Sánchez ha abierto de par en par la puerta de la sala de subastas y por ella van entrando uno tras otro todos los que quieren desguazar España. El último en sumarse a la puja contra la España del 78 –ya lo dijo el exsocio del líder del PSOE y hoy olvidado Pablo Iglesias cuando asumió la Secretaría General de Podemos en 2014 y prometió acabar con el “régimen” de la Transición reclamando un “proyecto constituyente frente a un régimen que se derrumba”- ha sido Íñigo Urkullu, al rebufo de Carles Puigdemont, con un artículo que encierra todas las claves de lo que va a suceder en la segunda legislatura del Frankénstein ampliado de Pedro Sánchez.
El lehendakari, en un artículo publicado por supuesto en El País y curiosamente solo unas horas después de su cita con Feijóo, Urkullu pone precio al apoyo de los 6 diputados del PNV a la investidura de Pedro Sánchez: una “convención constitucional” para –él mismo lo reconoce- abordar un nuevo modelo de Estado pero, eso sí, sin la obligatoria reforma previa de la Constitución.
Es decir, Urkullu –que el año que viene tiene elecciones en el País Vasco y ve cómo los proetarras de EH Bildu ya han dado el sorpasso en las generales y amenazan el eterno gobierno nacionalista, con su consiguiente tinglado de puestos y dinero- se pone a la cabeza del chantaje al inquilino de la Moncloa y propone sin disimulo saltarse los mecanismos de protección que la propia Carta Magna establece para reformar los aspectos ‘agravados’, como la forma del Estado.
Lo que exige el lehendakari a Sánchez a cambio de su media docena de votos es “celebrar una convención constitucional en el plazo de un año” que acabe abordando “el autogobierno de las nacionalidades históricas”. Es decir, el referéndum. Urkullu sabe que esto es imposible sin una reforma previa de la Constitución para la cual se necesita una mayoría reforzada, una disolución de las Cortes y un referéndum… Todo ello con un frente formado por 7 partidos que no han ganado las elecciones.
El atajo que Urkullu pide a Sánchez
Y aquí llega el atajo que acaba desembocando en la clave de bóveda de todo el andamiaje sobre el que descansan los planes de pedro Sánchez para mantenerse en el poder: el Tribunal Constitucional de mayoría ‘progresista’ y presidido por ese exfiscal general del Estado socialista siempre dispuesto a “manchar las togas con el polvo del camino”: Cándido Conde Pumpido.
Urkullu (y Sánchez) cuenta que su propuesta “para pactar una interpretación constitucional específica” debe sortear la mayoría reforzada de las Cortes y evitar, por supuesto, un referéndum en el que voten todos los españoles. Por eso insiste, literalmente, en que “sin necesidad de modificación previa de la Constitución, hiciese posible un avance sustancial en el carácter plurinacional del Estado y en el desarrollo nacional del autogobierno de Euskadi y, en su caso, también de Navarra y el resto de comunidades históricas”.
No se le puede negar al lehendakari que no sea claro: su ‘convención’ constitucional pretende poner fin a lo que él, como buen representante del nacionalismo supremacista, considera un “intento de involución”, el ‘café para todos’ que dio los mismos derechos a Andalucía que a País Vasco o Cataluña. Algo que el señor Urkullu y el resto del nacionalismo vasco no pueden consentir y que ahora, gracias a la debilidad del PSOE y a las ansias de Sánchez por mantenerse en el poder, intentarán poner remedio.
Para Urkullu, como para Puigdemont, un vasco o un catalán no puede tener los mismos derechos que un extremeño o un andaluz. Económicamente, y gracias a la Constitución que ahora pretende reventar por la puerta de atrás con la connivencia del PSOE, Sumar (Yolanda Díaz se suma entusiasta a la propuesta de Urkullu y defiende que «esta debe ser la legislatura de un nuevo acuerdo territorial») Junts, ERC, Bildu y lo mejor de cada casa, el País Vasco ha mantenido ese ‘apartheid’ frente al resto de CCAA ‘no históricas’ gracias al cupo vasco. Ahora llega el momento de ir más allá.
Las cartas están sobre la mesa. Puigdemont exige la amnistía para todos los implicados en el 1-O y en el Procés, que a él le permitiría, por ejemplo, volver triunfal a España y ser candidato a la presidencia de la Generalitat. Urkullu, por su parte, una reforma de la Constitución para abordar un nuevo modelo territorial que prime a las ‘nacionalidades históricas’ y que concluya en un referéndum de autodeterminación pactado bilateralmente sin que intervengan las Cortes y sin consultar al resto de los españoles.
Cuando hace cuarenta años Alfonso Guerra dijo ante la llegada del PSOE al poder que “a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió”, nunca imaginó que su profecía se cumpliría de este modo
Bildu, que en el pasado se jactó de conseguir el acercamiento al País Vasco de todos los presos etarras a cambio de aprobarle los presupuestos a Sánchez, deberá sacarse una nueva exigencia de la manga para no quedarse atrás en su particular carrera electoral frente al PNV por Ajuria Enea.
Puigdemont, en una reunión semisecreta de este jueves, ha creado una especie de comité personal dentro de Junts formado por gente de su absoluta sumisión –Laura Borràs, Jordi Turull, Anna Erra, Josep Rius, Miriam Nogueras…- para llevar las negociaciones con Moncloa bajo su única y personal batuta y de cuyas decisiones ha quedado marginado cualquier político bajo sospecha de moderación. ERC, si no quiere ser laminado en esta carrera por poner en valor sus votos ante Sánchez, volverá a poner sobre la mesa el referéndum tras conseguir en la anterior legislatura los indultos y la crucial eliminación del delito de sedición…
Cuando hace cuarenta años Alfonso Guerra dijo ante la llegada del PSOE al poder que “a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió”, nunca imaginó que su profecía se cumpliría de este modo. Es el mismo Guerra que esta semana, en una entrevista, clamaba: “¿Negociación y diálogo con los golpistas? ¿Alguien hubiera aceptado que en el año 81 se hubiera establecido un diálogo entre el Gobierno y el teniente coronel Tejero, Milans del Bosch o Alfonso Armada…? No, hombre no”. Pobre España. Disfruten lo votado.