Luis Haranburu Altuna-El Correo
Solo le queda pactar otro gobierno con los que nunca debió obviar
Tiene mala cara nuestro presidente. En sus frecuentes comparecencias en la tele, se le ve estresado y con mal color. Es obvio que no duerme bien. Y no parece que la pandemia sea el único motivo. Tenía razón cuando confesaba que con Pablo Iglesias en el Gobierno no podría conciliar el sueño. Por eso se negó en su día a compartir el poder con él. Luego rectificó, contra todo pronóstico, y se apresuró a formar el Gobierno ‘de progreso’ con quien le habría de producir insomnio.
Cuando acaban de transcurrir tres meses desde que el pasado 12 de enero Sánchez presentó su Gobierno ‘de progreso’, ya parece un juguete viejo y roto. Se han cumplido todos los malos presagios y los temores que un día abrigó Sánchez se han quedado cortos. Todo es peor de lo que imaginó. El Gobierno parece bicéfalo y el vicepresidente Iglesias y sus ministros parece que van por libre, por mucho que el vicepresidente ‘social’ se deshaga en elogios hacia Sánchez y califique de «histórica» su acción de gobierno. Este anunciado desastre podría haberse diluido en el tiempo, pero la irrupción del Covid-19, en forma de tsunami sanitario y económico, ha puesto en evidencia las flaquezas de un Gobierno desnortado, bisoño y frágil.
Lo de la fragilidad era una obviedad de la que el propio Sánchez era consciente, pero pensó que podría gestionarlo con su proverbial habilidad para el regateo en corto y la política de la inmediatez táctica. Pero la pandemia ha desbaratado cualquier proyecto de ir tirando mientras el cuerpo aguante. El cuerpo ya no aguanta más y la popularidad de nuestro presidente ha caído sin que ni Tezanos ni Redondo puedan hacer nada para evitarlo. Son demasiadas las improvisaciones, demasiados los balbuceos, demasiadas las comparecencias retóricas y demasiados los cambios repentinos de rumbo… demasiados los muertos y demasiada la angustia de millones de españoles que no saben a qué atenerse.
Es evidente que la coalición gubernamental está ayuna de gestión y sobrada de ideología, lo cual se traduce en la inane búsqueda de chivos expiatorios, en el continuo solapamiento de los errores cometidos y en la ausencia total de autocrítica que conlleva el nulo propósito de enmienda.
Entre los chivos expiatorios están los famosos recortes de Rajoy, pero se olvida que fue Zapatero el que los inició. Europa se ha convertido en el chivo expiatorio por excelencia y se mira a Europa en busca del remedio a nuestra desidia, despilfarro e incompetencia. Sánchez dice que los eurobonos son el único remedio posible, pero no hace nada para reparar la caída en picado del prestigio de España ante las instituciones europeas.
Sánchez accedió al poder gracias al apoyo de notorios impugnadores de las instituciones europeas, entre los que se encuentran Unidas Podemos (UP) y los soberanistas catalanes. Los socios de Sánchez no son solo euroescépticos sino que presumen de eurofobia. Plantear nacionalizaciones estratégicas como, reiteradamente, viene proponiendo el vicepresidente ‘social’, es actuar contra la línea de flotación del sistema económico y social que es el de la Unión Europea. ¿Cómo quiere Sánchez que Holanda y Alemania suscriban solidariamente una deuda desbocada y sin límite, propiciada por el populismo izquierdista que forma parte de su Gobierno?
Es proverbial la habilidad de Sánchez para sacar los conejos de su chistera que le permitan seguir en el poder. El último de los conejos lleva el prestigioso nombre de los Pactos de La Moncloa. Unos pactos hoy imposibles de pactar tras las políticas suicidas y mezquinas que nos han llevado a todos a un frentismo artificial y estéril. Desde que Sánchez asomó a la política nacional, toda su acción política se focalizó en la reapertura de frentes ya amortizados por la historia. Resucitó a dictadores espectrales, se opuso a razonables pactos de gobierno y buscó denodadamente la ruptura con la franja conservadora de la política española. Gracias a la declaración del estado de alarma, Sánchez, el presidente menos votado de nuestra democracia, es quien más poder ostenta, tras Franco; la oposición se ha plegado al mando único que exigía; ha establecido la censura ‘de facto’ a la prensa; ha confinado a la población; ha hibernado la economía… y las mascarillas y los test llegan con cuentagotas y no tenemos respiradores, ni guantes, mientras se nos somete a largas prédicas por televisión. Sánchez ha dilapidado su credibilidad para aglutinar a la oposición en otros pactos como los de La Moncloa. Aquello ocurrió en una coyuntura determinada donde la generosidad y la inteligencia pesaron más que el resentimiento estéril y el orgullo adolescente. Para poder pactar con la oposición constitucionalista, a Sánchez no le queda otra que desandar el camino de su nefasto pacto con UP y los soberanistas y pactar otro gobierno con quienes nunca debió obviar. Tal vez, entonces, Europa, la mayoría de España y, también, Sánchez podamos conciliar el sueño y acometer la reconstrucción de este comatoso país. Jamás habrá eurobonos con UP en el Gobierno.