Isabel San Sebastián-ABC

  • ERC reclama Madrid como chivo expiatorio del infierno fiscal imperante en su feudo

Con tal de aprobar unos Presupuestos que le aseguran la poltrona al menos tres años más, Pedro Sánchez nos ha vendido a sus socios separatistas. A todos ellos, sin distinción de ideología ni más requisito que su voto favorable, y a todos nosotros, demócratas, incluidos muchos de los que le votan. (Sería interesante, a este respecto, saber qué papeleta escogieron en las últimas elecciones Felipe González o Alfonso Guerra y cuál elegirán en las próximas…) A cambio de ese poder, que en realidad no es tal puesto que quien acaba imponiendo su criterio totalitario es Pablo Iglesias, como acabamos de ver con la prohibición de los desahucios o el control del dinero que ha de venir de Bruselas, por citar

solo los últimos ejemplos, el presidente ha entregado su dignidad como prenda de sumisión a los partidos cuyo propósito es destruir España. Su dignidad y nuestros derechos, pisoteados con fruición por esa ralea supremacista que ni en sus mejores sueños habría creído posible tal grado de complicidad por parte de quien juró defender la Constitución y, a través de ella, la indisoluble unidad de la Nación española, patria común de unos ciudadanos libres, iguales y soberanos.

En esta ceremonia de la humillación, que todavía no ha llegado a su fin, Sánchez ha regalado al PNV los cuarteles de Loyola, considerados de vital importancia por el Ministerio de Defensa, cuya importancia estratégica y simbólica no se le escapa a nadie. Ha otorgado beneficios sin cuento a decenas de sanguinarios etarras y callado ominosamente ante la chulería con la que Otegui ha presumido de avanzar mediante ese respaldo en el objetivo de alcanzar una «república vasca independiente». Ha eliminado el derecho de los escolares a recibir enseñanza en castellano o español, aunque ésta sea su lengua materna, cediendo al chantaje de ERC, empeñada en blindar así su implacable política de inmersión lingüística. Ha garantizado, de nuevo, unas inversiones públicas en Cataluña muy superiores a lo que esa comunidad aporta al PIB nacional. Y, por si todo ello no fuera suficiente, ahora va a por Madrid, bestia negra de la izquierda, que los independentistas de Esquerra reclaman como chivo expiatorio del infierno fiscal imperante en el feudo que mangonean.

La Comunidad de Madrid es culpable de ser la que más recauda teniendo los impuestos más bajos. De aportar el setenta por ciento de los fondos que nutren la caja común solidaria con las regiones más desfavorecidas. De quedarse con un único euro de cada cinco pagados por el contribuyente y de emplear los otros cuatro en contribuir al progreso común. De no gastarse el dinero en embajadas, ni en televisiones ruinosas dedicadas a ensalzar el golpismo o el «relato» equidistante entre terroristas y víctimas, ni en «construcción nacional», sino en ofrecer buenos servicios a los ciudadanos. Todo lo cual resulta completamente intolerable para el inepto que nos gobierna.