Luis Ventoso-ABC
- Su plan legislativo para retorcer la Constitución y controlar a los jueces es inaceptable
Dos datos que retratan a las claras el remolino donde zozobra España. 1. -El FMI anuncia que seremos el país desarrollado que más riqueza perderá este año por la pandemia, una caída del PIB del 12,8%, que no tiene parangón. Traducción: la gestión económica del Gobierno que preside Sánchez ha sido calamitosa. 2.- España, incluso rebajando su Gobierno las cifras reales de mortandad, es el cuarto país del mundo con mayor número de fallecidos por coronavirus por cien mil habitantes; solo Perú, Brasil y Ecuador presentan peor balance según la Johns Hopkins, centro de referencia. Traducción: la gestión de la lucha contra la epidemia del Gobierno de Sánchez ha sido también calamitosa (y sigue siéndolo, una sucesión de enredos y fijaciones doctrinarias bajo la que se camufla un festival de improvisación e incompetencia).
Pues bien, mientras España sufre un doble mandoble económico y sanitario, su Gobierno no tiene prioridad mayor que enfilar la senda autoritaria con una insólita reforma legal del sistema de elección de los representantes de los jueces, que vulnera el espíritu de la Constitución. ¿Una anécdota? ¿Una ligereza más del sanchismo en su compresión laxa de lo que son los pilares de nuestro modelo de convivencia? No, muchísimo más grave. Un intento osado y sin complejos de atar en corto al poder judicial, de cortarle las alas a la justicia independiente, sin cuyo oxígeno no puede hablarse en puridad de democracia. Un disparate de aromas bolivarianos, que si se culmina puede provocar una seria amonestación de Bruselas a España y hasta poner en cuarentena unas ayudas europeas que necesitamos como el comer para salir de la sima.
«Primero vinieron» es un conocidísimo poema que se suele atribuir erróneamente a Bertolt Brecht y que denuncia la indiferencia suicida con que se tolera a veces la crecida del totalitarismo. En realidad lo escribió un pastor luterano contrario a Hitler, Martin Niemöller, que quiso denunciar la mansedumbre de la intelectualidad alemana ante la crecida de los nazis. Salvando las enormes distancias, cabría parafrasear el poema ante lo que está ocurriendo en España. Primero llegaron al Gobierno de España apoyándose en partidos que tienen como fin destruirla, pero yo no dije nada. Luego se apropiaron partidariamente de las instituciones de todos los españoles (la Fiscalía General del Estado, RTVE, el CIS…), pero yo no dije nada. Más tarde fueron contra la Constitución, con un socio de Gobierno, el PSOE, sosteniendo que está obsoleta y debe reformarse para crear una «nación de naciones», y otro que postula directamente derogarla e instaurar una república, pero yo no dije nada. Después Sánchez nos mintió en sus promesas electorales, pero yo no dije nada. Ninguneó al jefe del Estado, pero yo no dije nada. Amenazaron a los medios contrarios al «progresismo» obligatorio, acusaron de «golpistas» a los partidos que no piensan como ellos, ordenaron a la guardia civil vigilar los mensajes telefónicos críticos con el Gobierno, pero yo no dije nada. Ahora van a por la justicia independiente, uno de los últimos diques que obstaculizan su avance hacia un gobierno perpetuo de la izquierda. ¿Tampoco vamos a decir nada?