Luis Ventoso-ABC
- Con su pifia con Cs se ha creado problemas que no tenía
Una conocida cita, que unos atribuyen a George Washington y otros al general chino Sun Tzu, reza que «la mejor defensa es un buen ataque». Pero esa máxima solo funciona si cuentas con los efectivos que requiere la ofensiva. Maguregui, Arsenio, Irureta, los viejos entrenadores especializados en equipos en el alambre, nunca creyeron en ese principio. Se hablaba del ‘autobús de Maguregui’, porque su táctica estaba clara: meter a sus once bajo la portería y resistir como los 300 espartanos de las Termópilas. Irureta formaba parte de la misma Escuela Amarrategui: lo primero, mantener tu portería a cero, y luego ya veremos… Arsenio gastaba también fama de reservón. Cuando de chaval hice información del Dépor, los gacetilleros veteranos contaban una anécdota tan coñona como probablemente apócrifa. El míster solía elegir a un jugador un poco más espabilado que los demás y lo convertía en su embajador en la cancha para que transmitiese sus órdenes. Aquella temporada operaba como enlace el sereno centrocampista vasco Aspiazu. El Deportivo jugaba un partido vital. Pero se acercaba el minuto 90 y el cero a cero continuaba inmutable. Aspiazu se acercó a la banda a pedir instrucciones: «Míster, ¿qué hacemos?». Arsenio, cabreado con el rendimiento del equipo, levantó los brazos airado: «¡Ir a cagar!». Aspiazu le entendió mal y volvió a la cancha con la buena nueva: «¡Dice que atacar!». Por una vez el equipo olvidó el cerrojazo, se echó arriba y acabó ganando. Pero fue de chiripa.
Sánchez está tan encantado de haberse conocido que ha sobrevalorado sus fuerzas. Con la pobre plantilla que tiene (120 escaños pelados, una coalición de tebeo con Podemos y una alianza imposible con el separatismo), con lo mal que ha gestionado la pandemia y con el problemón económico, Mi Persona tendría que haber optado por una estrategia a lo Maguregui: cerrojazo y a resistir. Pero se puso estupendo y decidió aplicar la máxima de «la mejor defensa es una buen ataque»; en lugar de atender al agudo consejo de Napoleón: «Si el enemigo se equivoca no lo distraigas» (y la derecha se estaba equivocando, con una lucha intestina en tres facciones que mantenía al PSOE a flote).
Sánchez lanzó una atrevida opa a Ciudadanos para asaltar el poder autonómico del PP. Pero se pasó de espabilado. No es solo que haya hecho el ridículo en Murcia, sino que además se ha creado problemas que no tenía. Casado, al que nadie veía como vencedor en unas generales, vuelve a tener una opción, porque si Ayuso logra un gran resultado en Madrid mejorará la confianza del público en el PP. El ataque ha provocado además la liquidación de Cs y la fractura de la coalición con Podemos. Si Iglesias pincha en Madrid pasará a reconvertirse como líder de la oposición más montaraz (ayer ya llamó mentiroso a Sánchez). Por último, la Operación Illa Maravilla ha sido un fiasco: cuando Sánchez se despertó, el dinosaurio separatista seguía allí, con sus demandas imposibles. Si hubiese visto más vídeos de ‘Los mejores empates de Maguregui’ y menos ‘House of Cards’ le habría ido mejor.