ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • El socialista lucha con todas sus armas para defender el cargo. El popular lo contempla como una pesada carga de responsabilidad

Las comparecencias televisivas previas a las elecciones nos dan la oportunidad de comparar al presidente del Gobierno con el aspirante a La Moncloa en un mismo terreno de juego, sometidos a reglas iguales (a diferencia del Senado, donde el reloj y el árbitro han jugado claramente a favor del primero), enfrentados a entrevistadores ecuánimes y obligados a salir de su zona de confort. El ejercicio resulta tremendamente esclarecedor. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo son tan distintos como puedan serlo dos seres humanos. Radicalmente antitéticos en las formas y en el fondo. Polos opuestos.

Si el hábito no hace al monje, al menos lo señala como tal. Y ahí nos topamos con la primera diferencia de calado. Al socialista le complace aparecer en mangas de camisa a fin de lucir un torso del que presume sin sonrojarse: «hago mucho deporte, soy ancho», dice con voz engolada, tuteando al presentador. Se gusta. Es más, se encanta. Tanto su atuendo como su forma de andar denotan tal engreimiento que acaso sea impostado. En esa dirección apuntan también una gesticulación excesiva y esa sonrisa de anuncio de pasta de dientes en la que es imposible hallar un atisbo de autenticidad. El popular lleva siempre chaqueta y a menudo la acompaña de una corbata discreta; se reviste de seriedad, cualidad a la que otorga la mayor de las importancias, y trata a su interlocutor de usted. El físico no parece preocuparle en exceso, aunque se conserva bien. Es natural, no pretende aparentar ser otra cosa que un trabajador disciplinado. Sonríe poco, apenas mueve las manos y emplea un tono monocorde, porque lo determinante para él es el contenido de su discurso, no las inflexiones de voz.

Sánchez usa y abusa de los pronombres personales. Yo, mi, me, conmigo… Habla constantemente de sí mismo, alardea de los que considera sus logros y se muestra verborreico hasta el punto de interrumpir al/la periodista que lo ha invitado. «¡Voy a ganar!», proclama ufano. Feijóo prefiere la humildad, escucha las preguntas y responde en nombre de «mi partido», «mi país» o «España», casi nunca en el suyo propio. Le preocupa no estar a la altura del desafío que tiene ante sí y prefiere la duda a la certeza: «si los españoles me votan…».

El gallego desgrana datos que se ha estudiado con rigor. Su oponente miente con descaro hasta para intentar ocultar sus propios embustes. «Yo nunca dije que no podría dormir con Podemos en el Gobierno». (Lo afirmó el 20 de septiembre de 2019, entrevistado por Antonio García Ferreras). Miente con tal naturalidad que una llega a preguntarse si es capaz de distinguir la mentira de la verdad.

Sánchez lucha con todas sus armas para defender el cargo. Feijóo parece contemplarlo como una pesada carga de trabajo y responsabilidad. ¿Quién le inspira más confianza, querido lector?