- El sanchismo se peroniza. Se lanza a la compra del voto, a la seducción del joven, del pensionista, del funcionario. Soplan vientos de cambio desde Madrid y Buenos Aires
Y de pronto, el cimbronazo. El peronismo sufrió una paliza en las primarias del 12 de septiembre que recuerdan al tremendo cachetazo que encajó Pedro Sánchez en las autonómicas madrileñas del 4-M. Dos derrotas estruendosas, dos guantazos con toda la mano, dos rejonazos sin anestesia, que han hecho trastabillar a los gobiernos socialperonistas de ambos lados del atlántico. Se trata de dos advertencias severas que pueden condicionar el futuro de sendos gobiernos y, por ende, el color político futuro de ambas naciones.
Cristina Fernández de Kirchner, presidenta que fue, ahora la vicepresidenta todopoderosa que maneja a Alberto Fernádez, titular de la Casa Rosada, como si fuera un monigote de feria, un guiñapo destartalado, se tuvo que ‘pellizcar cien veces’ al constatar que el Frente de todos, una amalgama bizarra y ruidosa que agrupa al común de los herederos de Perón, había mordido el polvo en 18 de los 24 distritos del país, incluído Buenos Aires, el feudo inexpugnable del justicialismo, donde reside el 40 por ciento del censo electoral. María Cristina, con ‘K’ de Kirchner, se revolvió en su sillón de reina madre republicana y avizoró otra catástrofe similar, o superior, en los comicios cruciales de este 14 de noviembre, cuando se renueva medio Congreso y un tercio del senado. Madame K. es senadora y podría incluso perder su aforamiento, situación muy incómoda dado que tiene aún cuatro cuestiones pendientes en los tribunales.
Recibió al melifluo Fernández en la Moncloa cuatro días después de su batacazo frente a Ayuso, y le prometió una lluvia de ‘ayuda solidaria para Latinoamerica’, con dedicación preferente hacia la Argentina
Sánchez también fue humillado en las elecciones de la demarcación donde radica la capital del Estado. Perdió, asimismo, por un tanteo de escándalo. Isabel Díaz Ayuso, su rival, se quedó a cuatro escaños de la mayoría absoluta, un éxito que ni el ridículo Tezanos ni la mayoría de los institutos demoscópicos acertaron a prever. El presidente del Gobierno español, siempre en sintonía con los chavismos varios del subcontinente (pregúntenle a Zapatero y a Iglesias) recibió al melifluo Fernández en la Moncloa cuatro días después de su batacazo frente a Ayuso, y le prometió una lluvia de ‘ayuda solidaria para Latinoamerica’, con dedicación preferente hacia la Argentina. Sintonía de losers, guiño entre perdedores.
Lo singular del resultado de ambos procesos electorales es que los Ejecutivos respectivos reaccionaron en forma muy parecida tras sus descomunales fracasos, a lo populista pampeano, puro justicialismo atrabiliario, como bien recordaba este domingo Jiménez Losantos en Libertad Digital y como sugiere con insistencia José María Marco en sus escritos.
Madame K. ordenó a su monaguillo Fernández proceder a una crisis de Gobierno, que se concretó en una verdadera escabechina. Todos los amigotes, compadritos y malvivientes kirschneristas del entorno a la vicepresidenta tomaron al asalto el Gabinete mientras el menguante Fernández se vió obligado a prescindir de sus fieles y viejos camaradas a los que defenestró o arrinconó en forma implacable y desleal. «Esos funcionarios no funcionan», había justificado ‘la señora’ su drástica decisión, con la vista puesta en los comicios de noviembre..
Infumable gestión de la pandemia con más de cien mil muertos en cada país, oscura compra de materiales, sanitarios contagiados, confinamientos draconianos, hundimiento de empleos, empresas, actividad económica…
También Sánchez procedió a una limpia en el Consejo de Ministros. Otra degollina. Se pulió a los elementos abrasados por los excesos, las irregularidades, quizás delitos, y las trampas y reclutó a una serie de figuras níveas, juveniles, sonrientes y periféricas con la cita de las municipales y autonómicas en el entrecejo.
Cifras para el descrédito
Madame K. y Sánchez llegaron a los comicios en situaciones políticas similares. Calamitosa gestión de la pandemia con más de cien mil muertos en cada país, oscura compra de materiales, sanitarios contagiados, confinamientos draconianos, hundimiento de empleos, quiebras de empresas, hundimiento económico, desequilibrio psíquico y un profundo e incontenible malestar que se concretó en un severo castigo en las urnas.
Un 40 por ciento de la población en situación de pobreza severa, un 52 por ciento de inflación (la humilde Bolivia, apenas un 3 por ciento), ocho de cada diez jóvenes dispuestos a emigrar, son algunos de los datos que describen el desolador panorama de Argentina, quinta potencia mundial que fue en el periodo de entreguerras del siglo pasado. Salvando las distancias, Cáritas informaba del inquietante cuadro que se registra en España, con once millones de personas en situación de exclusión social, seis de ellos en ‘exclusión severa’; un crecimiento de 2,5 millones desde 2018, un paro del 15% que duplica la media europea y más del 40 por ciento de los jóvenes sin empleo alguno ni posibilidad alguno de conseguirlo.
Al bobo Fernández lo remitieron de peregrinación por barrios y arrabales, a conversar con la gente, besuquear bebotes, conversar con orilleros y hasta le metieron un rapero en el despacho, llamado L-Gante (o sea, ‘elegante’, no se lo pierdan)
Frente a esta pesadilla, Sánchez y Madame K. recurrieron a la estaqtegia de la burda patraña sentimentaloide, al eslogan ñoño y facilón, a las frases desbordadas de almíbar, al buenismo ampalagoso y ramplón, de teleserie caribeña. «Sólo buscamos la felicidad de nuestro pueblo y la conseguiremos». «No dejaremos a la gente al costado», «superemos el muro del rencor»…decían los topicazos argentinos. «Nadie quedará atrás», «saldremos todos juntos», «España puede»…recitaban los altavoces de La Moncloa.
Ni por esas. Las encuestas no sonreían, por lo que se abordó la siguiente fase. ‘Humanizar’ al personaje. Al pobre Fernández, siempre desubicado, en especial desde que una foto delatora desveló un fiestón en la residencia presidencial con motivo del cumpleaños de su esposa, en pleno confinamiento, una veintena de invitados sin distancia ni mascarillas, lo remitieron de peregrinación por barrios y arrabales, a conversar con la gente, a reir con estúpidos chistes de criollos, besuquear bebotes, conversar con orilleros y hasta le metieron un rapero en el despacho, llamado L-Gante (o sea, ‘elegante’, no se lo pierdan) con el que protagonizó una de las escenas más hilarantes, por torpes,de la reciente historia del país austral.
Operación empatía
También se intenta humanizar a Sánchez, camuflar su arrogancia severa, su quijada de granito, su despreciable altivez mediate una ‘operación empatía’ a base de sonreir a nenes refugiados, firmar la escayola de alguna pensionista accidentada y visitar cuatro veces La Palma, con escaso éxito porque los dineros prometidos allí no llegan. Quizás se van hacia los ministerios de petit Garçón e Irene Montero.
Como último recurso queda ‘la platita’, soltar pasta a paletadas, aflojar los bolsillos del erario, inundar con prebendas los nichos más renuentes al oficialismo. Bicicletas, lavadoras, heladeras, viajes de fin de curso a los egresados de secundaria, pases para las discos, bonos a pensionistas, aumento salario mínimo..»No es tiempo de ser amarrete (agarrado) es tiempo de soltar platita», decía un gobernador peronista. La lluvia de guita inunda los territorios hostiles a los Fernández al objeto de ablandar los espíritus más refractarios a secundar al Gobierno.
Aumento a pensionistas y funcionarios, salario mínimo, bonos de alquiler y cheques culturales a los jóvenes.. similar operativo por aquí. Llegó el momento de ser pródigo, de aflojar la chequera, de saquear las arcas para comprar papeletas el día de las urnas. Madame K. tiene las elecciones en un mes. A Sánchez le queda algo más. Quizás las adelante. La actitud obsequiosa de La Moncloa hace pensar en un sacudón del calendario.
Hay más puntos en común de estos gobiernos paralelos. Buenos Aires, la gran rebelde de la situación, de firme baluarte a agujero negro del peronismo, 70 por ciento de rechazo al kirchnerismo, se ha convertido en una afrenta, una obsesión, un enemigo al que hay que derribar. «Vagos y vividores» llaman a los porteños los caciques populistas y patoteros del conurbano. «Tabernarios» le escupían a los madrileños alguna gente del PSOE con espíritu poco metafórico.
También es por el epicentro español por donde silban los vientos del cambio. Isabel Díaz Ayuso, jefa del Gobierno de la Comunidad de Madrid, dice que no aspirar a la Moncloa
Y otra más en el género de la artimaña ilusionista. El Gobierno argentino pone en marcha la ley del etiquetado alimentario, para precisar conozca cuánto azúcar lleva el dulce de leche o cuánta grasa se coló en el choripán. Aquí, el casi desaparecido Luis Planas, titular de Agricultura, impulsa la campaña contra el ‘desperdicio alimentario’ para aprovechar las sobras del condumio. Cuando no hay nada para comer es difícil fijarse en la etiqueta o evitar que sobre. Andá a contarlo a las colas del hambre.
El relevo de los Fernández, de Madam K. y del tontiloco Alberto, quizás ya se esté fraguando. Y entrará por ahí, por el aleph de Argentina, por su capital. El jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, mano derecha de Mauricio Macri, último presidente no peronista del país, destaca en las apuestas para sentarse en dos años en el despacho de la Plaza de Mayo. Y ¡oh casualidad!, también es por el epicentro geográfico de España por donde silban los vientos del cambio. Isabel Díaz Ayuso, jefa del Gobierno de la Comunidad de Madrid, dice que no aspirar a la Moncloa, que lo suyo es permanecer donde está. «Eso son macanas», le respondería un taxista de la Boca. Lo que ha de ser, será.