El PSOE vive horas de tensión maquilladas tras el silencio de su líder. Oficialmente, las voces que toman la palabra repiten los mensajes del argumentario insistiendo en el no y urgiendo al PP a recabar los mismos apoyos que obtuvo para situar a Ana Pastor al frente del Congreso. Poco más. El discurso está agotado, es «infantil e interesado», avisan los socialistas de vieja hornada, temerosos de que el órdago «personal» de Sánchez provoque la «fractura» del partido.
Entre los críticos, todos ex dirigentes del partido y en su mayoría miembros del Comité Federal, hay quienes todavía confían en que en el último minuto habrá un viraje y Ferraz aceptará la abstención para evitar la celebración de las terceras elecciones en un año. «No puede ser de otra manera; pero sólo llegará cuando Rajoy confirme que acudirá a la investidura y que tiene el apoyo de 170 escaños».
Un respaldo que no dudan que obtendrá, aunque hasta entonces dan por hecho que Sánchez «no se bajará del ‘no’». Lamentan los consultados la «gestión desastrosa» que, en su opinión, ha desplegado la dirección del PSOE en el último año y auguran tiempos difíciles antes de que el partido pueda emprender la remontada.
Ante lo inminente, la investidura de Rajoy, dan por hecho que el coro de voces, ahora acallado, despertará para poner de manifiesto que «con 85 escaños frente a 170 no se puede bloquear la formación de un Gobierno para el país». «Hablará hasta el lucero del alba», pronostica un alto cargo orgánico de las etapas de José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba.
No todos coinciden al cien por cien con este análisis. Los más próximos a la vida orgánica del partido alertan de la estrategia de Sánchez a quien culpan de «jugar sólo a construirse su relato» con vistas al próximo congreso del PSOE sin importarle lo más mínimo, dicen, los intereses generales e incluso los de un partido que está ya «profundamente dividido».
Uno de los consultados, miembro de las Ejecutivas de Zapatero y Rubalcaba y del actual Comité Federal, compara la situación interna que vive el PSOE con una partida de mus: ambas partes (oficialistas y críticos) juegan de farol esperando el tropiezo del rival y subiendo la apuesta, ya demasiado alta, a cada paso.
«Sánchez sólo trabaja para sí mismo», afirma. Mantendrá el ‘no’ a la abstención aún a sabiendas de que «no se trata de apoyar al PP sino de no obstaculizar la formación de un Gobierno».
El objetivo último de esta estrategia, señalan las fuentes, es la de tensar la cuerda para que finalmente sean los barones, los referentes históricos y un buen número de ex dirigentes, los que se levanten de la mesa y exijan la convocatoria de un Comité Federal para reconducir la situación e imponer el viraje hacia la abstención. En ese caso, Sánchez tiraría la toalla, aseguran, pero llevándose consigo un argumento, «mendaz pero potente», para esgrimir en el congreso federal al que, recalcan, «volverá a presentarse».
«No me tumbó la derecha, me doblegó una parte del partido que decidió entregarle el Gobierno al PP». Con estas palabras resume uno de los referentes socialistas el plan que muchos adivinan en el secretario general y en su círculo más próximo. «Con esta estrategia creen que tendrían ganado medio congreso», añade.
Se trataría, en definitiva, de arrastrar a una parte de la militancia, la más intransigente, la que pretende exhibir pureza ideológica por encima de cualquier otro razonamiento. «Una dinámica así nos lleva a la ruptura», vaticina. Sólo con estos mimbres se explica el momento actual del PSOE: todo el mundo está callado. Sánchez vive retirado entre Mojácar y Madrid evitando las cámaras y los micrófonos. Sus portavoces –Antonio Hernando y Óscar López, principalmente– machacan el mensaje del «no es no» como un principio inamovible intentando presentar un escenario de izquierda frente a «las derechas» obviando que ellos mismos no sólo negociaron mano a mano con Ciudadanos tras las elecciones del 20 de diciembre, sino que entonces defendieron su alternativa de gobierno como el mejor ejemplo de la «transversalidad» y del «mestizaje ideológico» que necesitaba el país, en palabras del propio Pedro Sánchez.
«Ahora han renunciado a hacer política», apostilla otro de los consultados para quien, tras haber desperdiciado ya hasta la oportunidad de pedir junto a C’s la cabeza de Rajoy –«ese momento ha pasado», asegura–, permite que Rivera tome la iniciativa y arrastre a Rajoy a negociar la mayoría de los puntos socioeconómicos que introdujo el PSOE en el acuerdo que suscribieron ambos partidos tras el 20-D. «Ha dejado que nos achiquen el espacio por la derecha, por la izquierda y por el centro», lamenta.
La única salida que vislumbran los críticos pasa porque finalmente alguien del círculo próximo a Sánchez –y citan a quien fue jefe de gabinete de Felipe González y después de José Luis Rodríguez Zapatero, José Enrique Serrano, e incluso al ex ministro de Economía, Jordi Sevilla– «introduzca sensatez» cuando Rajoy confirme que cuenta con 170 apoyos y en el partido se disponga a hablar «hasta el lucero del alba».
La solución entonces, insisten las fuentes, pasaría de nuevo «por la política». «Nuestra abstención no podría ser gratis, habría que venderla cara pensando muy bien qué es lo que más nos interesa para ejercer a continuación una oposición visible y eficaz». Cuando se pregunta cuál podría ser el precio más apropiado, las fuentes no dudan: la reforma constitucional.
De lograrlo, explican, «sería la negociación política por excelencia de la nueva legislatura, y la habríamos abierto nosotros». El mandato del PP acabaría, además, cuando esa negociación finalizara porque para aprobarla habría que disolver las Cámaras, convocar elecciones y, después, ratificar la Carta Magna remozada en referéndum.