Tienen miles de suscriptores en Youtube, TikTok y Spotify. A usted quizá esto le suene a chino, pero están haciendo furor. Se trata de dos jóvenes de veintitrés años, María de los Ángeles Maturana y Carlos Peguero, responsables del podcast de moda “La Pija y la Quinqui”. Y su target es justamente el que busca Sánchez: voto joven urbano deglutidor de orgullos, cambios climáticos, mantras izquierdistas al uso, paguitas y empoderamientos varios. Lo cierto es que lo están petando y al monclovita, que no es tonto, le faltó tiempo para aceptar la invitación que le hicieron para charlar de lo divino y de lo humano.
Ese es, posiblemente, el elemento más destacado del producto, una conversación décontracté sobre temas personales tipo sexo, cuernos y demás al más puro Broncano Style. Es el paradigma del periodismo, si es que lo fuera o fuese, de nuestros tiempos. Epidermis, sin meterse en honduras porque pa qué. Y no digo que no, que para eso Gide decía que la profundidad está en la piel y dice más, en no pocas ocasiones, saber cuánto ha follado una persona en el último mes que su currículum vitae que, por otra parte, suele ser algo tan volátil y manipulable como una pajarita de papel hecha con papel de liar.
Su target es justamente el que busca Sánchez: voto joven urbano deglutidor de orgullos, cambios climáticos, mantras izquierdistas al uso, paguitas y empoderamientos varios. Lo cierto es que lo están petando y al monclovita, que no es tonto, le faltó tiempo para aceptar la invitación
Es curioso que La Pija y la Quinqui hayan cursado invitación al Figura, porque suelen traer a personas del mundo del espectáculo como Rosalía, Nathy Peluso, Channel o Chenoa, ay mi Chenoa, manojito de claveles. O a lo mejor es normal, porque Su Pedridad ha abandonado el rol de candidato a la presidencia del gobierno por el de cantante melódico que está de gira promocionando su último disco. Al menos, eso parece tras su paso huracanado por El Intermedio o El Hormiguero exhibiendo su pintón de guapo de teleserie venezolana, su sonrisa impostada, su mandíbula de Supermán y su apabullante y mal educadísimo verbo arrollador que no permite a nadie decir ni mú. Y como anda Sánchez más mosqueado que Irene Montero escuchando la canción “Qué pasó, que pasó Yolanda”, el tío aprovecha toda ocasión para contar su milonga. Las encuestas van como van y, aunque a servidor le parezca que quienes en el PP o VOX cantan victoria están pelando al oso antes de cazarlo, Sánchez sabe que un giro de guión a media campaña puede conseguir, no que gane él las elecciones, sino que las pierda el PP. Ojito con esto que no es lo mismo aunque lo parezca.
Y ahí lo tienen, respondiéndole a La Pija y la Quinqui que sí, que acudirá de mil amores a su podcast, que le digan cuándo y dónde y allí irá. No es ninguna tontería dejarse caer por un formato que, reconozcámoslo, es el que más consumen los jóvenes, singularmente aquellos que van a votar por primera vez, ayunos de historia de España y sobrealimentados por una educación basada más en la consigna izquierdo separata que en los hechos. Yo no sé si Feijoó o Abascal deberían acudir a un programa como éste, repetimos, un auténtico fenómeno viral. Que el electorado de menos de treinta años lo va a ver, fijo. Será interesante, ya que de asuntos personales se trata, ver si le preguntan a Pedrete sobre su vida particular. O si el susodicho se trae el cuestionario debajo del brazo.
Da igual, porque lo sustancial es que los partidos se están matando por los debates, cuando el futuro ya está aquí: redes sociales, señores, redes sociales. Esos son los hábitos de consumo mediático de los que en diez o veinte años han de dirigir España. Los que ya no ven la tele convencional ni escuchan la radio más que en podcast. La Pija y La Quinqui, he ahí la realidad. Y nosotros, mientras tanto, reivindicando La Clave. No estamos en el siglo.
Ahí lo dejo.