Isabel San Sebastián-ABC
- A partir de ahora ERC cobrará más caro su apoyo y redoblará la ofensiva en demanda de autodeterminación
Confieso que me equivoqué. Estaba convencida de que Frankenstein se clonaría a sí mismo en Cataluña, bajo la presidencia de Pere Aragonés (¡qué paradoja, llevar ese apellido siendo un supremacista catalán empeñado en apropiarse del pasado y el futuro del antiguo Reino de Aragón, hoy autonomía amenazada de ‘okupación’), con el respaldo de los podemitas locales y el del PSC, reducido a la condición de muleta. No ha sido así, sino peor. Al final, el afán independentista, sumado al hambre de poltronas, ha prevalecido sobre cualquier otra consideración, llevando a la izquierda republicana, la ultraizquierda antisistema de las CUP y la extrema derecha sediciosa, encabezada por el fugitivo de Waterloo, a unirse de nuevo en un frente cuyo propósito es
avanzar en el camino que lleva al despeñadero de otra intentona golpista. Otra ‘ensoñación’ baldía, a decir del Tribunal Supremo, deseoso de rebajar en su día el castigo impuesto a los causantes del 1-O, que pronto estarán en la calle.
Junqueras y Puigdemont aparcan sus diferencias para seguir controlando el presupuesto, adoctrinando desde las aulas, emulando a Goebbels en TV3 y regando con nuestro dinero (la comunidad debe más de 60.000 millones de euros al FLA) a cuantas asociaciones más o menos folclóricas dedican todos sus desvelos a inculcar el odio a España. También forma parte del arreglo la necesidad de arrojar un tupido velo sobre la corrupción del clan Pujol y otras figuras destacadas de la ‘nación’ imaginaria. Más pronto que tarde saltará por los aires ese gobierno imposible, pero de momento, y a juzgar por su balance de gestión pasada, su anuncio constituye una muy mala noticia para los ciudadanos sujetos al yugo de ese tridente, pésima en lo que atañe a los intereses de Pedro Sánchez.
El inquilino de La Moncloa y su gurú de cabecera fraguaron la candidatura de Salvador Illa a la Generalitat a base de lanzar ataques contra Madrid, destinados a satisfacer los más bajos instintos del catalanismo radical. Como consecuencia de esa ‘brillante’ estrategia, el PSOE se hundió en el territorio que enseñorea Isabel Díaz Ayuso y queda igualmente relegado a la nada en Cataluña, donde Illa no pinchará ni cortará otra cosa que su propia frustración. Otro fracaso añadido al de la ‘operación Murcia’, cuyo resultado es la soledad acrecentada de un presidente en minoría, cada vez más aislado, huérfano de apoyos y abocado a pagar más caro el apoyo de sus socios. ¿O acaso cree que ERC le dispensará de otorgar los indultos prometidos y convocar la mesa de negociación pactada? En cuanto se constituya ese nuevo ‘govern’, su primer paso será redoblar la ofensiva en demanda de autodeterminación, que es, junto al apetito de cargos y el anhelo de impunidad, su único factor de cohesión. Entonces veremos qué se le ocurre a Redondo para impedir que su jefe se despeñe un poco más en las encuestas.