ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • El socio de Rufián y Otegui está sentenciado. Su mayoría Frankenstein se desmorona en las encuestas

La insaciable voracidad recaudatoria que exhibe Pedro Sánchez en este momento de asfixia económica solo puede obedecer a dos motivos: hacer hucha destinada a comprarse la reelección en las próximas generales o acumular fondos con los que aprovechar la presidencia española de la UE, en el segundo semestre del año próximo, para auparse a uno de los puestos que hoy ocupan Von der Leyen y Michel. A tenor de los sondeos me inclino por la segunda posibilidad, aunque la primera no resulta en absoluto descartable.

Hoy por hoy el líder socialista está sentenciado. Su mayoría Frankenstein se desmorona, arrastrada por su propio fracaso, el hundimiento de Podemos y la irrelevancia de Yolanda Díaz. El bloque de la izquierda suma en el mejor de los casos 125 escaños, salvo en las encuestas del CIS, que como ha quedado sobradamente demostrado resultan ser pura ficción. Ni siquiera añadiendo los cuarenta asientos inamovibles que acumula el mosaico independentista del Congreso le alcanza. Todos los estudios serios le auguran una abultada derrota ante Núñez Feijóo, quien encarna la alternativa. La opción preferida por los ciudadanos para tomar las riendas de España y sacarla del atolladero en el que la ha metido el socio de Rufián y Otegui (que el domingo despedía en Twitter al fundador de ETA, Iñaki Larramendi, con las siguientes palabras: «Ha sido un honor haber compartido con él el camino de la liberación. Un abrazo a familiares y amigos. Adiós y honor». Contenga el lector, como hago yo, las ganas de vomitar).

Tras la llegada del gallego a la dirección del PP, y una vez absorbido por completo el voto de Cs, las siglas de la gaviota avanzan, al tiempo que Vox queda relegado al significativo papel de factor corrector de tentaciones pusilánimes. El consenso demoscópico adjudica al centro-derecha en torno a 180 votos, más que suficientes para gobernar sin necesidad de pagar peajes al separatismo.

Ante ese mapa político ¿qué cabe esperar del inquilino de la Moncloa? Puede intentar aferrarse al poder. Es un superviviente nato, movido por una ambición desmedida. Y tiene dinero, mucho dinero procedente de nuestros maltrechos bolsillos, suficiente para subir pensiones y sueldos de funcionarios con alegría demagógica, aunque con ello genere un agujero irreparable en las futuras cuentas públicas. Claro que, aun en caso de obtener una victoria pírrica, eso lo abocaría a otra legislatura endiablada, al frente de una nueva mayoría armada a base de despojos. De ahí que sea más probable una fuga hacia Bruselas, donde en diciembre de 2023 vencen los mandatos de los presidentes del Consejo y la Comisión. Sánchez se ha aficionado a los fastos internacionales y dispone de recursos para ‘engrasar’ su elección. Él lo negará, por supuesto, mentirá hasta el último día, pero ya prepara su salida hacia destinos más gratos. Si le sale la jugada, que Dios pille confesada a Europa.