- Sánchez convirtió un debate sobre crisis energética en un ataque furibundo contra Feijóo, con un ensañamiento tan excesivo y fuera de lugar que rozó lo paranoico
«Su intervención no es propia de un presidente». Alberto Núñez Feijóo, sereno y, consciente de la gravedad de la situación del país, pulverizó a Pedro Sánchez en su turno de réplica en la despareja contienda del Senado. El presidente del Gobierno, inestable e irascible en los modos, de prosa inconexa, gesto nervioso, risitas bobas en el escaño, algún insulto susurrado a su vicepresidenta como un escolar maleducado, erró en su estrategia y convirtió un repaso al negro horizonte económico en una sesión de ensañamiento desaforado contra su interlocutor.
Fue en la respuesta al breve discurso del líder de la oposición (urgido de forma inaceptable por el presidente de la Cámara) cuanto Sánchez se mostró fuera de sí, alterado, grosero, faltón y con una preocupante pérdida de papeles. Tan poco armada llevaba su respuesta que se enredó en reproches al líder PP por calificar de ‘ilegítimo’ al Gobierno socialcomunista, o por esgrimir a ETA como argumento, a las víctimas como baza argumental, o el recurso del Falcon cuando a nada de eso se había referido Feijóo en sus palabras. «Se ha equivocado de debate, su señoría», susurró un diputado opositor..
Lo más grave vino después, cuando Sánchez se empeñó en lanzar una desquiciada descarga contra Feijóo, con tal ensañamiento que rozó el esperpento. Lo tachó de insolvente, de mala fe, de inútil, de «saber lo justito de impuestos», de haber incurrido en miles de patinazos y, lo que resultó más estrambótico, de haber dejado Galicia hecha un estercolero después de cuatro mayorías absolutas. O sea, le va enseñar a Benzemá a meter goles. Culminó su diatriba con la extravagante acusación de que han sido ‘las empresas y sus terminales mediáticas’ quienes le han puesto al frente de Génova, aseveración tan peregrina que movió a al aludido a responder con un tajante: «Desprecia usted a los cientos de miles de votantes y militantes del PP y a la propia democracia». Un brillo de desesperación cruzó entonces la mirada de Sánchez, protagonista de su tarde más aciaga y reprobable.
«Cese usted a los ministros que no ha nombrado y a los que no están a la altura y busque el apoyo del principal partido de la oposición». Una sugerencia razonable, propia de las urgencias de un cuadro económico desesperado
Feijóo, en un estado de perplejidad compartido por buena parte del Hemiciclo, prosiguió con ese tono tranquilo propio de la casa y lanzó una oferta y un reto. «Cese usted a los ministros que no ha nombrado y a los que no están a la altura y busque el apoyo del principal partido de la oposición». Una sugerencia razonable, propia de las urgencias y necesidades de un país que se enfrenta a un horizonte de angustia. Convocó a Sánchez a pactar un plan económico, a estudiar juntos un proyecto energético, a repasar la propuesta que el PP le ha enviado a la Moncloa, en suma, a colaborar como las circunstancias requieren a las fos fuerzas mayoritarias en una coyuntura como la presente. Sánchez se reía en el escaño, como un zombi, poseído por alguna extraña afección, un mix entre el disparate y la soberbia. «Para hacer de oposición, sólo ha de esperar a las próximas generales», sentenció Feijóo al cierre de sus palabras, en las que había repasado todas las incoherencias, trampas y pifias que ha desarrollado el Ejecutivo desde que llegó al poder.
Lo de menos es reseñar que el líder gallego resultara triunfante en este extraño pulso parlamentario en el que uno habló dos horas y media y el otro apenas 20 minutos. Lo preocupante es la actitud que exhibió Sánchez en su disparatada monserga en la que apareció con la actitud de un bonapartín sonámbulo y desmadejado, ofendidito porque su rival le había mentado El otoño del patriarca. ¿Quién se puede ofender porque cite a un premio Nobel como García Márquez», le espetó el gallego. Seguramente, quien no lo ha leído. Hay que cambiar raudamente de asesores en Presidencia. Aquello está a cargo de una gavilla de incompetentes que llevarán a su jefe al precipicio.
Intenta recuperar el estilo de guerrillero audaz de aquellas ardientes primarias del PSOE, cuando, armado de un par de frasecillas y encaramado en un utilitario, derrotó al aparato de Ferraz
En su retorno al pasado, en su empeño de recuperar su vieja imagen de rebelde con causa, izquierdista extremo, justiciero contra los poderosos, velador de los olvidados, perseguidor de señores gordos con puro, ciénagas del IBEX, el líder del PSOE ha optado por aligerar su mensaje hasta convertirlo en una ametralladora de eslóganes vacíos, una letanía de sonoras oquedades. Convertido en el salvador de la ‘clase media trabajadora» (¿hay otra?) intenta repescar el estilo de guerrillero audaz de aquellas ardientes primarias del PSOE, cuando, armado con un par de frasecillas (‘no es no’) y encaramado en un utilitario, derrotó al aparato de Ferraz y recuperó los galones de secretario general, de los que había sido despojado a causa de su radicalismo adolescente.
La versión de político prudente, sensato y juicioso queda reservada para los desplazamientos al exterior, cuando se disfraza de líder europeo y se camela a dos políticos alemanes amateur, Ursula y Scholz, aunque con Macron apenas logra algo más que avivar su odio eterno hacia el vecino del sur y su maldito MidCat. El debate del Senado ha evidenciado la tormenta de nervios que sacude la Moncloa. Desde el tropezón electoral madrileño y la severa derrota andaluza, apenas ha logrado perfilar una estrategia ganadora. Si a ello se suma la disparada inflación y el caos en materia energética se redondea un paisaje tan desolado como los que dibuja la perturbada protagonista de Estoy pensando en dejarlo.
El peronismo fullero y tramposo
Acogotar a la oposición, esos ‘profetas de la catástrofe’, zarandear a la clase empresarial, domeñar el edificio de la Justicia (Feijóo le echó en cara sus intempestivos ataques a los jueces), arremeter contra ‘esos determinados poderes que manejan terminales políticas y mediáticas’, esos ‘cenáculos madrileños’ supuestos dueños del país y -nuevo en el libreto- señalar a las empresas y los medios que han colocado a Feijóo al frente del PP, no parece la fórmula más razonable para recuperar el pulso perdido en los sondeos. Más bien se antoja el sendero que conduce a la corte de los horrores de Cristina Kirchner, al peronismo fullero y feroz.
Carece Sánchez, y así lo demostró este martes, de proyecto alguno para España, cuestión que sin duda apenas le preocupa. El único interés que le mueve es el propio, el de su futuro político, bien en la Moncloa, ya muy difuso, o en alguna alta poltrona europea. Es incapaz de hilvanar una propuesta ilusionante o una iniciativa de futuro. Es el campeón del cortoplacismo, ayer el Valle de los Caídos, hoy las empleadas del hogar, mañana quizás Birmania o la energía verde que te quiero. Su prioritaria obsesión es hacerse con el control del Tribunal Constitucional, Conde Pumpido mediante, para asegurarse el apoyo de ERC hasta el final de la Legislatura. Esto es, para entregarle a sus socios independentistas una Justicia propia, una fiscalidad de Estado y un referéndum de independencia. Maniatar al tribunal de garantías para que no se repita lo ocurrido en tiempos de Zapatero. A Bildu ya le ha servido en bandeja su reclamo sobre el retorno de los terroristas con sangre. Que te vote Txapote.
Hay que sobrevivir a la tembladera de la rentrée, al creciente enojo social, a las impacientes penurias familiares y, muy especialmente, al desánimo colectivo ante un horizonte sin futuro
Ahora tratan de recuperar el aliento de cara al superdomingo de mayo, cuando todo se decide. Hay que sobrevivir a la tembladera de la rentrée, al creciente enojo social, a las impacientes penurias familiares y, muy especialmente, al desánimo colectivo ante un horizonte sin futuro. En Argentina lo han apañado con un show en torno a un magnicidio frustrado y sospechoso. Moncloa aquí lo tiene más complicado porque lo de revestir a su líder de corajudo e indomable robinjud no parece que funcione.
Ni siquiera diez días de tregua
Sánchez ha pretendido zarandear a Feijóo como si el PSOE no llevara ya cuatro años gobernando («no me han dado ni los cien días de tregua rigor», se quejaba, fuera de todo punto de sensatez, como si acabara de llegar a la Moncloa), como si el socialismo fuera la oposición y la derechona estuviera al mando. Otra artimaña que ya no rula. La sociedad española se sacudió la idiocia al mismo tiempo que se despojó de la horrible mascarilla. El agobiante alud de las facturas del super y el recibo de la luz le han despertado de la hipnosis pandémica. Tantas mentiras ya no funcionan, tantas trampas ya no cuelan. ¿Señor Sánchez, no es usted capaz de decir una verdad siquiera cuando miente?