Luis Ventoso-ABC

  • ¿Cómo se habría enfrentado a la pandemia el presidente Groucho Marx?

Ya circula por Hollywood un guión para la segunda parte de «Sopa de ganso», la cima de los Hermanos Marx. Rufus T. Firefly (Groucho) sigue siendo el presidente de Freedonia, gracias a una inexplicable alianza con los mayores enemigos del país y con unos comunistas que decía que le daban pesadillas. Rufus gobierna encantado de admirarse en el espejo, dedicado a tareas esotéricas, como ganar de manera retroactiva una guerra concluida hace 40 años, o intentar resolver el cambio climático él solito. De repente surge un imprevisto: un virus comienza a castigar a los países vecinos. Pero Rufus T. Firefly pasa de todo. No tolerará que el bichito le arruine unas marchas feministas súper chachis que está preparando. Para tranquilizar a la población, el jefe sanitario antipandemias de Freedonia, un dubitativo doctor con cierto aire con el cómico Marty Feldman, garantiza al pueblo que no habrá contagios en el país, «más allá de algún caso aislado».

Pero alguien con un dedo de frente -¿Europa?- advierte al presidente Rufus de que está jugando con fuego. Así que solo seis días después de contribuir a la propagación del virus con sus manifas, gira en redondo y ordena el confinamiento más drástico del orbe. Toma el mando único, restringe las libertades, deja al Parlamento en barbecho, encarga a la poli que peine los correos para proteger su imagen, ordena a sus ministros que se pasen el día en la tele y se reserva para él unos sermones estelares de una hora de autobombo. No funciona. Freedonia es el tercer país con más muertos por millón y el líder mundial en contagios de sanitarios, porque el presidente y su ministro de Sanidad, un filósofo muy modoso y pez en la materia, no han sabido protegerlo. Llegado el verano, Rufus se pone estupendo y anuncia al pueblo que «el virus ha sido derrotado». ¡Ole! Anima a lanzarse a «disfrutar de la nueva normalidad» y se pira de vacaciones con sus amigotes a cuenta del Estado. Viene una segunda ola. Pero Rufus se encoge de hombros. Ahora el problema ya no va con él, allá se apañen las regiones. Viene una tercera ola. Rufus sigue pasando, ocupado en acosar a los jueces, vigilar al pelmazo de su socio comunista y promocionar como un fenómeno electoral al ministro de Sanidad más paquete de Europa.

Por el camino, Rufus ha contado unas cuantas trolas. Anunció «la mayor movilización de recursos de la historia democrática de Freedonia», un plan «público privado de 200.000 millones», del que nunca más se supo. Anunció una paga para los hogares en dificultades que no ha llegado ni al 20% de los destinatarios prometidos. Se inventó un ránking internacional sobre los éxitos de Freedonia con los test que no existía (y un «comité de expertos» que tampoco). Incluso ha falseado las cifras de muertos y en el país ya hay cuatro millones de parados. Sin embargo, todas las encuestas continúan dando ganador… a Rufus T. Firefly, porque controla las teles, domina la propaganda y la oposición de Freedonia está dividida en tres sectas a la greña. (The End).