Luis Ventoso-ABC

Esto es lo que tenía que haber dicho ayer y jamás dirá

Concluido el estado de alarma, y dadas las terribles pérdidas humanas y económicas que ha sufrido España y el calvario que nos espera, es de justicia que me sincere y haga autocrítica. Mi Gobierno llegó tarde y ha cometido graves errores. Prueba indiscutible de nuestra mala gestión es el ranking mundial de muertos por millón de habitantes: la peor tasa la tiene Bélgica (887), seguida por el Reino Unido (626) y España (606). Pero nuestros datos reales son todavía peores, porque mi Gobierno ha ocultado el número real de fallecidos y todo indica que hay más de 16.000 muertos no reconocidos. Sé que es imperdonable, una ofensa a su memoria y a sus familias. Reconozco además que nos ha faltado

humanidad. Como presidente, debería haber visitado hospitales y residencias, acudido a las morgues masivas para honrar a nuestros compatriotas, haber declarado el luto cuando perdíamos cientos de vidas por día. No lo hice. Antepuse el marketing político a la elemental empatía con el dolor del país. Pido perdón.

No supimos ver el problema, pese al evidente ejemplo italiano. Antepusimos nuestras obsesiones ideológicas a la prudencia sanitaria. Para celebrar a toda costa las marchas feministas del 8-M no tomamos medidas hasta el 14 de marzo. El 8-M ha sido nuestro talón de Aquiles, pues para ocultar ese error hemos llegado incluso a purgar a la cúpula de la Guardia Civil. Además, el ministro del Interior mintió sobre la razón de esos relevos. En una democracia limpia no se puede mentir al público y al Parlamento impunemente. Será cesado.

El modelo autonómico había dejado al Ministerio de Sanidad sin atribuciones, por eso coloqué como ministro a un filósofo catalán, cuya verdadera misión era la negociación con los separatistas, necesaria para mantenerme en el poder. Cuando Sanidad tomó las riendas, no tenía músculo ni experiencia. Las compras de material resultaron un desastre y los equipos de protección llegaron tardísimo. Nos convertimos en el país con más sanitarios contagiados. Sé que es imperdonable no haberlos protegido.

Sobró lo que bautizamos con el eufemismo de «hibernación de la economía». Esos días de cierre total, unidos al excesivo periodo de confinamiento, provocan que seamos el país de la OCDE con mayor caída del PIB. Además, hemos pagado la bisoñez de varios ministros, con lamentables retrasos en el pago de ertes y ayudas. Pido perdón además por las colas del hambre.

Pondré fin de inmediato a la negociación bilateral con los separatistas antiespañoles, pues contradice mi promesa electoral de endurecer las leyes contra ellos. Tampoco es coherente que yo demande unidad política y concordia cuando el vicepresidente Iglesias vive para la provocación y cuando tachamos de «golpistas» a legítimas formaciones de centro-derecha y derecha. No volverá a ocurrir. En cuanto al futuro, las arcas nacionales están exhaustas. No hay dinero para la protección social prometida. O llega la ayuda europea, que será condicionada a reformas, o tendremos que asumir dramáticos ajustes para salvar a España de la quiebra. No les puedo engañar. Esta es la verdad.