Cristian Campos -El Español

Sabes que uno de los candidatos ha barrido al otro cuando te ves obligado a poner el freno de mano en los titulares de tus artículos para no hacer sangre con el presidente del Gobierno.

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Dejémoslo en que Pedro Sánchez desaprovechó su oportunidad entrando por voluntad propia en todos los marcos que le convenían a Alberto Núñez Feijóo: el Falcon, el «que te vote Txapote», las inexplicables cesiones a Marruecos.

Como dice Ana Zarzalejos en su columna, Sánchez perdió contra Sánchez.

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Pero la gran pregunta es ¿de dónde salía la idea de que Sánchez era infinitamente superior a Feijóo en los debates cara a cara? Porque hasta ahora, Sánchez sólo se había enfrentado al líder del PP en esos debates en el Senado donde el presidente dispone de tiempo ilimitado y su contrincante, sólo de unos pocos minutos. ¿En ese uso y abuso de los tiempos se basaba el mito de la supremacía de Sánchez? ¿En unos cara a cara en los que uno de los contrincantes puede hablar, literalmente, durante horas sin que el otro pueda responderle? ¿Esa era toda la base fáctica del mito?

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¿O era en esas entrevistas con Carlos Alsina y Ana Rosa Quintana donde el presidente se negó a contestar una y otra vez de forma recta las preguntas de los entrevistadores? ¿O en esa entrevista en El Hormiguero donde Feijóo, ese presunto hombre de provincias aburrido e incapaz de gestionar una mercería, logró una mejor cuota de pantalla que Sánchez pero, sobre todo, consolidar una imagen mucho más presidencialista que la del propio presidente del Gobierno?

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El mito del Sánchez invencible en los debates cara a cara fue triturado ayer de la misma forma que aquel otro mito, el del Sánchez infalible en unas urnas de las que, en realidad, siempre ha amanecido con resultados pésimos. Lo expliqué en la primera entrega de estas Maldades de campaña: las urnas nunca han premiado a Sánchez, al menos directamente. Lo ha hecho la mesa de negociaciones.

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Tiene mucha suerte Sánchez de que Feijóo haya aceptado sólo un debate y no seis. A la vista del resultado del debate de ayer, lo mejor que le podría haber pasado al presidente es que no se hubiera celebrado ni uno.

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Era el propio PSOE el que defendía la idea de que este debate era la clave de las elecciones del 23 de julio. La de que todo se iba a decidir este lunes. Por supuesto, a favor del presidente del Gobierno, cuyo único problema iba a ser controlar su aplastante superioridad sobre Feijóo para no parecer un abusón.

A los diez minutos, Sánchez ya estaba fuera de sí. Si este era el evento decisivo para las elecciones del 23 de julio, Feijóo ya puede ir tomándole las medidas al colchón de la Moncloa.

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No habrá revancha. Sánchez puede dar gracias a Dios.

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En realidad, en un cara a cara el contenido es absolutamente irrelevante. El debate lo ganan las percepciones. Es decir, aquel de los contrincantes que ha transmitido una imagen de mayor serenidad, autocontrol y solvencia. Y ayer no hubo color, por más que el PSOE pusiera su maquinaria mediática a trabajar inmediatamente después de acabado el debate. No convencerán a nadie que no lo estuviera ya de antemano.

Ayer, los españoles pudieron contemplar al Mago de Oz tras la cortina.

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Vox ha tumbado por segunda vez la investidura de López Miras en Murcia. Las elecciones del 23 de julio dictarán sentencia. Si el PP supera con claridad los resultados del pasado 28 de mayo en la comunidad, López Miras será presidente con la abstención de Vox. Si el resultado es igual o peor, los murcianos irán a segundas elecciones. Porque, obviamente, Vox no irá a segundas elecciones para sacar un peor resultado que el 28-M.

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¿Cuál es el plan de Vox en Murcia? Aparentemente, ninguno más allá de demostrarle a Feijóo lo que Abascal sería capaz de hacer en el Congreso tras el 23 de julio. Es decir, abortar la posibilidad de una alternativa a Sánchez si no se les da todo lo que pidan.

Empieza a flotar en el ambiente la sospecha de que un hipotético gobierno de Feijóo con Vox tendría los días contados porque los de Santiago Abascal intentarían reventar la coalición desde el día 1. ¿Vamos a elecciones anticipadas en 2025?

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El PP ha de empezar a hacer las paces con una idea que comprobará poco a poco en sus carnes con el transcurrir de los meses. Vox prefiere que gobierne Pedro Sánchez a que gobierne Alberto Núñez Feijóo, incluso aunque lo haga en coalición con el propio Vox. Porque el objetivo de Vox no es convertirse en el Unidas Podemos de Feijóo, sino en la Meloni de España. Y para que eso ocurra, el PP debe desaparecer.

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¿Quién dice que la compra de votos está prohibida en España?

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Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, llega a la Cumbre Europea de Ministros de Medio Ambiente en bicicleta. La escoltan dos coches blindados. En uno de ellos, un ¿funcionario? le hace fotos a la ministra Ribera para demostrar su compromiso ecologista. ¿Ribera ha llegado en bicicleta pedaleando desde Madrid, o se ha subido a ella cincuenta metros antes de llegar al lugar donde están las cámaras de TV?

A veces los políticos ponen muy difícil no hacer demagogia.

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A día de hoy, y a la vista de los sondeos publicados por los medios (incluido EL ESPAÑOL) este lunes 10 de julio, sólo hay dos opciones sobre la mesa.

O un gobierno de Alberto Núñez Feijóo en solitario o con algún tipo de apoyo de Vox, o un bloqueo parlamentario que nos conduzca a segundas elecciones en otoño. La pregunta es cuántos españoles en el centroderecha preferirían ir a segundas elecciones antes que ver un gobierno de coalición con Vox.

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Veo más rechazo en los medios de centroderecha a Vox del que han sufrido jamás Unidas Podemos, ERC o la misma Bildu en los medios de izquierda. La superioridad moral hace mucho tiempo que cambió de bando en España.

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¿Quién paga estas pancartas? Porque baratas, desde luego, no son.