con su coiffeur, y se instaló en su escaño, entre el número 1 y la número 3. Una tregua. Se repitió el guion de la pasada semana, pero con menos tensión. Apenas una mirada entre ambas, ni un amago de conversación, ni un aplauso de compromiso. ¿Sonrisas? De asco. Sumar había votado la víspera contra la ley del Suelo del PSOE y a favor de otorgar la nacionalidad española a los saharauis. No estaba el día para guiños y pamplinas.
Margarita Robles algo trama. Y no precisamente en su negociado castrense. Más bien, en el judicial. Hay estos días nombramientos en las salas Supremo y su apadrinada Perelló está moviendo piezas que no agradan a Pumpido. Hay más movimiento en las togas que en el banquillo de Carletto.
El Gobierno nunca fue una familia unida, pero ahora parece un remake de El honor de los Prizzi. Apenas se saludan, conversan lo justo, cotillean en pequeños grupitos, con disimulo, a hurtadillas, mientras vuelan los cuchillos. Mónica y Madre, por ejemplo, permanece aislada en su rencor, como si todo le fuera mal. Yolanda sólo conversa con sus sumarios miembros. Ángel Víctor Torres ofrece ese gesto severo de quien ha de decidir qué encargará en su última cena antes de la ejecución. Marlaska deambula abstraído a vueltas con su vida interior. Bolaños es el retrato de hombre menguante y las distintas señoras del Gabinete apenas dan muestras de existir. Eso sí, los aparatosos pendientes de Ana Redondo recuperaron su estridencia, luego de la discreción del martes en el Senado. Margarita Robles algo trama. Y no precisamente en su negociado castrense. Más bien, en el judicial. Hay estos días nombramientos en las salas del Supremo y su apadrinada Perelló está moviendo piezas que no agradan a Pumpido. Hay más movimiento en las togas que en el banquillo de Carletto.
El tema del día era ese absurdo debate sobre si ‘condonar o condenar’, otro de los hallazgos del Ala Oeste que ha puesto en danza Pilar Alegría. Algo tenía que hacer esta pobre dama. Diego Rubio, el jefe de la sala de máquinas de la Moncloa, el chico listo de la prospectiva cuántica, debería cesar a su troupe de asesores y contratar a los amanuenses de Aznar, que lo bordan. Véase el opúsculo de Faes contra Vox.
“La diferencia entre España y Alemania es Pedro Sánchez”, fue la respuesta. Ione Belarra, afectada por el virus Monedero, exacerbó el tono y acusó a Sánchez de que “será el responsable de que los fascistas entren en Moncloa”
Nuevamente, MJ Montero acaparó la atención y los reproches. De todo hubo. Los intervinientes del PP (no ‘interventores’, señora vice-uno) dedicaron un nutrido rosario de venablos con desigual fortuna. “No es usted Harry Potter” (Cuca Gamarra). “La dama de los Eres, la señora de la trama”. (Miguel Tellado). “Delegada del independentismo” (Elías Bendodo). “Da igual cuándo chille, sigue siendo mentira” (Ester Muñoz). “Perla negra” (Borja Sémper). La interpelada respondía con una lectura apresurada de tarjetitas rebosantes de insultos, acusaciones, Bárcenas, Ayuso, la hermana de Feijóo, quien maneja su barca, la Gurtel, los martillazos y demás fruslerías que ya repite en cada choque verbal con sus rivales. Esta señora está desfondada. Desde que Sánchez la parachutó rumbo a Andalucía, se la ve renqueante, avinagrada, toda ella un retrato del resentimiento y la desesperación. Su jefe apenas la consuela, casi ni le dirige la palabra y sus pares ni la miran. Condenada a defender las órdenes de Puigdemont, se ha tenido que tragar sus palabras como balas y ha perdido esa gracia natural que adornaba su verbo, tan airoso.
Apenas se habló de Ucrania. Algo de Alemania. “Rompa usted con la ultraderecha como han hecho en Alemania”, le espetó Sánchez a Feijóo. “La diferencia entre España y Alemania es Pedro Sánchez”, fue la respuesta. Ione Belarra, afectada por el virus Monedero, exacerbó el tono y acusó a Sánchez de que “será el responsable de que los fascistas entren en Moncloa”.
En la prescindible jornada, se registraron dos episodios vascos reseñables. El presidente del Gobierno se erigió, inopinadamente, en jefe de claque de Aitor Esteban y dirigió, en pie, una ovación cerrada al líder del PNV que abandona la Cámara para dirigir su rebaño desde bilbao. Fue el agradecimiento con carácter retroactivo por la aviesa puñalada a Rajoy de hace siete años. El homenajeado, jesuítico y farisaico, hacía pucheritos en euskera. Un Otero de Bildu, un malviviente, miembro de la cofradía de las alimañas, reclamó algo al ministro de la Memoria sobre los muertos en los sucesos de Vitoria de 1976, de cuando Fraga. Raudo, Torres, el de las ‘señoritas’, corrió a besarle los pies.