ABC 19/05/17
· El partido ha empezado a remontar desde que tomó las riendas la gestora que lidera Javier Fernández
Siete millones de votantes en 2011 El ahora candidato a las primarias recibió un partido que en las elecciones generales de 2011, con Rubalcaba a la cabeza, había conservado siete millones de votos
Cinco millones en 2016 En las elecciones generales de junio de 2016, con Sánchez como secretario general, el PSOE logró 5,3 millones de votos, millón y medio menos que en 2011
Cincuenta mil votos perdidos cada mes, más de 1.600 votos volatilizados por día o, lo que es lo mismo, una media de prácticamente seis votantes menos cada cinco minutos. Es el vertiginoso ritmo al que el PSOE fue evaporando apoyo electoral durante los 26 meses en los que estuvo al frente de partido Pedro Sánchez, quien ahora pugna de nuevo por recuperar el timón del partido en las primarias que se dirimirán el domingo. Hundimiento sobre hundimiento en las urnas, el partido fue incapaz de tocar suelo y no lo ha hecho hasta ahora: la remontada, aunque tímida, no empezó hasta que tomó las riendas la gestora que dirige el asturiano Javier Fernández. En seis meses, la gestora casi ha compensado el hundimiento de los últimos diez meses de la etapa de Sánchez, aunque queda mucho para recuperar el hundimiento que se acumuló con anterioridad.
Pedro Sánchez recibió un partido que en las elecciones generales de 2011, con Alfredo Pérez Rubalcaba como cabeza de cartel, había conservado siete millones de votantes; y se fue de la secretaría general tras haber dejado al PSOE, en las generales de junio de 2016, con tan solo 5,44 millones de votos, más de un millón y medio menos que en los comicios de 2011.
Intención de voto en picado
Fue un declive que iban recogiendo los sondeos, en una tendencia que, por ejemplo, evidenciaron los sucesivos barómetros de estimación de voto que realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Pedro Sánchez cogió las riendas del PSOE en julio de 2014 tras un proceso de primarias que se abrió en la primavera de aquel año, cuando el partido tenía una estimación de voto que rondaba el 25%: unos 5,6 millones de electores dispuestos a apoyarle en las urnas. Cuando se marchó, tras su pulso interno que resquebrajó al PSOE en un enfrentamiento de proporciones desconocidas hasta la fecha, dejó un partido hundido en una estimación de voto del 17%, apenas 4,3 millones de votantes. Es decir, durante los 26 meses en los que Sánchez estuvo al frente, al PSOE se le evaporaron alrededor de 1,3 millones de votantes, acelerada sangría a un ritmo medio de récord: 69 votantes menos cada hora. A Pedro Sánchez el PSOE le había confiado el timón del partido, en julio de 2014, con dos tareas esenciales: emprender la remontada y que fuera lo suficientemente sólida como para que el partido volviera a tener opciones de ganar las siguientes elecciones y el gobierno. No logró ni lo uno ni mucho menos lo otro. Sánchez fue incapaz de remendar las graves costuras abiertas en Cataluña por los devaneos nacionalistas. Las zigzagueantes posiciones al respecto hicieron que Cataluña se convirtiera cada vez más en un alarmante sumidero de votos para el PSOE. A ello se unió una incapacidad por armar un liderazgo en el panorama político nacional, y la imagen del PSOE siguió cayendo, a la par que dejaba terreno libre a Podemos, hasta el punto que acabó acorralado electoralmente por los de Pablo Iglesias. Esa dinámica acabó extendiendo el retroceso electoral del PSOE a toda España, a todas las autonomías sin excepción; incluso a su mayor granero de votos, Andalucía.
Con las alarmas disparadas por aquellos resultados y con su liderazgo cuestionado en su propia casa, Sánchez se la jugó en la repetición electoral de junio de 2016. Y perdió otros 100.000 votos en solo seis meses, pese a que en diciembre parecía que el desastre no podía ir a más.
Remontada con la gestora
La pérdida de apoyo electoral del PSOE no ha llegado a tocar suelo hasta los últimos meses. Lo apuntan las encuestas del CIS. Cuando Pedro Sánchez abandonó la secretaría general del PSOE en octubre del año pasado, tras aquel sonado comité federal que evidenció su debilidad interna, la estimación de voto se acabó hundiendo hasta un ínfimo 17%. Seis meses después de aquello, la última de estas encuestas del CIS, realizada el pasado abril, otorga al PSOE una intención de voto del 19,9%, casi tres puntos más que coinciden con la etapa en la que el partido está regido provisionalmente por la gestora que encabeza el asturiano Javier Fernández.
«Su techo es nuestro suelo»
Los «sanchistas» se defienden ante los datos: sostienen que Pedro Sánchez no fue el principal culpable del hundimiento y algunos argumentan que, sin él, la caída todavía hubiera sido mayor. Quienes apoyan a Susana Díaz, por su parte, afirman que los datos son tan elocuentes que es una temeridad que quien lideró el partido en el mayor descalabro de la historia del PSOE pretenda presentarse ahora como solución a su propio desastre. El líder aragonés de los socialistas y declarado «susanista», Javier Lambán, es rotundo al afirmar que, con los datos en la mano, a su juicio queda claro que «el suelo electoral del PSOE es el techo de Pedro Sánchez».
En las elecciones generales de 2016, el último espejo ante las urnas a nivel nacional en el que pueden mirarse los partidos, el PSOE perdió en todas las Comunidades Autónomas. Ahondó su declive respecto al que había obtenido seis meses antes, en las generales de diciembre de 2015, y lo extendió con más intensidad y a más territorios. Incluso en Andalucía, donde esa deriva general del PSOE de Sánchez acabó tumbando el histórico liderazgo que este partido siempre había tenido en el sur. En las generales de junio de 2016 los socialistas quedaron relegados a la segunda posición en Andalucía, fueron terceros en Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares y el País Vasco, y volvieron a quedar hundidos en la cuarta posición en Cataluña.