Junts no es Bildu. Repítalo conmigo. Bildu no es Junts. Borja Semper, jefe de marketing del PP, se empeña estos días en vender la jaculatoria, que algunos piensan imposible. Si hasta ayer Puigdemont es un golpista, un supremacista, la encarnación del mal, poco se entiende invitarle ahora a una reunión.
-«Más allá de las acciones de cuatro o cinco personas, Junts es un partido cuya tradición y respetabilidad no se pone en duda», explicó González Pons, en un rapto de sosegada idiotez.
«Hasta ayer querían romper España. Ahora es gente de lo más demócrata», se en las zahúrdas de la derecha.
-«Hey, conversar no es ceder, escuchar no es venderse, reunirse no es abrazarse, hablar no es pactar. Ni un paso más allá de lo que señala la Constitución», insiste Semper, superada ya la tempestad de su verano azul oscuro casi negro.
Feijóo tiene ante sí el vértigo de la agenda en blanco, un desafío que, incluso salvado con acierto, difícilmente escapa a la derrota. El programa de festejos que le elaboran sus gloriosos estrategas arranca este miércoles, con la cita en el Congreso con Pedro Sánchez, un aperitivo desbordado de vitriolo, excelente para abrir boca. Es su primer encuentro tras el encendido debate electoral de la tele, en el que míster narcisus sufrió tremenda golpiza a caro del cuitado galleguiño. Después de aquello, el titular del título perdió las elecciones y el Rey le encargó a Feijóo intentar la investidura.
En un gesto de indecible amabilidad, lo calificó de ‘mentiroso’, con todas las letras, y lo acusó de haber engañado al Rey por asegurar que cuenta con los diputados precisos para salir airoso del trance
«Será un intento fallido, una investidura fantasma, un paripé con mucho de folclore». La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, más Meritornes de lo habitual, se ensañó con el líder del PP en vísperas del encuentro. En un gesto de indecible amabilidad, lo calificó de ‘mentiroso’, con todas las letras, y lo acusó de haber engañado al Rey por asegurar que cuenta con los diputados precisos para salir airoso del trance. Llegó incluso a reprocharle el haber fijado un mes de plazo para presentar ante la Cámara, cuando bien es sabido que la fecha del 26 la señaló, como es preceptivo, la titular del Congreso y lo hizo atendiendo a las necesidades de su patrón, el caudillo del progreso, que aún no tiene atados los respaldos necesarios de la caverna ultra.
Con estas previas, ¿qué cabe esperar del encuentro? Sánchez hará trampas y Feijóo deberá evitar la humillación. Los medios del movimiento se han sumado con furor a esta ofensiva contra el jefe de las filas conservadoras. Lo inundan de desprecios y lo ningunean como si fuera un secundario sin frase en un western de serie B. Otra derrota, corean. ¿Otra? De momento el único que no ha ganado elección alguna, salvo la inútil de Illa, es el dueño del colchón de la Moncloa.
También circula un cierto escepticismo en un sector de la interna del PP, donde late la idea de que debió evitarse este mes de penoso viacrucis, centrarse en el discurso del 26, con un proyecto de país sólido, serio y moderno que justifique el vapuleo inevitable de la votación parlamentaria, y prepararse para el fiero combate que se viene encima contra el monstruo de Frankenstein-dos.
No puede cruzarse de brazos como Rajoy. Ni desistir como Arrimadas. Ni quedarse pasmado como un panoli de provincias recién estafado por los trileros de la demoscopia
Los estrategas de Génova 13, quizás arrebatados de ilusionada ingenuidad, piensan que un mes bajo los focos, lejos de un viacrucis, es una gran oportunidad. El votante de la derecha, arguyen, es como esas gradas que aplauden y jalean a los futbolistas que pelean la jugada, persiguen la pelota, y no dan una batalla por perdida. Aunque la pierdan. Es la nostalgia del héroe, el consuelo de vencido. En esas anda ahora el dirigente gallego. En demostrar que no cabe decepcionar a la Corona, a su gente, a los abatidos votantes, a la deprimida militancia. No puede cruzarse de brazos como Rajoy. Ni desistir como Arrimadas. Ni quedarse pasmado como un panoli de provincias recién estafado por los trileros de la demoscopia.
Hay que moverse, aparentar actividad, aunque sea mero artificio escénico. Enviar a Cuca Gamarra a tomar café con los grupos, ‘todos menos Bildu‘; visitar a los presidentes autonómicos (trece son del PP), lanzar algún discurso, protagonizar algún acto, conceder entrevistas, visitar algún plató… Ciertos caudillos regionales han izado la nariz e impostado la voz para rechazar su invitación, como el menguante y casi catatónico Urkullu, a quien le quedan muy pocos teleberris, o el pequeño Aragonès, abducido de a poquito por el prófugo de Waterloo. Otros, como García Page, tan prescindible como el Billy the Kid de King Vidor, se hacen de rogar como garrulas vicetiples cuando les invitan a una copa.
Sacudirse la imagen de cenizo, de tristón, de indeciso, de afligido y apostar por mensajes optimistas, abiertos, con olor a futuro y a confianza. Pensar en un horizonte de cuatro años más de lo mismo se hace una condena superlativa, quizás insufrible, para quien confiaba en una segura victoria. Quienes estuvieron este domingo con Feijóo en el jamboree de Castillo de Soutomaior lo encontraron circunspecto, retraído, sin muchas ganas de risas ni de bromas. No es el líder gallego pródigo en carcajadas, pero gasta humoradas y despliega ironías, que ahora apenas exhibe.
Magda Prohens, por ejemplo, la presidenta balear, se ha convertido en la Juana de Arco del castellano. El catalán deja de ser «requisito» en la sanidad en el archipiélago
«El tono irá cambiando, poco a poco saldrá del pozo», comentan en su entorno, donde se subraya lo razonable de la actual apuesta. En estas semanas se trata de machacar tres ideas:
-Sánchez perdió las elecciones, el voto de los españoles no lo respaldó.
-Está decidido a ganar la investidura cueste lo que cueste. Concesiones como la amnistía, que pulveriza el edificio constitucional, ya están ultimadas.
-El PP podría sumar los escaños necesarios para gobernar, por no a cualquier precio.
En contra de lo que por ahí circula, el primer partido de la derecha no lo hace todo mal. Magda Prohens, por ejemplo, la presidenta balear, se ha convertido en la Juana de Arco del castellano. El catalán deja de ser «requisito» en la sanidad en el archipiélago. Ahora será estrictamente ‘mérito’. Algo tan elemental como el uso del idioma español en el ámbito de lo público, se convierte en una conquista. Sin embargo, lo que debería ser celebración en el PP, empalidece por los aires de frustración que llegan de Cataluña. Alejandro Fernández, excelente parlamentario, buena cabeza, clama en público contra lo de reunirse con los Puigdemon. Reproches al viento, ruidos de cisma. ¿No aprenderá el PP que estas trifulcas intestinas se arreglan en el cuarto de atrás? Esos recelos culpables eclipsan «a la gran multitud de astros lucientes», resumiría Gracián.