Ya sabíamos que el presidente Pedro Sánchez era un hombre tenaz y perseverante, un gran resistente, un resiliente como dicen ahora los modernos. Pero habrá que añadir a su larga lista de méritos la de tener una buena fortuna abrumadora. La misma que Napoleón exigía a sus generales. El entorno político se le ha puesto de cara y el viento de la coyuntura parlamentaria sopla con fuerza por su popa. Tan es así que se ha asegurado el final de la legislatura. Es lo que no sé si entiende bien Inés Arrimadas, que con su apoyo -que encima igual es innecesario, además de sorprendente-, no solo le garantiza los Presupuestos del año 2021 al tándem Sánchez-Iglesias, sino que les concede tres años más al frente del Gobierno. Eso como mínimo. ¿Cómo es posible que solo le importe (poco) con quién vota y nada lo que vota? ¿De verdad es esa la voluntad de los votantes de Ciudadanos?
Alguien dirá que no es suerte, sino mérito, pero es una afirmación difícil de sostener cuando hasta el CIS nos asegura que el 60% de los ciudadanos empeoran su opinión del Gobierno y cuando la OCDE, el FMI, la UE, el farero de Matxitxako, el pastor del Gorbea y el resto de los institutos de análisis sin excepción afirman que la situación económica del país es la peor de las peores y que seremos los más lentos en retomar el crecimiento cuando pase la pandemia.
Salvo el PP y Vox todos los partidos presentes en el Congreso parecen encantados con estos Presupuestos cuyas bases de partida todos saben que son irreales y cuya previsión de ingresos no se cumplirá y no podrán cubrir el pavoroso incremento comprometido de los gastos que igual se quedan también cortos.
Nadie parece alarmarse por ello. Al PSOE y a Podemos les preocupa mantenerse en el Gobierno, para lo cual deben permanecer abrazados. El resto de partidos que apoyaron la investidura temen más a la alternativa y los catalanes y el PNV nunca se las vieron tan felices ni sus votos cotizaron tan alto en la Bolsa de los favores. Dar poco y recibir mucho es una opción irresistible, una oferta imposible de rechazar.
Como no existe una alternativa dentro del Congreso, el único peligro que acecha a Sánchez es el de un empeoramiento severo de las circunstancias económicas que fuerce una presión europea y le obliguen a hacer lo que no quiere hacer y lo que su socio Podemos no puede hacer. Dando por hecho que ambos están dispuestos a hacer casi todo (¿y por qué no todo?), como hizo Alexis Tsipras en Grecia, por mantenerse.