Juanma Romero-El Confidencial
El candidato pasa la prueba de una intensa primera jornada de debate que muestra un Congreso partido en dos, con un PP retornado a un discurso duro, un Podemos fiel y un Rufián desafiante
Pedro Sánchez acaricia ya su investidura. Está ya a dos palmos, con los números muy, muy justos. Quizá hasta demasiado. Un 167 a favor y 165 en contra y 18 abstenciones. Pero, si no surge ningún contratiempo, será un resultado suficiente para ser elegido presidente del Gobierno el próximo martes en segunda vuelta. Entonces arrancará una legislatura endiablada y quizá muy turbulenta, en la que ya sabe que encontrará a una derecha que no le dará tregua y que estará liderada por un PP retornado a un discurso durísimo, y en la que le marcará también muy de cerca Esquerra Republicana de Catalunya, el socio que le ha hecho mudar de discurso y abandonar la ofensiva contra el independentismo que caracterizó su campaña del 10-N. Su aliado seguro será Pablo Iglesias, futuro vicepresidente segundo, aquel al que no quiso tener en su Gabinete pero con el que se ha visto obligado a construir una coalición en la que ambos se juegan mucho. El líder de Unidas Podemos ha ido acompasando, sin embargo, sus palabras con las de quien será su jefe, para evitar disonancias y ruidos que arruinen a la primera de cambio una cohabitación que quizá tampoco resulte fácil. Los dos partidos han enterrado sus discrepancias y se disponen a conformar en apenas unas horas el primer Ejecutivo bipartito desde la II República.
Todas esas piezas quedaron esparcidas en el tablero en este atípico sábado de arranque de año, 4 de enero. La fecha escogida por el candidato socialista para comenzar su debate de investidura en el Congreso, el tercero al que se somete en su corta trayectoria como secretario general del PSOE y el primero que concluirá, previsiblemente, con éxito. Una larga sesión de 13 horas tomada, casi de principio a fin, por Cataluña. Era fácil de intuir, dado el viraje copernicano de Sánchez y su alianza con ERC. El presidente en funciones no quiso eludir la cuestión, a diferencia de lo que hiciera en julio, y desde el primer momento intentó desactivar las «trompetas del apocalipsis» de la derecha con una frase lapidaria: «No se va a romper España, no se va a romper la Constitución. Aquí lo que se va a romper es el bloqueo al Gobierno progresista democráticamente elegido por los españoles».
El candidato cambia su discurso del 10-N y se aproxima al tono de su primera etapa de Gobierno, aunque insiste en que no se saltará la Constitución
El candidato hacía esa y otras muchas más menciones a la Carta Magna. Esa palabra, Constitución, no aparece escrita en su acuerdo con ERC, pero este sábado se encargó de repetirla una y otra vez, para que no quedaran dudas de que su Ejecutivo de coalición no la desbordará. Después, entró en el relato del programa de su Gobierno, ese «patriotismo social» basado en el recorte de las desigualdades «lacerantes», la defensa a ultranza de los servicios públicos, la defensa de las libertades y la búsqueda de la cohesión territorial. Un pasaje que se dio casi por amortizado desde el primer segundo. Porque lo nucleaba toda la sesión era Cataluña.
«Crisis heredada» de Rajoy
Sánchez hiló un discurso que desde luego difería del que vertebró sus campañas del 10-N y del 28-A —en las que incluso amenazaba al separatismo con la aplicación del artículo 155—, pero que sí se asemejaba al empleado en los meses que rodearon a la ‘Declaración de Pedralbes’. Se afanó en señalar que el respeto a la ley «siempre» es condición, aunque no es suficiente, porque hace falta «diálogo» para encarrilar un conflicto que ha tensionado las costuras del país. Pero añadió como novedad una clave fundamental: hay que «dejar atrás la deriva judicial que tanto dolor y tanta fractura ha causado en buena parte de la ciudadanía catalana y española», aparcar la «judicialización del conflicto».
El presidente apuesta por «dejar atrás» la «judicialización del conflicto» en Cataluña, «que tanto dolor y fractura ha causado en la ciudadanía»
Esta ha sido otra de las demandas de los republicanos en sus conversaciones con los socialistas, y que constan en el pacto. El candidato enfatizó que está gestionando una «crisis heredada» de Mariano Rajoy, y que ya le advirtió, cuando estaba en la oposición, del peligro de no abrir vías de diálogo con el soberanismo. Es cierto, aunque también lo es que hasta ahora el Gobierno, especialmente en los últimos meses, no se privaba de acudir día sí y día también al Constitucional contra decisiones de los separatistas. Ahora la vía de los tribunales, repitió, debe liberarse.
La oposición saltó a degüello contra el aspirante porque entiende que no perseguirá a los separatistas, de los que el nuevo Gobierno dependerá, si hay un quebrantamiento de la ley. El candidato no cargó, sin embargo, contra la Junta Electoral Central, el órgano que, división interna mediante, resolvió el viernes inhabilitar a Quim Torra y a Oriol Junqueras. Ya su escudera, Adriana Lastra, había manifestado sus «serias dudas» respecto a la «competencia» de la JEC para adoptar esas decisiones. La actuación del máximo intérprete de la legislación electoral mantuvo durante unas horas en vilo la investidura. Pero ERC se ratificó en su alianza y se reafirmó en su abstención.
Rufián reprocha a Sánchez sus «bandazos» con Cataluña y le avisa: «Si no hay mesa» entre gobiernos, «no hay legislatura»
El PSOE respiraba, aunque es consciente de que los republicanos no le han asfaltado toda la legislatura. Ni mucho menos. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, avisó con claridad de cuáles son sus reglas del juego: «Si no hay mesa de diálogo» entre el Gobierno y el Govern, «no hay legislatura». «Y ERC ya lo ha hecho antes. Solo hay que hacer memoria. Y puede volver a hacerlo». Se remontaba el diputado a lo que ocurrió el pasado febrero: el Ejecutivo soñaba con aprobar sus Presupuestos de 2019, las conversaciones posteriores a Pedralbes encallaron pese a que entonces Sánchez accedió a la figura del relator, y el independentismo, junto con la derecha, acabó tumbando aquellas cuentas y precipitando las elecciiones del 28 de abril. «Si esta vez el pueblo de Cataluña vuelve a ser estafado, si no se cumple esta mesa, si el acuerdo no se cumple, no se estará estafando a un partido, sino a un pueblo. Otra vez. Una vez más», avisó Rufián, haciendo hincapié en su órdago.
«Todos tenemos hemeroteca»
Pero ya antes había lanzado señales de que la confianza en el PSOE y en el propio presidente es limitada. Le recordó sus «bandazos» en la gestión de la crisis catalanas, recreándose en las contradicciones de discurso, debidas a su «miedo» y su «acomplejamiento» frente a una derecha «asilvestrada«. La campaña de Sánchez «criminalizando» a los independentistas fue de una «enorme miopía e irresponsabilidad», le reprendió. «Pero tranquilo, todos tenemos hemeroteca», intentó suavizar, porque los partidos políticos no son «iglesias» alicatadas hasta el techo de dogmas. El diputado sí avisó de que los republicanos no tienen «manía» a los socialistas, pero sí «memoria», y son conscientes de que el acuerdo nace de la «necesidad«, no de la «ingenuidad» ni de la «candidez». «Que nadie olvide que a este monstruo [de la derecha] también le han alimentado ustedes, y les avisamos de que también vendrían a devorarles», señaló Rufián.
El PSOE quiere resolver el contencioso territorial y si no lo logramos en una legislatura, que lo dejemos encauzado
ERC dio la bienvenida a Sánchez al diálogo, la vía por la que la formación de Junqueras, dijo, apostó tanto el 28-A como el 10-N. «Estamos obligados a dialogar, a hacer política, nos guste más o nos guste menos». El vehículo será la mesa de gobiernos, a la que los republicanos llevarán su petición de referéndum de autodeterminación y de amnistía para los condenados por el ‘procés’.
El candidato no respondió con el tono duro que había empleado Rufián. Es más, señaló su «agradecimiento explícito» a los republicanos por el acuerdo y en especial a sus tres negociadores (Rufián, Marta Vilalta y Josep Maria Jové). Y le insistió en que la mesa entre gobiernos, que debiera echar a andar 15 días después de la constitución del nuevo Ejecutivo, se conformará. «Despreocúpese, la comisión se va a crear», y a ella el PSOE acudirá con el «mejor de los ánimos» porque su voluntad de solucionar el «conflicto político» es firme y honesta. «El PSOE quiere resolver el contencioso territorial y si no lo logramos en una legislatura, al menos que lo dejemos encauzado para que sus hijos y mis hijas puedan encontrar una Cataluña unida en su diversidad», prometió.
En su réplica a ERC, y también a JxCAT, dio pistas de cuál es el tipo de consulta que defiende para validar los acuerdos que se alcancen: primero, se tratará de que los catalanes se pronuncien sobre un pacto que suscite la adhesión de la mayoría, no sobre una ruptura (traducción: no habrá referéndum de autodeterminación), y la votación que siempre ha reivindicado es aquella que resulte de la redacción de un nuevo Estatut, pues el de 2006 fue mutilado por el Tribunal Constitucional después de que el texto emanado de las Cortes fuera refrendado por los catalanes.
Tierra quemada
La expectación de la primera jornada de investidura en el Congreso se hallaba en ese careo entre Sánchez y Rufián. Pero el momento más vibrante del debate se había producido horas antes, entre el candidato y un Pablo Casado que recuperó su discurso más duro, el que había empleado en la campaña del 28-A y que recondujo hacia la moderación tras la debacle de aquellas generales. El tono implacable del jefe del PP opacó a Vox y a Ciudadanos y dejó en evidencia que esos pactos de Estado que pretende construir el presidente una vez arranque la legislatura son prácticamente una entelequia. Por ahora solo hay tierra quemada y una montaña de epítetos.
Casado habla de un «Gobierno de pesadilla» sostenido por un «bestiario», de «Gobierno contra el Estado», de un pacto «para destruir todos los pactos»
Casado acusó a Sánchez de romper la soberanía nacional con su pacto con ERC, habló de un «Gobierno de pesadilla» sostenido por un «bestiario de pactos» de tono «radical», de «Gobierno contra el Estado», de un pacto «para destruir todos los pactos, para deshacer cuatro décadas de libertad y de progreso», de una «operación de derribo constitucional» que el PP enfrentará en el Parlamento y en los tribunales, en las comunidades y en los ayuntamientos, «en las calles y en las plazas». «No habrá recurso que no utilicemos para combatir la pretensión de acabar con España», avisó.
El líder de los conservadores incluso amenazó a Sánchez con llevarle a la Justicia por «prevaricación» si no actúa contra Torra activando otra vez el 155 en caso de que este se atrinchere como ‘president’ pese a haber sido inhabilitado por la JEC. «Ha perdido la dignidad de liderar un partido constitucionalista y la decencia de no mentir continua e impúdicamente», aseguró. Más aún: «Hoy España se queda sin socialismo constitucionalista y usted, señor Sánchez, es el responsable». Este Gobierno, en fin, «será su epitafio político». La contundencia verbal de Casado sorprendió y evidenciaba que no habrá espacio para el entendimiento. No por ahora.
Sánchez traía preparada la réplica y reiteró hasta la saciedad que Casado no ha querido digerir que su partido perdió cinco veces las elecciones en 2019, que solo sabe hilvanar discursos del «apocalipsis» y que lo único que le duele no es España, sino que no gobierne el PP. Y ante la acusación del líder de los populares de que él es el peor responsable que ha tenido el PSOE, recordó las invectivas que recibieron de la derecha sus antecesores, desde Felipe González hasta José Luis Rodríguez Zapatero o el ya fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero Sánchez interpretó que el líder del PP obraba así, con un discurso sin contemplaciones, por su competición con Vox. Santiago Abascal siguió un patrón similar. Llamó al candidato «villano de cómic, fraude, mentiroso, estafador, personaje sin escrúpulos, persona indigna de representar a los electores, sin honor». El culpable, en fin, de tejer una «emboscada a la Constitución» con tal de permanecer en la Moncloa, remató.
El «valiente» del PSOE que vote contra él
Los ataques procedentes de la bancada de la derecha se completaron con la intervención de Inés Arrimadas, que se estrenaba como líder in péctore de Ciudadanos. Ella habló de «infamia«, de «humillación». Y, como en días anteriores, llamó a los socialistas a frenar a su jefe de filas. E incluso calentó la posibilidad de un ‘tamayazo‘, al pedir que emerja «un valiente» de entre los diputados del PSOE capaz de oponerse a la investidura de Sánchez. En la cúpula del partido del Gobierno están de momento tranquilos: descartan que ese escenario suceda. La investidura, dicen, está asegurada.
Iglesias ejerce de escudero del presidente y subraya que el nuevo Gobierno reparará las «traiciones a España y a la Constitución» de la derecha
Sánchez apenas pudo encontrar resuello en su principal aliado. Unidas Podemos. Este debate de investidura era diametralmente opuesto al anterior, el de julio, cuando ambos dejaron prácticamente sentenciada la legislatura y se retaron a las urnas. Iglesias ejerció de escudero diligente y sacó la cara por su jefe. Combatió a la «derecha [Cs], la ultraderecha [PP] y la ultra ultraderecha [Vox]», les dijo que son ellos los que «no entienden España«, y les acusó de ser ellos los que «traicionan» al país, porque lo traicionan, siguió, cuando se recortan derechos de los trabajadores, se vende patrimonio público o se roba «a manos llenas». «La tarea del próximo Gobierno, señorías, es básicamente reparar las traiciones a España y a la Constitución que ustedes han perpetrado», resumió.
El líder de Podemos no reparó en elogios al PSOE y a su jefe. Y acabó demostrándole lealtad: «Pedro, estarás al frente de una coalición progresista histórica. Para nosotros, es un honor caminar junto a vosotros. ¡Sí se puede! Adelante, presidente«. «Hemos tenido enfrentamientos dialécticos —admitió Sánchez a Iglesias en su réplica—. Pero bien está lo que bien acaba, y acab con el entendimiento de las izquierdas». El reto ahora es demostrar, concluyó, que PSOE y UP representan «la izquierda que pudo gobernar y supo gobernar». Ambos se fundieron en un nuevo abrazo, esta vez en el hemiciclo, la estampa de su nueva relación.
Los noes de Oramas y PRC
La aspereza de los discursos sorprendió a un novato en la Cámara, Tomás Guitarte, único diputado de Teruel Existe, que se convirtió en víctima de los ataques de Abascal. El parlamentario dijo sentirse «avergonzado» por la «dureza» empleada contra él denunció incluso la «tremenda presión» que su plataforma estaba recibiendo en las últimas horas por su sí a Sánchez. Hasta se le vio algo apabullado por el vértigo de su debut. «Lo ha hecho de manera sobresaliente —le correspondió Sánchez—. Ha sido valiente al denunciar este atropello en el que el espacio conservador y la ultraderecha están menoscabando el libre ejercicio de votar lo que considere a un representante del pueblo».
El giro imprevisto de la diputada de CC reduce a dos la ventaja de los apoyos a Sánchez. Las cuentas ahora son: 167 síes, 165 noes y 18 abstenciones
El candidato encontró también buenas palabras de Inés Sabanés, de Más País-Equo —Íñigo Errejón se hallaba enfermo—; de Joan Baldoví, de Compromís; de Pedro Quevedo, de Nueva Canarias; de Néstor Rego, del BNG; de Aitor Esteban, del PNV. Pero la hostilidad volvió con Laura Borràs, de JxCAT, para la que el acuerdo con ERC se queda corto y no supone ni la autodeterminación ni el fin de la «represión», y también con un dolido (por su pacto con los republicanos) José María Mazón, del Partido Regionalista de Cantabria, y Ana Oramas, que se enfrenta a un expediente de su organización, Coalición Canaria, por anunciar el voto no a la investidura cuando el máximo órgano del partido aprobó la abstención de manera unánime. A ambos, a Mazón y Oramas, Sánchez les pidió que recapaciten y reconsideren su posición.
No sucederá en esta primera votación, la que llegará este domingo sobre las 12:30. El aspirante necesita mayoría absoluta y no la tendrá. Quizá ni llegue a ese umbral máximo de los 167 apoyos (PSOE, UP, Más País-Equo, PNV, Compromís, BNG, Teruel Existe y Nueva Canarias) si faltan Errejón y otra diputada de En Comú Podem gravemente enferma, Aina Vidal. Pero la ronda clave vendrá el martes 7. La investidura estaría salvada. Pero comenzar a andar al día siguiente, con la legislatura en marcha y un Congreso dividido en dos trincheras irreconciliables, no será fácil. Ya lo avisaban algunos diputados de la bancada socialista: les sedujo su líder, les preocupó la dureza de la derecha.