Antonio Casado-El Confidencial
- Si los votantes socialistas que desertaron tenían mala conciencia por la infidelidad cometida, sus dudas se desvanecieron después de escuchar a Carmen Calvo
Estado de alarma política en un PSOE sumido en el desconcierto. El golpe del 4 de mayo desnuda a Sánchez y a su estado mayor. Nada se hizo bien desde Moncloa. Hasta los refuerzos femeninos (Lozano, Llop, Jallul) se perdieron en la polvareda de una absurda estrategia autodestructiva.
Piedras contra el propio tejado. Fue contraproducente alistarse en la grotesca cruzada antifascista de Podemos, así como tunear al candidato socialista, Ángel Gabilondo, que acabó siendo un megáfono de Iglesias Turrión. No supieron ganar. Y tampoco saben perder. ‘Ganar con humildad, perder con elegancia’. Un salmo deportivo en la pared del vestuario. No es de aplicación al presidente del Gobierno y líder del PSOE. Ni a las personas que lo rodean en su primer círculo operativo.
Su reacción ante el batacazo abunda en los motivos del fiasco porque justifica a los desertores del voto socialista en las urnas madrileñas. Los confirma en la razón de su paso a la izquierda pegada al terreno, verde, humanista y periférica de Más Madrid (Mónica García) y, en menor medida al PP de Ayuso, unos 75.000, según los análisis sobre la movilidad del voto en las elecciones del martes pasado.
La mirada justiciera de Moncloa buscó chivos expiatorios en el PSM (dimisión de JM Franco) y la candidatura de Gabilondo (renuncia al acta)
Si a esos votantes insumisos del CIS les quedaba una sombra de mala conciencia por la infidelidad cometida, han visto cómo las dudas se desvanecían después de escuchar a la vicepresidenta del Gobierno. El surrealismo habita entre nosotros. Carmen Calvo echa la culpa a la ganadora de las elecciones, Isabel Díaz Ayuso. Por haberlas anticipado de forma irresponsable y por su invencible discurso de cañas y berberechos.
No paran ahí los despropósitos autocríticos del día después. La mirada justiciera de Moncloa buscó chivos expiatorios en la organización regional (dimisión de J.M. Franco como líder del PSM) y la candidatura de Gabilondo (renuncia al acta), como si fueran ellos los responsables de una campaña que insultaba la inteligencia de los votantes y parecía diseñada para lanzar al estrellato a la candidata del PP.
La última ocurrencia del optimismo escarmentado de quienes se matricularon en ‘sanchismo’ es el expediente de expulsión abierto por la ejecutiva federal a dos exdirigentes históricos del PSOE, el madrileño Joaquín Leguina y el vasco Nicolás Redondo Terreros, por supuesto apoyo público a Díaz Ayuso, cuyo fundamento es una visita de la presidenta de la Comunidad, en plena campaña, a una fundación para personas discapacitadas que ambos patrocinan.
La decisión de expedientar a Leguina y Redondo da cuartos al pregonero sobre la frustración de los verdaderos responsables del desastre
Es probable que ambos fueran conscientes de que la simple foto de la visita contabilizaría en el haber electoral del PP. No lo discuto. Pero la decisión de expedientarles da cuartos al pregonero sobre la frustración y el mal perder de los verdaderos responsables del desastre.
En vez de asumir errores, se pregona el absurdo señalamiento de Gabilondo, JM Franco, Leguina y Redondo, cuando hasta las losetas de la Moncloa saben que los culpables son los hacedores del ‘sanchismo’. Y no es por aquello de que la derrota no tiene dueño, sino porque en las filas del PSOE también se matiza ya la diferencia con ‘socialismo’.
Un estado de opinión larvado hasta ahora y que va a aflorar con fuerza ante la segunda vuelta del pulso Susana Díaz-Pedro Sánchez, so pretexto de primarias en Andalucía (Díaz-Espadas). Será la primera ocasión de saber si, después del 4 de mayo en Madrid, Sánchez ha empezado a perder militantes después de haber perdido votantes.