ABC-IGNACIO CAMACHO

La división de esa derecha tan cabreada con Sánchez puede acabar ayudándole a comprar un Falcon nuevo para sus viajes

SI se tratase de una carrera ciclista podría decirse que Sánchez se está escapando. El 30 por ciento es una cifra que no sólo garantiza el liderazgo –de eso ya nadie duda– sino que, regla D’Hont al canto, deja la investidura a un palmo. El centro y la derecha no tiran porque la división en tres fuerzas pesa como un fardo. El crecimiento de Vox lastra a la vez al PP y a Ciudadanos, que inesperadamente se ha rezagado. A Rivera no le funcionan los fichajes y su promesa de no pactar con el PSOE ha sido un fiasco, una decisión de dudoso valor táctico que refuerza las expectativas del adversario: los electores no se la creen y en cambio para el presidente constituye un regalo que le permite posar, a buenas horas, como un moderado, un paladín del diálogo al que sus rivales le niegan la mano. Por alguna razón difícil de explicar y de entender, esa impostura está cuajando y el hombre que alquiló el poder a los enemigos del Estado levita por la precampaña como si las aguas se abrieran a su paso.

Ya, ya, se trata sólo de sondeos. Y con un índice registrado de volatilidad superior al 60 por ciento, lo que significa que el desenlace sigue muy abierto. Pero a diferencia de Tezanos, Narciso Michavila, el gurú de GAD/3, es un profesional serio, que trabaja para distintos partidos y en cada encuesta se juega su crédito. Como demostró en las elecciones andaluzas, su trabajo tiene una ratio alta de acierto. Sus barómetros son una fotografía del momento. Claro que pueden variar; al fin y al cabo hablamos de estudios del comportamiento, de aproximaciones sobre el ánimo de una opinión pública en continuo balanceo. Pues bien: la tendencia que se está moviendo apunta a la consolidación de los socialistas en el Gobierno.

Hay además un dato notable: el bloque de la moción de censura avanza en escaños pero no en porcentajes, que siguen estancados en el empate. Esto quiere decir que la fragmentación del segmento liberal y conservador penaliza sus posibilidades. El sábado, muchos simpatizantes de Vox zarandearon a Ramón Pérez-Maura por haber escrito en ABC que votar a Abascal es votar a Sánchez. La realidad demoscópica, empero, con todos sus matices y salvedades, avala ese análisis porque el sufragio fraccionario de la derecha se pierde en buena parte entre el reparto de restos provinciales, de modo que esos electores sin diputado pueden ayudar al presidente a comprarse un Falcon nuevo para sus viajes. Todo el mundo tiene, por supuesto, el derecho sagrado y libérrimo de equivocarse; en materia electoral la verdad no está del lado de nadie aunque se la acabe apropiando el que gane. No obstante, en las tripas de la intención de voto hay un mensaje para el que lo sepa leer antes de que sea tarde. Y si el dirigente al que muchos ciudadanos cabreados llaman revalida mandato con cuatro años por delante, tendrán que buscar otro apodo que aplicarle.