ABC 13/09/16
MANUEL MARÍN
· No busca un Gobierno duradero, sino el modo de revocar el veto del PSOE a pactar con separatistas
Pedro Sánchez plantará cara a sus críticos para negociar su investidura sin Ciudadanos
PEDRO Sánchez tiene en mente convertir los 180 «noes» a la investidura de Mariano Rajoy en «síes» para la suya. A estas alturas, los esfuerzos de la dirección del PSOE por convencer a la opinión pública de que no se está postulando para ser presidente son absurdos. Lo sabe Felipe González cuando apela genéricamente a un relevo colectivo de candidatos si hay nuevas elecciones, que no es sino su manera de exigir pública y expresamente que Sánchez se marche; y lo sabe Fernández Vara cuando admite con total naturalidad que lleva dos meses sin hablar con él.
Sánchez podrá denominarlo exploración, sondeo, auscultación… o como desee. Pero cuenta y repasa escaños en voz baja pese a las voces que se lo desaconsejan. Es más, ya excluye a Ciudadanos porque la incompatibilidad química entre Rivera e Iglesias es irresoluble.
Podemos ha revelado próximos «contactos sustantivos» entre Iglesias y Sánchez, y no charlas de cinco minutos. A su vez, Compromís e IU sirven de enganche con el independentismo para idear la fórmula que permita convertir la salida forzada de Rajoy en la prioridad frente a cualquier exigencia separatista. Se trataría de aparcarlas durante unos meses, consolidar un Gobierno de relevo a Rajoy, y después abrir un debate caótico e inmanejable de reforma constitucional inviable sin el PP, pero que llegado el momento habrá servido como coartada del PSOE para no verse obligado a someterse a coacciones del independentismo. Habría Gobierno con Sánchez como presidente y sin necesidad objetiva de rendirse. La incógnita es si los separatistas caerán en esa trampa solo bajo la premisa de jubilar a Rajoy y aceptarán quedar a la espera de consultas y promesas indeterminadas.
El dilema de Sánchez no estará tanto en sumar los escaños de Podemos, ERC, Convergencia, Compromís, PNV… Sus votos son factibles y Sánchez lo sabe. En periodos de supervivencia a la desesperada, claudicar a la extorsión se concibe como algo permisible porque el fin último es evitar elecciones. Sánchez no busca un gobierno duradero. Le basta con resarcirse del fracaso de febrero, y después la legislatura se iría improvisando. Por eso, su verdadero dilema será cómo resolver el conflicto que puedan plantearle sus críticos desde las entrañas del PSOE. En definitiva, evitar un cisma.
El plan de Sánchez pasa por negociar con el independentismo sin parecer que es así, aceptando postulados federalizantes indeterminados y confusos a meros efectos dialécticos. Y si hay resistencia interna en el PSOE, a plantar cara, votar en el Comité Federal y arriesgarlo todo. Sánchez lo va a intentar. Porque si se impone al PSOE por la autoridad de sus galones y es investido, logrará su objetivo; y porque si le frena en seco una rebelión de barones hartos de su diletancia política, cree que ya no habrá tiempo de designar otro candidato.