Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • Si no se les para, irán acercando España a la condición de Estado fallido

Esta prenda, añadieron, tenía la especial / capacidad de ser invisible para cualquier / estúpido o incapaz para su cargo. “El rey desnudo”, de C. Andersen

Desbordado por los hechos, Pedro Sánchez es ya más materia de psiquiatras y psicólogos que de la teoría política. Hay que estar muy enajenado para, a raíz del encuentro de Illa, calificar como “acuerdos de Bruselas” las concesiones al prófugo. ¿Un pacto internacional, una suerte de Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial? O, en el mismo tenor de desorden mental, presumir de gobernar con “estabilidad política”, él. Se podría decir: como ayer se comprobó en Barcelona, este hombre no sabe quién es. Para mantener en pie tanto desvarío, todo el sanchismo depende de una maquinaria de propaganda consagrada a crear día a día marcos mentales que fanaticen a los seguidores. Un ejemplo: quien no las califique como ‘genocidio’ está apoyando las matanzas de civiles en Gaza. Felipe González, incluido. ¿No es una locura? Para comprobar en qué ha derivado el PSOE, véanse las opiniones de los líderes socialdemócratas europeos Mette Frederiksen y Manuel Valls. La primera ministra danesa ha retratado a Sánchez como un gamberro que anima a matones a impedir un acto deportivo: “Destruye el deporte y, a la larga, la democracia”. El ex primer ministro socialista de Francia le ha acusado de prevalerse de la matanza para sacar rédito electoral.

La democracia española corre el riesgo de normalización de la demagogia en la vida política del país. El método: convertir en banal cada acto del Gobierno incompatible con los requisitos de un sistema democrático. Tanto que se trivializan apoyos explícitos al terrorismo de Hamás desde el Consejo de ministros –“desde el río hasta el mar”-. La maquinaria de propaganda al servicio de Sánchez ha llegado hasta la especialización de productoras de contenidos televisivos con esa única función. Fíjate en los contratos de RTVE y comprobarás que absolutamente todos tienen por objeto banalizar cada acto antidemocrático del sanchismo. El trabajo de Intxaurrondo y compañía no es para convencerte de algo -amnistía no, amnistía sí-, sino para lograr que no veas diferencia entre verdad y mentira. Reciben dinero público para producir falacias a escala industrial, basadas sobre todo en la sustitución de argumentos por emociones; ayer Franco, hoy Gaza, mañana…. Un ejemplo. Hace unos días, en un “informativo” de La Sexta, pasaban directamente de “Ayuso concede una medalla a La Vuelta ciclista” a “Ayuso apoya el genocidio”. No hay hechos, solo interpretaciones, las que convengan.

Banalizar lo antidemocrática

Nada que no sea conocido. Nadie estudió esta mutación de la política democrática en demagogia como la pionera de la teoría política moderna Hannah Arendt. En su gran obra Los orígenes del totalitarismo -versión derechista (nazismo) e izquierdista (comunismo)- estableció un test para identificar al líder demagogo. Se resume en tres preguntas: si se persigue desde el poder toda disidencia; si se apela a emociones intensas para manipular la opinión pública; y si se debilitan sistemáticamente las instituciones democráticas, espacialmente la división de poderes. Comprobarás que el sanchismo cumple al 100% con las tres, sobradamente. No es democracia, es demagogia. Mira cómo se banaliza la práctica antidemocrática de anular sistemáticamente las preguntas de control al Gobierno con los habituales “manzanas traigo”. La fiscalización al gobierno -central en democracia- se frivoliza bajo toneladas de falacias lógicas esparcidas con profesionalidad plató a plató. Todo el activismo sanchista explota la banalización, útil para un Gobierno que se salta todos los guardarraíles de la democracia liberal. Hasta aquellos a los que se les supone solvencia intelectual participan en el aquelarre antidemocrático. Como Josep Borrell -cada día más sanchista-, cuando descalifica la necesidad de aumentar el gasto en Defensa frente a Putin o califica como “teofascismo” a la democracia israelí.

Si no se les para, irán acercando España a la condición de Estado fallido. Cediendo a golpistas la política de inmigración o boicoteando a los policías en sus funciones de control del orden público. O en un caso de libro, con el embargo de armas a Israel, obviando las consecuencias para la Seguridad Nacional. Cuando los profesionales de la Defensa y de la industria advierten al Gobierno de cómo esa iniciativa sirve para desarmar a España, y no a Israel, banalizan hablando de “complejidad técnica” para un caso obvio de uso de la seguridad de los españoles como material de propaganda. Sí, una locura. ¿Respuesta? ¡Pensamiento crítico! De nuevo, Andersen: Finalmente, un niño dijo: “¡Pero si va desnudo!”.