Isabel San Sebastián-ABC
- Encaramado a su soberbia, conduce a España a una crisis sanitaria y económica de magnitud colosal
No ha reconocido ni un error, ni una deficiencia en su negligente gestión, ni el más mínimo tropiezo o falta, siendo su actuación lamentable en todos los frentes desde el principio de esta catástrofe. Encaramado a su indestructible soberbia, últimamente trufada de gestos patéticos destinados a infundir lástima, Pedro Sánchez conduce a España hacia una crisis sanitaria y económica de magnitud colosal, demostrando cada día que pasa su incapacidad para hacer frente a una pandemia que se ceba con especial crudeza en nosotros porque hemos llegado tarde a cada uno de los cortafuegos que habrían podido frenarla. Ni una sola vez ha salido de su boca la palabra «perdón», a pesar de haberse convertido en un telepredicador habitual que parece
gozar brindándonos interminables homilías cuyo único propósito es justificarse. Ni una sola vez ha pedido ayuda a un PP con acreditada experiencia de gestión, más allá de instarle a bendecir con su silencio las barbaridades que hace La Moncloa. Él se basta y se sobra para dirigir la nave, aunque resulte evidente que la nave va a la deriva, directa al abismo. La culpa oficial de esta tragedia varía en su discurso en función de las circunstancias, sin aflorarle siquiera, por supuesto. La última señalada es Europa, en quien pretende volcar la responsabilidad de resolver los efectos de sus erráticas decisiones; desde la de jalear las marchas del 8-M, en las que sabe Dios cuántos millares de personas se contagiaron, hasta la de cerrar a cal y canto la producción nacional, tal como llevaban tiempo exigiendo sus socios separatistas y podemitas, sin consultar tal medida con las empresas o los autónomos. Para estos colectivos, gravísimamente damnificados, la fórmula impuesta es pagar a tocateja suelos, impuestos y cotizaciones sin ingresar un solo euro, a costa de endeudarse aún más. Si vamos todos a la ruina después de haber enterrado a decenas de miles de víctimas, los «malos» serán los países del norte europeo por no hundirse con nosotros. El Gobierno, nos dirá Sánchez, sigue escrupulosamente el consejo de los expertos.
No sólo es incompetente, arrogante y vanidoso, hasta el punto de intentar imitar a Churchill, sino embustero. Porque lejos de acatar, como asegura, las recomendaciones de los expertos, sus ministros las han ignorado con consecuencias desastrosas. Valga como muestra este botón, por si no bastara el caso omiso que se hizo el 8-M a la consigna de la OMS de evitar las concentraciones masivas. A finales de enero, José Antonio Nieto González, médico especializado en medicina del trabajo y responsable del servicio de prevención de riesgos laborales de la Policía Nacional, alertó en un informe interno de lo que estaba por llegar y recomendó la adquisición de material sanitario de protección en grandes cantidades. El asunto se filtró a varios medios de comunicación, lo que molestó sobremanera a sus superiores políticos, que le ordenaron callar para no «crear alarma». Como no lo hiciera, el 14 de marzo, faltando tres meses para su jubilación, fue cesado por Marlaska.
España emboca, disciplinada, la tercera semana de confinamiento, entre la desconfianza absoluta en un Ejecutivo desbordado, que compra tests inservibles ofrecidos como «gangas» (ministra de Exteriores dixit), y la esperanza agradecida en un sistema de salud que aguanta gracias al esfuerzo titánico de sus profesionales. Mujeres y hombres encomiables, de los cuales unos diez mil han sucumbido ya al ataque del virus asesino porque los envían al combate sin la protección necesaria. Más que héroes, chivos expiatorios de la incompetencia letal de este Gobierno.