AntonioCasado-El Confidencial

  • «Los líderes mundiales tenemos más motivos que nunca para actuar», dice el presidente del Gobierno español mientras el síndrome del piloto borracho crece a pasos agigantados

Vale todo contra un averiado presidente del Gobierno que no se hace respetar. El líder del PP, Pablo Casado, ve a Pedro Sánchez como “un tahúr” que miente e incumple sus compromisos. Los socialistas del plan antiguo (Felipe milita, aunque no simpatiza) le cuelgan el sambenito de “inconsistente”. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, se queda en “impredecible”, mientras le advierte de que para la patronal los ataques a la Corona son un ‘casus belli’. Y luego están los deslenguados. Para el líder de Vox, el Gobierno que preside Sánchez “es peor que la dictadura de Franco”. Y una diputada ‘indepe’, Míriam Nogueras, entiende que Sánchez y su Gobierno son parte de un Estado de “corruptos, analfabetos y fascistas”. Tal cual fue dicho, oiga.

Años luz entre esos inamistosos perfiles y el autorretrato del personaje. En el 75 aniversario de la ONU: “Los líderes mundiales tenemos más motivos que nunca para actuar”, dice Pedro Sánchez en Twitter mientras el síndrome del piloto borracho crece a pasos agigantados, ahora alimentado por el rastreo de sus bandazos. Ese rastreo que ahora nos permite situar España y a la izquierda donde él nunca quiso imaginarlas (ay, la maldita hemeroteca), con la mitad del Gobierno ciscándose en la Constitución y la otra mitad haciendo como si no lo viera.

El Gobierno chapotea en el caos de la confusión política y sanitaria, que genera incertidumbre en muy diferentes ámbitos de la vida pública. Todas las alarmas han empezado a sonar como si estuvieran sincronizadas. Dentro y fuera de los hospitales y centros de Atención Primaria. Dentro y fuera de los círculos de poder político, empresarial y sindical. Dentro y fuera de los hogares familiares, angustiados ante el riesgo cierto de perder el puesto de trabajo en una sociedad desigual. El virus no reconoce fronteras sociales cuando ataca, pero el pobre no tiene la misma capacidad defensiva que el rico. La desigualdad estructural alfombra el camino hacia el drama social que se avecina, que será el precursor de la consecuente crisis política, como vengo sosteniendo.

El Gobierno chapotea en el caos de la confusión política y sanitaria que genera incertidumbre en diferentes ámbitos

El “cochambroso espectáculo de la discordia política” (Antonio Muñoz Molina, en ‘El País’) se supera a sí mismo tras el fallido “espacio de cooperación” entre el Gobierno central y el de la Comunidad de Madrid, en vísperas de un inminente golpe de autoridad de Moncloa para intervenir legalmente la competencia sanitaria de la región madrileña. Y no es menos cochambroso el culebrón de medio Gobierno llamando a acabar con la monarquía y el otro medio otorgando con el insensato silencio de la opacidad respecto a la ausencia del Rey en la reciente cita barcelonesa con una nueva promoción de jueces.

Una simple “tormenta política”, según los medios de acreditada afinidad sanchista. “Grave conflicto institucional”, para los no adscritos. ¿Por qué el Gobierno vetó la presencia de Felipe VI? “Por evitar males mayores”, se dijo, sin entrar en detalles porque, al parecer, así se había recomendado a los ministros cuando se les interpelase. Ningún mal puede ser peor que la apariencia de claudicación del Estado frente al tribalismo de fuerzas que trabajan por un Estado propio en Cataluña. El paso atrás del jefe del Estado, en contra de su voluntad y de la de los anfitriones del acto judicial, supone además una clara desatención de los catalanes que sí celebran las visitas del Rey y sí reprueban las pretensiones independentistas.

Los hogares familiares, angustiados ante el riesgo cierto de perder el puesto de trabajo en una sociedad desigual

No ha habido forma de que el Ejecutivo, sin cuyo respaldo nada puede decidir Felipe VI (excepto los nombramientos de cargos dentro de la propia Casa Real), precise los motivos concretos del veto. Y si falta información, sobra especulación. Desde los ritos de apareamiento con ERC para los “Presupuestos de país” hasta el republicanismo postural de Podemos. El resto lo ponen las amenazas de las falanges macedónicas de Torra y el resentimiento ‘indepe’ por el discurso del Rey que tronó en octubre de 2017 contra quienes quisieron reventar el Estado.

No se lo han perdonado. Y eso brindó a Sánchez la oportunidad de hacerles sentir ganadores. Ya ha dicho Torra que está encantado de haberse convertido en una piedra en el zapato de Sánchez. Es una pedrada contra sus socios de ERC, a los que los de Torra y Puigdemont acusan de complicidad con ‘Madrid’. Pero esa es otra historia de lo que ocurre en el caótico ruedo ibérico.