- Estamos ante un apagón democrático porque no hay sistema que soporte un mix con tanto chorizo.
La UCO entrando en la sede del PSOE para clonar el correo electrónico de su secretario de Organización es la antesala de la suspensión moral y legal de un partido.
Estamos viendo en directo cómo el presidente del Gobierno tensa hasta el límite las costuras de la democracia española.
Si lo más grave ha sido la ley de amnistía, el otro daño irreparable sería acabar con el PSOE.
¿Somos conscientes de la gravedad que supone que desaparezca el Partido Socialista Obrero Español?
La democracia española, frágil por inmadura y joven, por precipitada y visceral, depende del equilibrio entre los partidos del gobierno y la oposición. Son como dos pulmones de un mismo cuerpo y, por mucha neumonía bilateral que tengamos, necesitamos el órgano para ejercer la función.
No podemos permitir que nos pase como a Francia y que la extrema izquierda supere a la izquierda socialdemócrata. Lo queramos o no, los partidos se parecen a su opuesto.
Una radicalización aún mayor de la izquierda tendrá su reflejo en la derecha del futuro. No necesitamos mélenchones en España porque la alternativa no son los lepens.
Pedro Sánchez no vino para poner un muro ante la extrema derecha, sino para construirle una autopista de cinco carriles y sin peajes a la Moncloa.
Si había mucho que reprochar a Sánchez, a la lista se suma que esté sometiendo a su partido a una tensión que lo sitúa al borde de la extinción. Y con razón. El PSOE no era una banda de ladrones ni una organización criminal, como algunos deseosos de liquidar la democracia se han precipitado en afirmar, pero sí que empieza a parecerlo.
La “banda del Peugeot” asaltó el partido con ardides poco democráticos y, como todo hace pensar, con la finalidad de utilizarlo para el lucro personal. Lo que estamos viendo estos días ha sido coordinado por los secretarios de Organización del PSOE, y se está extendiendo como una red de hongos por todo el territorio nacional de modo simultáneo.
Es como el apagón. Pero en lugar de quebrar la red eléctrica nacional por una mala gestión, ha fundido los plomos de la red del partido. Estamos ante un apagón democrático porque no hay sistema que soporte un mix con tanto chorizo.
No hablamos de casos de corrupción aislados, sino de una corrupción de partido en toda regla, como sólo se ha conocido en la Unión Soviética, en la Venezuela de Maduro o la Cuba de los Castro. Todo apunta a una acción coordinada desde el partido para servirse de la red clientelar y de poder para robar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible.
Llegaron para saquear el país, no para gobernarlo.
Pero el daño infligido por Sánchez a su propio partido es proporcional al perjuicio que sufre la democracia española. Hoy entra la UCO en Ferraz, y a algunos nos alegra porque significa el final de una era ominosa en la historia de nuestra democracia, y la caída de un presidente del Gobierno que ha utilizado la discordia para mantenerse en el poder.
Pero no es para celebrarlo.
Las guerras provocadas por el sanchismo han resultado muy difíciles de ganar, pero más complicado aún será ganar la paz después de tanta política de tierra quemada. La única buena noticia que estamos viendo estos días es que la democracia española tiene todavía los anticuerpos para luchar contra los organismos antidemocráticos.
¿Se imaginan a un ministro de Maduro en la cárcel?
¿A la policía entrando en la sede del Partido Comunista Ruso o a los jueces pidiendo explicaciones a Himmler?
Que Ábalos y Cerdán estén imputados, y que la UCO registre Ferraz, no significa que la democracia no funcione, sino todo lo contrario.
Si hoy Sánchez está a punto de caer es porque nuestra democracia funciona y porque la Constitución del 78 no está tan mal pensada.
Si hoy Sánchez está contra las cuerdas y tiene muy pocas posibilidades de convertirse en el Maduro español, es porque la Justicia, el Parlamento, la prensa y las instituciones en general funcionan y sirven para aquello para lo que fueron diseñadas.
La democracia funciona, a pesar de Sánchez.