- Los estrategas de la Moncloa pretenden convertir la derrota del 28-M en una campaña feroz contra los pactos de PP y Vox, anticipo de lo que vendrá en las legislativas de diciembre
Pedro Sánchez vuelve al ajedrez. Se aficionó a los movimientos del tablero en tiempos de Iván Redondo, un prodigio a la hora de diseñar batallitas con alfiles y peones. Ahora se trata de sacrificar alguna pieza para que la estrategia funcione, para que el escenario tras el 28-M resulte más liviano de lo que aventura la demoscopia.
Moncloa teme que el mapa azul que emerja esa noche de las urnas dinamite las posibilidades de victoria en las legislativas de diciembre. Un vuelco radical en las regionales y locales sería un contratiempo insuperable. De ahí que los 800 asesores que el valido Bolaños tiene bajo el Ala Oeste de Presidencia difundan con ahínco la teoría de que no pasa nada por que se pierdan algunas figuritas en la contienda. Resultaría incluso un elemento positivo. Sacrificar una torre, y hasta a la reina, para salvar al rey. En esas están.
El PP necesitará pactar con Vox y esta es la clave del asunto, una reedición del acuerdo en Castilla la Vieja que resucitará el fantasma del retorno de la ultraderecha
Lejos de lamentar, por ejemplo, la pérdida de Rioja, que la mayoría de las encuestas dan por segura, los planificadores de Moncloa considerarían ese resultado un hecho positivo. Es una comunidad de tradición conservadora y no sería un horror que Concha Andreu, tan carismática como unas alpargatas de aluminio, perdiera la presidencia. El PP necesitará pactar con Vox y esta es la clave del asunto, una reedición del acuerdo en Castilla la Vieja que resucitará el fantasma del retorno de la ultraderecha.
Pocas opciones más le quedan al gran líder del progreso para revalidar su mandato. Basar la campaña electoral de las generales en la subida de las pensiones no alcanza, entre otras cosas, porque la imparable inflación, las desmandadas hipotecas y la cesta de la compra dinamitan el argumento de la bonanza económica. Los fastos del semestre europeo, con el que Sánchez sueña cual si fuera la Olalla de Stevenson, apenas tendrán reflejo en las urnas. Esos populosos encuentros, fotografías, paseos y abrazos con dirigentes de la UE que inundarán la agenda mediática a partir de junio lograrán tanto efecto en el voto como una entrevista con Julia Otero. Cero.
¿Pasa algo porque caiga Page? A Sánchez, tal posibilidad, le resbala, siempre y cuando, naturalmente, que la defenestración sea la consecuencia de un arreglo entre PP y Vox
Los centauros de Bolaños se aplican ya a desempolvar el viejo engendro, a sacarle lustre a la imagen inevitable de pactos en otras comunidades y ayuntamientos, como una especie de imparable epidemia ultra. No se descarta que el acuerdo de la Rioja tenga réplica en Baleares e incluso en Castilla la Mancha. ¿Pasa algo porque caiga Page? A Sánchez, tal posibilidad, le resbala, siempre y cuando, naturalmente, que la defenestración ocurra tras un acuerdo de PP y Vox. Palabras mayores serían, por ejemplo, perder la Comunidad Valenciana o la alcaldía de Sevilla, dos piezas totémicas en el actual poder territorial del PSOE que también podrían caer en el cesto de Feijóo. De ocurrir tal cosa, el Gobierno sí estaría frente a un severo problema. Significaría el principio del fin de la caída del tinglado del sanchismo.
Este juego arlequinado sobre futuros pactos se contempla desde Génova con displicencia gallega. El líder de la oposición desdeña a la formación de Abascal. Así actuó en la moción de censura de Tamames, y no les fue mal a ninguno de los dos, y así hará hasta los comicios venideros. El lío ahora está al otro lado del tablero, en la revuelta que tiene organizada la banda del empastre, en los navajazos inclementes que se propinan a la izquierda de la izquierda. . «Lo importante es que las piezas encajen», comentó Sánchez a la vuelta de su visita a Roma. Pero no. Las piezas están encalladas, yolandas y belarras se sacuden a conciencia y chillan como un conejo estrujado.
Cruzan los dedos en Moncloa para que algún prescindible baroncillo socialista tropiece en mayo y así Feijóo tenga que abrazarse fieramente a Abascal, prólogo palmario de lo que ocurrirá en la gran batalla de diciembre. No parece gran cosa para revertir el viento de cambio que ya se percibe y el rechazo visceral que la figura del presidente despierta allá por donde asoma su hermosa faz.