Editorial-El Mundo
Pero ya que Sánchez de pronto parece sentirse tan cómodo con el legado en esta materia de su principal rival político, hasta el punto de hacerlo suyo, no cabe sino subrayar la contradicción que supone volver a anunciar –por enésima vez– que derogará gran parte de la reforma laboral de Rajoy. Porque ésta y otras medidas son las que han permitido que la economía española vuelva a crecer.
No acabaron ahí las contradicciones de Sánchez. Así, volvió a insistir en que el Gobierno tiene trazada una hoja de ruta para agotar la legislatura, pero admitió que no se trata de «aguantar», sino de «avanzar», en línea con lo expresado días atrás por la portavoz Celaá –«nadie va a resistir más allá de lo razonable»–. Y todo pasa por que en la reválida de septiembre el Gobierno consiga que sus socios populistas e independentistas den el brazo a torcer y le aprueben primero la senda del déficit –el PSOE intentaría entonces sortear el boicot del Senado– y después los Presupuestos. De lo contrario, Sánchez se convertirá en el primer presidente que no tenga realmente en sus manos el botón nuclear disuasorio que es el adelanto electoral, porque los demás lo detonarán por él. Y ello podría ser demoledor para las expectativas de un PSOE hoy muy crecido por los efectos taumatúrgicos del CIS.
En el apartado de anuncios y promesas incumplidas, el presidente cierra el curso desdiciéndose también sobre la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, aparcado al menos hasta septiembre. Este asunto se le puede acabar volviendo también como un bumerán. Porque aunque la agitación de la memoria histórica siempre moviliza a ciertos sectores de la izquierda, Sánchez ha demostrado que su promesa de que «en breve» se produciría la exhumación fue una precipitación propagandística sin el mínimo estudio previo ni cobertura legal. Y gobernar a golpe de titulares desilusiona a todos y no contenta a nadie. Veremos cómo acaba este asunto. Por lo pronto, la intención de aprobar un decreto ley para desenterrar al dictador sería una cacicada de difícil encaje jurídico, ya que no parece fácil justificar el recurso a una norma así para un asunto que, después de 40 años, mucha urgente necesidad no tiene.
Por último, sobre Cataluña Sánchez siguió en su línea de contemporizar con el independentismo a la vez que cargaba contra el PP por su actitud durante años en esta comunidad, como si el intento golpista de secesión fuera culpa del principal partido de España. Sí cabe aplaudir que el presidente anunciara que el Rey estará en los actos de homenaje a las víctimas por el primer aniversario del atentado en Barcelona, pese al boicot promovido por la Generalitat. Lo contrario hubiera sido una afrenta para todos.