Juan Carlos Girauta-ABC
- Sánchez es puro populismo, y aquí la socialdemocracia la representa el PP
En Dinamarca van a dejar sin ayudas a los inmigrantes o refugiados que no trabajen. Fue leer el titular ayer aquí y engañarme: di por descontado que la medida solo afectaría a quienes rechazaran una oferta de empleo efectiva. ¿Cuánto tiempo pasará entre el procesamiento consciente de un titular y de su subtítulo cuando se leen seguidos? ¿Una décima de segundo? ¿Algo más? ¿Algo menos? Pues en ese incierto ínterin seguí derivando conclusiones contaminadas. A saber: que los afectados poco danés hablarían y, por ende, no iban a recibir ofertas de trabajo más que de modo muy excepcional. Que los cuatro que las recibieran irían a sectores de muy bajo valor añadido, con salarios quizá menores a la ayuda pública -con seguridad generosa- que les estaría procurando ese Estado tantas veces presentando como modelo por políticos y politólogos de toda laya. Que ahí debe haber potentes sindicatos que se opondrían a privar de trabajo a un nacional danés poco formado para poder retirarle la paga a un inmigrante. Que la primera ministra debía tener problemas y necesitaba aparentar dureza en sus planteamientos ante una sociedad donde probablemente empezaba a detectar signos de hartazgo. No está mal la cadena para una décima de segundo. Casi podía escribir un ensayo corto sobre la repercusión de la inmigración y los refugiados en una sociedad del bienestar avanzada. Y todo ello sería paja, humo, prejuicio, nada. Porque la verdad era otra.
La verdad estaba esperando en el subtítulo. Agarró las indómitas y vertiginosas asociaciones de ideas suscitadas por el titular y las enderezó de golpe, sin contemplaciones, como haría una madre con el hijo pesado que, antes de una foto de comunión, no puede estarse quieto tres segundos. El subtítulo atribuía a la primera ministra Frederiksen la postulación de «una nueva lógica del trabajo». Lógica que ella resume en esta afirmación simple e innegable: «Las personas tienen el deber de hacer una contribución y ser útiles». Su plan es una consecuencia de este regreso a las esencias del humanismo, hoy perdido en favor del sentimentalismo seudohumanitario. Bien por ella.
La socialdemocracia danesa se parece a la española como un huevo a una castaña. Aunque la afirmación solo vale si, cediendo al nominalismo, aceptamos tontamente que la socialdemocracia está en su nombre, como la rosa medieval de la polémica sobre los universales. Si, por el contrario, propendemos más al realismo, no tendremos grandes problemas en identificar grosso modo a los socialdemócratas europeos ni en excluir al PSOE del club. Sería un abuso adscribir el festival buenista y clientelista del sanchismo a la corriente que, por fin, parece estar encontrando su camino tras el extravío giddensiano y la fragmentación de causas. Sánchez es puro populismo, y aquí la socialdemocracia la representa el PP. Algo obvio que ningún nominalista aceptará.