El presidente del Gobierno dijo el sábado a Mazón, según confesión propia, que “el Gobierno central está listo para ayudar. Si necesita más recursos, que los pida”. Hay mucha información implícita en estas dos frases. Es, en primer lugar, una declaración de extranjería para Valencia. España es, Sánchez dixit, una nación de naciones, una confederación y el presidente es, más que nada, un coordinador a quien conciernen solo relativamente las cuestiones de las partes. Sánchez se expresa como lo haría un gobernante francés ante el desastre español.

Como el ministro francés del Interior, que ofreció a su homólogo 200 bomberos para colaborar en el salvamento. Marlasca se lo agradeció y lo rechazó, diciendo que no lo necesita «por ahora». Desde El Salvador, Nayib Bukele contó que había enviado “una oferta de ayuda al gobierno español” , como lo hizo el presidente chileno, Javier Milei. Ninguno de los dos recibió respuesta del Gobierno español.

No hace falta que el Gobierno autonómico pida más recursos para que el de la Nación socorra a una parte de esa nación. Reducir la mayor catástrofe a un mero conflicto de competencias revela un comportamiento inicuo e irresponsable.

No escribiré una palabra para disculpar la gestión de Mazón, que a mediodía del martes, 29 anunciaba su creencia de que la dana se desplazaría hacia Cuenca y dejaría de ser amenaza grave para las seis de la tarde. El Gobierno debía de tener la misma información: su portavoz, Pilar Alegría, compareció ante los medios más allá del mediodía del martes, 29, sin mencionar que hubiera peligro alguno, a pesar de los cuatro avisos de la AEMET esa misma mañana: a las 6:42, a las 7:31, a las 8:04 y a las 9:06.

Pedro Sánchez aprovechó la gota fría para asaltar el miércoles en el Congreso RTVE. Tres días después admitía que las ayudas eran insuficientes y que pensaba enviar 10.000 efectivos más. La ministra de Defensa estuvo cumbre: “El Ejército tiene una presencia disuasoria. Lo que no podemos es que en un país el Ejército lo haga todo, sus labores, las labores que corresponden a la Administración [ …] o, en este caso, labores de seguridad”.

Uno vivió la inundación del Nervión el día 26 de agosto de 1983. Era viernes, el día grande de las fiestas de Bilbao. Empezó a llover por la mañana y no paró hasta el día siguiente; 504 litros por metro cuadrado. Compré unas botas de caña alta a primera hora del lunes y me fui a la zona inundada. La llegada del Ejército con sus vehículos me hizo comprender el destino melancólico de nuestros bienintencionados esfuerzos. Aquel día supimos que cuatro guardias civiles habían muerto en Llodio por la acción de la riada. En 2013 se conmemoraron los 30 años del desastre. El PNV ignoró al Ejército y a la Benemérita en el capítulo de agradecimientos.

Sánchez debió de vivir su sueño más húmedo ayer, al acompañar a los Reyes a Paiporta. El personal agredió a la comitiva, tirándoles lodo. Él no podía sospechar que la máquina del fango fuera esto y tomó el olivo, dejando solo a Felipe VI, que aguantó el tirón a cuerpo gentil, mientras el Felón se daba a la fuga, acompañado por los gritos, insultos y patadas a su coche de los ciudadanos. ¿Se habrá dado cuenta de que el interpelado de tan malas maneras era él?