Vista ya con suficiente perspectiva, resulta merecedora de estudio la peculiar relación que mantiene Sánchez con la figura y la política del general Franco. Como primera cuestión, es innegable que lleva años practicando un acusado acoso a la memoria del personaje. La exhumación de sus restos, el veto para que sus familiares pudieran enterrarlos donde quisieran, la revisión toponímica que borra cualquier referencia en calles y plazas a la etapa de gobierno franquista, la permanente amenaza de ilegalización de la Fundación Francisco Franco… Todo pudiera hacer pensar que en Sánchez existe una obsesión anti Franco. Personalmente opino que nada más lejos de la realidad. Todo lo citado son instrumentos que el actual inquilino de La Moncloa ha utilizado para agitar las emociones de la derecha nostálgica del franquismo y exaltar el ímpetu de la juventud más derechizada con el fin de fortalecer electoralmente a Vox para así perjudicar al PP y favorecer al PSOE. De modo que obsesión antifranquista ninguna, utilización interesada de la figura del general, toda.
Pero voy más lejos. Si se analiza con pausa la trayectoria de gobierno de Sánchez puede deducirse que en realidad hasta siente una cierta admiración por el difunto general. Solo así puede explicarse que emule muchas de las actitudes y decisiones de Franco. Su desamor con la democracia liberal y sus valores más significativos -el estado de derecho o la separación de poderes- entronca más fácilmente con el franquismo que con la política seguida por los que, hasta él, han sido nuestros presidentes de Gobierno desde que existe la actual democracia. Su antisionismo, recientemente evidenciado, coincide con el que estaba presente en el más rancio discurso franquista. Su escasa simpatía por la institución monárquica y por sus representantes es plenamente coincidente con la que demostró Franco a lo largo de su mandato. Su obsesión enfermiza por la existencia de periodistas y medios de comunicación poco afines a su causa coincide con la que tenía el habitante de El Pardo.
Con todo, su reciente decisión de la entrada de capital estatal en la compañía Telefónica confirma que Sánchez también quiere emular a Franco en el control de la economía y de las empresas españolas. Ya dio un primer paso con la invasión de Indra, pero este desembarco en Telefónica certifica que aquello no fue un hecho aislado sino el inicio de la reconversión de la Sepi en un nuevo INI franquista. Ojo al dato, porque voces de su Gobierno ya reclaman nuevas invasiones empresariales del Estado en sectores como el farmacéutico, el energético o el bancario. Lo dicho, se exhuman los restos del General pero se rescata su ideológico INI que, no debe olvidarse, nació a imagen y semejanza del IRI italiano fundado por Benito Mussolini y creado en el marco político del fascio italiano. Todo el poder para il Duce, proclamaban los fascistas italianos, todo para el Caudillo dijeron los falangistas españoles, todo para Sánchez pretenden los sanchistas. Quiere decirse que, tras haber colonizado la casi totalidad de nuestro entramado institucional, el nuevo César de La Moncloa está ahora inmerso en el asalto al andamiaje empresarial español.
La excusa ideada para intentar justificar la invasión de Telefónica por Sánchez es falsa de toda falsedad. No hay otro motivo que no sea controlar la empresa
Por supuesto, para justificar la nueva atrocidad de Sánchez, sus dos gurús mediáticos ya han inventado una coartada que repiten robóticamente todas las Alegrías, Calviños, Monteros y todos los Puentes y Patxis que en el mundo existen. Según cacarean, el ataque a Telefónica obedecería al carácter estratégico que representa para la economía, la industria, la tecnología y la defensa nacionales y a la necesidad de preservar la españolidad de la compañía. Seamos serios, ni una ni otra cuestión se ponen en peligro por la entrada de capital saudí con un 5% en el accionariado de la sociedad. Aún más, si fuera así, bastaría con haber utilizado el escudo anti opas vigente desde 2020 y prohibir la entrada de los saudíes en la compañía. De manera que la excusa ideada para intentar justificar la invasión de Telefónica por Sánchez es falsa de toda falsedad. No hay otro motivo que no sea controlar la empresa como antes se controló Indra y como después se querrán control…
Los pasos estatistas dado por el Gobierno Sánchez y los que proyecta dar suponen desandar lo andado por España en el camino de la liberalización económica realizada entre el final del pasado siglo y el inicio del presente. Con el proceso de privatizaciones que entonces se llevó a cabo se recondujo al Estado hacia sus funciones naturales, abandonando la fracasada ilusión de la empresa pública y dejando que la actividad empresarial fuera ejercitada por la iniciativa privada. No es casualidad que al hacerlo, se redujeran las pérdidas empresariales del Estado, se lograra reducir la deuda pública, se consiguiera la internalización de las empresas españolas y se alcanzaran los mejores ratios económicos de nuestra historia. Ahora, y en cierto modo recreando la fábula de Penélope -tejer de día, destejer de noche-, Sánchez se dedica a emular a Franco y a Mussolini propiciando que España retorne a la negrísima noche de las empresas públicas, paraíso de los políticos, cielo de los sindicatos y garantía de fracaso económico.