Pedro Sánchez ha tildado de «mentira» las exclusivas publicadas por EL ESPAÑOL, que ha desvelado que el entonces líder de la oposición y Santos Cerdán se reunieron con Arnaldo Otegi para pactar la moción de censura a Mariano Rajoy en mayo de 2018.
Después de este encuentro secreto en un caserío situado en el País Vasco, Cerdán se citó dos veces más con Otegi para ultimar los detalles del acuerdo. Intervino también Antxón Alonso, el hombre de confianza del PNV y constructor investigado en el caso Koldo.
El desmentido del Gobierno choca con el testimonio de Koldo García, que este lunes ha corroborado la veracidad de la información publicada el domingo por EL ESPAÑOL.
Se trata de un testimonio de primera mano. Porque fue Koldo quien condujo en coche a Sánchez y a Cerdán hasta la cita con Otegi, dado que estaba contratado como chófer por el PSOE y escolta privado de Sánchez. Pese a ello, el presidente aseguró en la comisión de investigación del Senado que le unía con el ex asesor de Ábalos una relación «absolutamente anecdótica».
De un lado, contamos con la confirmación de alguien que presenció el comienzo de la reunión, y que carece de motivación directa o interés personal para mentir sobre este encuentro. De otro, niegan el episodio el Gobierno y Arnaldo Otegi, que siempre se han cuidado de mantener ocultos los términos de su convenio político.
En esta tesitura, habida cuenta de que la información ha sido confirmada por el propio Koldo, sorprende la ligereza con la que el Gobierno acusa a este periódico de «mentir». Máxime cuando el PSOE tuvo la posibilidad de desmentirla cuando EL ESPAÑOL le preguntó el sábado por su versión antes de publicarla.
La respuesta de las fuentes oficiales de Moncloa fue: «No vamos a hacer comentarios».
Además, en su rueda de prensa desde Sudáfrica este domingo, el presidente ni aludió ni desmintió la noticia que ya llevaba doce horas publicada.
Y sólo cuando han transcurrido más de 30 horas de la publicación (tiempo suficiente para concertar el desmentido con Bildu), han comparecido sucesivamente para desmentir la noticia Óscar López, quien ha aseverado que «esa reunión no se produjo», y Arnaldo Otegi, que aunque reconoció haberse reunido con Antxon Alonso y la interlocución de Santos Cerdán con Bildu, ha afirmado que «es rotundamente falso que existiera esa reunión» con el hoy presidente.
El desmentido del Gobierno no sólo choca con la ratificación de Koldo, sino que se ve también secundada por la inferencia lógica.
Porque el pacto del caserío hace que la secuencia de movimientos que precedieron y siguieron a la investidura de Sánchez en 2018 encaje a la perfección.
Así se entiende que el PNV, que sólo unos días antes de la moción había respaldado los presupuestos de Rajoy, se decantara en el último momento por apoyar a Sánchez.
Porque si bien los dos votos de Bildu no eran decisivos para hacer presidente a Sánchez, fueron los que permitieron cercar al PNV y arrastrar también sus cinco escaños, que sí resultaban fundamentales para que el PSOE llegara a La Moncloa.
El respaldo de Bildu a la moción de censura presentada por Sánchez (que ahora sabemos se pactó en aquel caserío) fue por tanto determinante para que el PNV cambiara la abstención por el sí, tras una tensa reunión en un hotel de Madrid y una llamada de Pedro Sánchez a Andoni Ortuzar.
Esas conversaciones, que tanto el PSOE como Bildu mantuvieron y siguen intentando relegar a la confidencialidad, marcaron el comienzo de una relación con los herederos políticos de ETA que ha durado siete años, y que ha convertido a Otegi en el más fiel aliado de Sánchez. El único de su mayoría de investidura que nunca le ha fallado.
Después de conocer este pacto del caserío, cabe inferir igualmente que el precio acordado allí a cambio del apoyo de Otegi a la moción de censura fue la entrega del Ayuntamiento de Pamplona a Bildu, después del apoyo de los de Otegi al gobierno de María Chivite en Navarra. Y, sobre todo, la excarcelación de los presos etarras (cuya supervisión, como informa hoy EL ESPAÑOL, estuvo a cargo del mismo Santos Cerdán).
Si, aun después de la política de normalización que ha perseguido Sánchez, congraciarse con Bildu sigue resultando muy embarazoso, mucho más lo era en 2018, cuando apenas había transcurrido una década desde el último asesinato de un cargo socialista. Y lo que demuestran las informaciones publicadas por EL ESPAÑOL es que Sánchez llegó a la Moncloa de la mano de los legatarios de los asesinos.
Además, no le falta razón a Feijóo cuando sostiene que, con la inclusión de Antxon Alonso en la ecuación como mediador con Bildu, se constata que «el pacto encapuchado no era sólo político, sino también económico». Porque en el pacto del caserío convergen la corrupción moral que aupó a Sánchez a la Presidencia y la corrupción económica de la trama Cerdán, beneficiaria de los contratos adjudicados por administraciones socialistas y de la complicidad de sectores del PNV.