- Despidió el año Sánchez con una kermés de limosnería y dádivas con las urnas en el horizonte. Ni un anuncio que abone el crecimiento. Fatuidad egocéntrica, verborrea mitinera
‘Felipe el de las mercedes’ bautizó el ABC de Anson al entonces presidente González. Obsequiar dinero público a determinados segmentos sociales en tiempo electoral no es cosa de ahora. Una tradición socialista. Y peronista. Allá, en cuanto asoman las urnas, los caciques de la mafia kirchnerista se afanan en sembrar las ‘villas miseria’ de inmensos cargamentos de heladeras, bicicletas, bonos de alimentos y ‘planes’, o sea, las ‘paguitas’ de acá.
Pedro Sánchez despidió el año con una representación en su más puro estilo de prepotente fatuidad, sobrado de embustes y empachado de jactancia. Su estilo brujuleó entre la tergiversación y la máscara, como escribiría Orwell. Poca sorpresa en quien ha hecho de la mentira su norma y de la trola su ley. El balance del 2022 resultó un compendio de maravillas, quizás exageradas para quienes han compartido perímetro geográfico, que no vital, con el pinturero caudillín. El resultado fue una jaculatoria polvorienta, un desvergonzado mitin desde la sala de Prensa de la Moncloa. Lo que viene siendo el estilo de la casa enfangada. Una apología superlativa sobre la divina gestión de su persona.
No es cierto casi nada de lo que dijo. Excepto que convocar un referéndum independentista es inconstitucional. Razón por la cual, obviamente, Aragonès cumplirá su anuncio de celebrarlo este 2023
Parecía sobrevolar en su Falcon a una audiencia rendida de fervor, entregada con entusiasmo a su engolada prosodia. Renunció hace siglos a la incómoda ética, si es que llegó a conocerla. Despreció con asco los rigores de la moral, estúpida conducta para los pobres. Sánchez se apareció ante los medios en un avanzado estado de autocracia , como esos hirsutos patriarcas del altiplano con los que detesta que lo comparen. Atacó con febril insidia a la oposición, sin turno de réplica, en afirmaciones fuera de contexto. «Feijóo es como Casado, se esperaba algo más, ha decepcionado a sus votantes». Se burló sin contemplaciones de los periodistas allí presentes con afirmaciones tan peregrinas y alejadas de la realidad que movían al rubor. En especial, cuando le preguntaron sobre si es consciente del hundimiento de su credibilidad. «Ah, pero el PP…»
No es cierto que el canon europeo exige el abaratamiento del delito de malversación. No es cierto que Cataluña esté mejor ahora que en 2017. Quienes están mejor son los golpistas. No es cierto que la economía española sea ‘la más avanzada» de la UE. No es cierto que el desempleo juvenil haya bajado un 30 por ciento. No es cierto casi nada de lo que expresó en su cántico pascual, excepto que convocar un referéndum independentista es inconstitucional. Razón por la cual cabe pensar, sin átomo de duda, que Aragonès podrá cumplir su promesa de celebrarlo este 2023, tal y como el petit president desveló en el mensaje navideño a su petit país.
Platita y dádivas
Entramos en año ‘muy intenso’, apuntó. Electoral por más señas. Motivo por el cual, el oficiante de la kermesse postinera se empeñó en anunciar un despliegue populista de limosnas y espejuelos, socorritos y caridad con el que tranquilizar los esquilmados bolsillos de ‘la clase media trabajadora‘, que disfruta de las navidades más estrechas que se recuerdan. Una burda estrategia para conseguir la sonrisa de las urnas contra la severidad de los pronósticos. «Platita y dádivas», le dicen en el cono sur. Un chequecito de doscientos euros a hogares vulnerables (apenas 20 euros por familia al mes) y un guiño de chiste a los precios de canasta popular, con excepción del pollo, la carne y el pescado, que para Moncloa no es plato de pobre. Ni una palabra de ayuda a quienes crean riqueza o empleo, pese a la fiscalidad hostil y a una legislación corsaria. Funcionarios, pensionistas, pobres de necesidad… ahí está el caladero del voto socialista. A los autónomos y empresarios, que los zurzan, esos no votan a la banda del progreso.
Tras la tormenta por la sedición, la malversación, la suelta de malhechores, violadores y pederastas, la ley Trans que al mundo pasma, el presidente del Gobierno acelera para pasar página y sumergirse en la cantinela electoral. No puede ofrecer gestión ni prosperidad, únicos activos de un gobernante serio. Ha de recurrir, por tanto, a la subvención y la trampa. No hay perro en el PSOE -cabría decir con el islandés Einarsson– que ignore que toda charla de Sánchez es un elogio a la patraña, un compendio de embustes, un pegajoso condumio que sólo engullen los bobos. Que haberlos, haylos.