José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Andalucía le prepara un enorme trastazo. Nunca se le dio bien al líder del PSOE el juego de las urnas, la esgrima electoral, la danza incierta de las papeletas
Es de Alicante y se llama Macarena. Aaaum! Es la baza de Santiago Abascal para entrar, con todos los derechos, en los sillones del Palacio de San Telmo. Para que Vox al fin abandone su papel de cireneo y tome asiento en un gobierno regional. Andalucía será la próxima cita con las urnas, a finales del año que viene, salvo que Juanma Moreno maree el calendario. Será en el sur donde se produzca el primer trompazo electoral restallante de Pedro Sánchez. Cierto que ya ejercía de secretario general del PSOE cuando el batacazo del 2-D, que derribó cuatro décadas de régimen socialista. Pero aquella derrota se le anotó a Susana Díaz, que, al cabo, jugaba en el bando rival.
El líder del PSOE será un resistente, pero no es un vencedor nato. Su relación con las urnas resulta lacrimógena. Hasta intentó un pucherazo con el voto oculto tras las cortinas, si será tramposo y desaprensivo el muy gañán. En las dos últimas generales, las del 2019, no logró reunir siquiera 125 escaños, con tendencia a la baja. En las autonómicas y locales del 26-M, de ese mismo año, su sueño de conquistar Madrid derivó en pesadilla con nombre de mujer, Isabel. En las vascas y gallegas, la derrota ha sido inapelable y bifronte. Tan sólo hace un mes pudo sacar cabeza en Cataluña, con una victoria pírrica. Ergo estéril. ¿Dónde irá ahora ese pobre Illa, qué hará con su biografía de estropajo?
¿Para qué necesita victorias en las urnas? Sella pactos indigestos, ejecuta inconcebibles cesiones, dicta inasumibles decretos… en suma, gobierna con la indecencia moral de quien ya hace años sepultó su dignidad.
«No arrasará en las urnas, cierto, pero cada día que pasa en La Moncloa se lo toma como una victoria electoral», resume uno de sus seiscientos mil asesores. Sella pactos indigestos, ejecuta inconcebibles cesiones, dicta inasumibles decretos… en suma, gobierna con la indecencia moral de quien ya hace años sepultó su dignidad. Parafraseando al neoplatónico, «donde no llega la piel del león le cose un pedazo de la del zorro». Y tira millas. Sánchez, ególatra superlativo, jamás considerará a alguien más grande que él mientras tenga en su poder la espada. O sea, el BOE. ¿Para qué necesita arrasar en las urnas si se las compone luego sin mayores contratiempos?
A la espera de despejar la incógnita sobre el futuro Gobierno catalán, que a nadie le importa media higa una vez elegido Laporta, el foco político se orienta hacia Despeñaperros, donde se perciben revuelo de navajas, ruido sordo de codazos, querellas intestinas y alguna que otra decapitación. Aquello está muy animado. Por todas partes, en todos los partidos se escuchan gritos, disputas y alaridos, como en una verbena de arrabal. Apenas se controlan los modos y casi nadie logra mantener la compostura.
La gran gresca tiene lugar en los cuarteles del PSOE. Susana contra Pedro, segundo asalto. Todo está sentenciado. Sólo una duda: ¿Quién degollará a la sultana?
En Podemos, la sangre del cisma llegó al río de la fractura y Teresa Rodríguez arma su nuevo juguete, como si se tratara de un exin morado y desparejo. Juanma Moreno, en el PP, se aprovecha de su sillón con poder y de la debilidad de Casado y le reta a pulsos permanentes. En Málaga, en Sevilla, en Granada, el equipo de Génova, enfrascado en el pesaroso juego de la renovación periférica, pugna a mandoblazos con los jerifaltes de la zona. Un pulso incómodo y desabrido, un cara a cara entre los números dos de las respectivas cuadrillas: Egea por Madrid y Bendodo por la parte andaluza. Nadie gana, todos pierden. Pero la gran gresca tiene lugar en los cuarteles del PSOE. Susana contra Pedro, segundo asalto. Todo está sentenciado. Sólo una duda: ¿quién degollará a la sultana? Un Juan Espadas quizás, aunque no le agrada soltar su alcaldía sevillana. O María Jesús Montero, la inescrutable portavoza, ministra de Hacienda, estropicio dialéctico, figura en alza para quizás, caer.
Cuatro décadas ominosas
En esta bullanga meridional, en esta alegre jarana, es Vox quien marca la pauta. Es Olona quien dicta las normas. Nueva en esta plaza, una mujer templada y rigurosa, que descree de las mentiras y sutilezas se presentó en la Giralda el día de la fiesta autonómica e incendió el gallinero. No se olvide que fue en Andalucía, hace un par de años, donde arrancó todo. Donde Vox pasó de ser un chiste incipiente a una broma pesada. Los doce escaños de Abascal llegaron así, de sopetón. Se produjo así la caída del imperio chavista (de Chaves), de la rapiña erética (de los ERE), la sepultura del socialismo trianero, Felipe, Guerra, los cafelitos de miemmano, las trampas de la Expo, las mariscadas, los puticlubs, la coca, los cuñaos, casi medio siglo de depredación y jerigonza, de cuatrerismo vil. El entierro de una era, ‘que no falte de ná’.
El primer trastazo descomunal y planetario de un presidente al que nunca se le dio bien el juego de las urnas, la esgrima electoral, el baile de las papeletas
Juanma Moreno, un bienio de pulcra y paciente gestión, persigue ahora una fusión decente y ordenada con Ciudadanos, con quienes gobierna sin ruidos, con quienes se entiende a la perfección. Una pareja feliz. El presidente andaluz busca un blindaje contra el empuje de Vox, que se adivina mucho más fiero que el sorpaso de las Ramblas. Hay números que cantan, aunque quizás desafinen. En las generales del 20-N, el PP apenas le sacó ocho mil votos a Vox en esa disputada región.
El año próximo, si todo sale como anuncian los augures, se producirá en Andalucía, la comunidad más de izquierdas de España, una victoria apabullante de la derecha. Vox entrará en el Gobierno. El candidato socialista, cualquiera que sea el pasmarote que designe Moncloa, habrá sufrido una notable humillación. Entonces, Sánchez ya no podrá ocultarse, ni mirar disimuladamente al tendido mientras silba o se saca brillo a las uñas. Esa derrota será suya. Y a Macarena Olona, camino quizás de la vicepresidencia, se le adjudicará buena parte del éxito del gran bofetón. El primer descomunal trastazo de un presidente petulante y despótico, al que nunca se le dio bien el trasteo de los comicios, la esgrima electoral, la intrincada danza de las papeletas.
Adelantar las generales
Ese presidente hasta ahora intocable, al que ya nadie zahiere, ni siquiera Casado, que practica el pacifismo centrista, al que nadie insulta porque no osa pisar la calle, al que nadie contradice porque no comparece en el Parlamento, al que nadie incomoda porque huye de la prensa, ese presidente inmune e inalcanzable, besará estruendosamente el polvo. No habrá nadie cerca para cargarle el mochuelo. Quizás por eso acaricia la idea de adelantar las generales, convocarlas antes de las andaluzas y evitarse tan doloroso bochorno. Las vacunas, los fondos europeos e Iván Redondo tienen la palabra.