Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Son los palestinos los que no se aclaran sobre su reconocimiento como Estado

Es uno de los rasgos genuinos de los populismos: hacer como que abanderan en soledad causas que la sociedad apoya mayoritariamente así como atribuirse conquistas políticas y sociales que son efectivas desde mucho antes de que ellos aparecieran. Si uno oía a Francina Armengol el primer día que pisó la Cámara Baja, parecía que era la primera vez que una mujer presidía esa institución. Si uno oía a Irene Montero, parecía que ella había traído a España el divorcio. No es que uno no valore la pasión que ambas pusieron en tan nobles causas. Solo que algunos tenemos el defecto de recordar que el Congreso de Diputados ya lo presidió Luisa Fernanda Rudi hace un cuarto de siglo y que el divorció ya lo trajo la UCD en 1981. Viene esta reflexión a cuento de la heroica cruzada que ha emprendido Sánchez en aras del reconocimiento del Estado Palestino. Sánchez plantea -o replantea- esa cuestión como si el problema de ese reconocimiento residiera en la UE y no en los palestinos, que son los que llevan décadas sin aclararse sobre ese asunto.

Y es que el reto no consiste en convencer a España ni a nadie de que reconozca a ese dichoso y palestino Estado, sino en que los palestinos funden de una vez y por todas un Estado al que se le pueda reconocer. El reto consiste en que ese territorio deje de tener dos administraciones en pugna, la de la Autoridad Nacional Palestina y la de los terroristas de Hamás. Mientras los palestinos no se pongan de acuerdo; mientras sean ellos los primeros en no querer acceder a ese ‘estatal estatus’ en el concierto de las naciones, ni Sánchez ni nadie tienen nada que hacer. Sánchez ha dicho que «España está preparada para reconocer al Estado Palestino». Pero preparado para eso está todo el mundo menos los palestinos mismos. Está preparada la ONU, cuya Asamblea General aprobó el 29-N de 2012 una resolución que otorgaba a Palestina la condición de Estado observador. Está preparado el Parlamento Europeo, que el 17-D de 2014 votó el reconocimiento del Estado de Palestina siguiendo el ejemplo de los parlamentos de varios países miembros, el español entre ellos. Por estar preparado, lo está el propio Estado de Israel desde la Conferencia de Madrid de 1991 y desde la de Oslo de 1993, que le valió a Isaac Rabin el Nobel de la Paz en 1994 y le costó la vida en 1995. Todos esos pasos se han producido sin la necesidad de que interviniera Sánchez.

Sí. Otro de los rasgos de los políticos populistas es acudir allí donde hay bochinche como las moscas al panal de rica miel. Lo hizo Trump trasladando la Embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén y lo hace ahora Sánchez imitando a Zapatero ‘El pacificador’. Con príncipes de la paz como esos, los judíos y los palestinos pueden echarse a temblar.