ABC 19/06/17
EDITORIAL
· El nuevo PSOE no es más que una versión más exasperada del que lideró el secretario general en sus dos derrotas electorales consecutivas
NADA nuevo. Así puede resumirse el discurso con el que Pedro Sánchez puso fin al XXXIX Congreso del PSOE. Sánchez dejó a un lado los leves destellos de pragmatismo y aparente moderación que surgieron de su boca tras las primarias y ha recuperado el lenguaje duro de la izquierda extrema y arrogante, la que piensa que los gobiernos del PP son accidentes de la Historia y que la izquierda tiene un derecho natural a gobernar España. La idea de Pedro Sánchez es clara: desmantelar la acción legislativa del PP con el apoyo de Podemos y Ciudadanos. El objetivo es complicado porque cabe dudar de que Ciudadanos se preste a ser complemento de una estrategia compartida con Pablo Iglesias, pero lo que importa es que si ese es el objetivo de Sánchez, los medios que va a usar para lograr incluirá una oposición sin puentes de diálogo ni consenso. Sánchez enfila al PP y a Mariano Rajoy, y ni uno ni otro deben hacer oídos sordos a la confrontación ideológica que les propone la izquierda.
El Pedro Sánchez del «no es no», del pacto con Podemos y de los discursos agrios de las primarias fue el Pedro Sánchez ayer. El PSOE se rinde como partido nacional y acepta ser el «Caballo de Troya» que quiere meter la plurinacionalidad de España en la Constitución y, por supuesto, en sus pactos con los separatismos más extremistas. El espejismo de aquel Sánchez sosegado por su victoria frente a Susana Díaz se ha esfumado al minuto siguiente de cerrar el monopolio del poder interno en el PSOE. De nuevo la izquierda regala al nacionalismo el argumento de que el problema siempre es de la Constitución o de la derecha. La fortuna de los nacionalistas es que la democracia española es una fuente inagotable de mentes vacías para su causa. Además de ineficaz para resolver la cuestión catalana, la plurinacionalidad es un concepto incompatible con el igualitarismo. La igualdad surge en la Historia con la idea de la nación única, pero todo está en venta con tal de echar al PP del Gobierno.
Así no le resultará fácil a Pedro Sánchez mantener la paz en el seno del PSOE por mucho tiempo. Su ejecutiva es monolítica y su discurso, sectario, pero en las bases también hay sitio para el sentimiento nacional español y constitucionalista. El nuevo PSOE no es más que una versión más exasperada del que lideró Pedro Sánchez en sus dos derrotas consecutivas. Es una oportunidad para que el PP recupere el debate de las ideas, defienda un modelo liberal-conservador para el gobierno de España, no sucumba a los complejos y se esfuerce en consolidar pactos con fuerzas moderadas, sin más condición previa que el respeto al orden constitucional y a los valores de la democracia representativa. El PSOE lanza un envite que el PP debe aceptar.